jueves, 20 de febrero de 2014

“Cuentos para una Tarde de Verano” de Antonio Núñez Azuaga


    Hoy me permito traerles la obra de un vecino de Marbella curtido en barras nocturnas, la de Puente Romano, la de su propio tablao flamenco y otras más, con estas vivencias, como poco, singulares, una conciencia social combativa, un gusto por los clásicos, las historias de los pueblos contada por sus mayores, sus fantasías eróticas y el gusto por la estética del cine de los 50, Antonio nos ha recopilado una colección de relatos para pasar el rato que no para perderlo.

    El libro está compuesto por  un prólogo preciosista y acertado de Alejandro Pedregosa, una presentación con sus objetivos, una serie de relatos divididos por áreas semánticas y un epílogo indicio de la bonhomía del Autor, al incluir el relato de un amigo desaparecido. Destacaría el vaticinio de Pedregosa donde se anuncia el compromiso de Antonio con el lenguaje y la ética, ya que estas premisas dirigen como columna vertebral el estilo y la temática, acertadísimo sobre todo el primero en cuentos franceses, el segundo en sus cuentos sociales y alguno de susto como el titulado “Asustaviejas”.


    He de reconocer que a mí el formato de relato corto me gusta mucho, tanto como lectora y autora, siempre me han parecido una maravilla este tipo de lectura que puedes leer de una vez, con la que puedes experimentar iniciando en una acción ya comenzada, deslizándote por el nudo que lo llena todo y minimizando un desenlace, ya que el relato no es más que uno de esos episodios de la vida, terminado el cual, inmediatamente empieza otro. Recuerdo las lecturas de Poe en mi adolescencia, cómo después de haber leído “Berenice” no me podía dormir, por la impresión  de pensar en la caja llena de dientes perfectos y es que en una lectura de diez minutos se pueden condensar las sensaciones de toda una novela y a veces era incapaz de empezar otro, necesitaba hacer la digestión del chuletón de buey en comparación con otras lecturas que son verduras a la plancha.


    En fin, Antonio ha realizado una colección heterogénea en  la más amplia accesión de la palabra, hay relatos antiguos, nuevos, de él, de Javier Lorenzo, franceses con ambiente bohemio, populares, clásicos, eróticos, costumbristas, empáticos, de mar y de montaña y de denuncia social. Su prosa también es cambiante, desde la estética bohemia del primer cuento a la burda de sus relatos eróticos, con los que no me “pongo” nada y es que está claro que el concepto de erótica de Antonio y el mío no son el mismo, su vocabulario y temas me recuerdan demasiado a una adolescencia que no disfruté por la brutalidad de ciertos compañeros de clase y por el castillo de cristal donde me tenía recluida mi familia. Tengo que reconocer que tampoco me gusta la erótica de otras publicaciones contemporáneas en las que el uso explícito de los órganos genitales de la manera más bruta es su leitmotiv, debe ser porque mi sexualidad no la concibo sin el sentido lúdico que se imprime por la influencia de la camaradería y el cariño.


    Encuentro que en estos cuentos hay mucho del autor, lo veo, lo  veo en su adolescencia, en su infancia, en las personas que han influido en él, siento que ha debido ser un buen “escuchador” y que esas historias y anécdotas que ha oído se han quedado en su acervo personal, porque consigue ponerse en el lugar del otro y quedarse afectado por su historia. En el cuento “4 de Diciembre” se percibe la ideación adolescente de un chico con inquietudes por valores progresistas al que su padre baja de las nubes, me doy cuenta que vivió y magnificó la prohibición de su padre para que fuese a esa manifestación, igual que se le ha marcado para los restos, la muerte de Caparrós, como un impacto, una tragedia y una evidencia de la putrefacción del sistema.


    Antonio es un “culture vulture”, absorbe cultura de cada expresión, así descubrimos guiños a Shakespeare, en el propio título o al cine de Truffaux, de la cultura popular y sus tradiciones boca a boca, se rodea de amigos interesantes y tiene el acierto de completar su libro con las ilustaciones de Pedro Molina, algunas de ellas me han parecido preciosas, como la del puerto de Marbella.  

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