domingo, 18 de enero de 2015

“Laberinto de Mentiras” de Rafael Escudero

   Esta novela del género policíaco de posibilidad nacional, nos adentra en la difícil vida personal, familiar y profesional de un protagonista brillante pero fracasado, capaz pero a lo español, sin “hollywoodiadas”, con todos los defectos humanos, los vicios humanos pero con la perseverancia de los hombres de bien. Investiga además sobre las inmigraciones chinas, sus orígenes, sus organizaciones y su hermetismo. Es una obra sencilla pero bien documentada y con muchos temas sobre los que reflexionar, aunque algunos sean tan manidos como los problemas para llevar una familia normal siendo un policía.

    Sobrado es un inspector de policía difícil, un antihéroe, desaliñado, con endebles habilidades sociales, difícil con sus jefes y compañeros, y una vida familiar yéndose al traste por su dedicación al trabajo. Es la segunda novela de Rafael Escuredo donde echa mano de este protagonista, bien construido pero que me recuerda a Harry el Sucio o cualquier maldito de la filmografía de ese género. 

    Aparte del tema de la difícil vida personal del “policía”, en esta historia hay una gran trama delictiva, relacionada con la venganza y el narcotráfico. Escudero aprovecha para hacer una fotografía en 3D de la situación de la población china en España. Sus orígenes, su secretismo, sus propias leyes, sus jerarquías y mafias.
    El ex presidente de la Junta de Andalucía no desperdicia la ocasión para meter puyas políticas, de reivindicación social y sobretodo de denuncia de corrupción en determinados estamentos, no sólo en España, sino  que también en el régimen comunista chino.

   Para amenizar estas ideas básicas el autor recurre a muertes rituales, venganza, corrupción, tráfico de drogas, miembros de la fuerza de seguridad comprados, envidias e incomprensiones entre los policías, así como a la relación con los hijos, aunque no sean biológicos y al hartazgo de las parejas de los que ponemos nuestra pasión constantemente frente a nuestra familia.

    En cuanto a la forma nos encontramos con una narración lineal en el tiempo de un narrador omnisciente en tercera persona que como golpe de efecto se convierte en primera persona en los dos últimos capítulos, produciéndose una reflexión personal del inspector de policía que triunfador pero defectuoso, revisa su vida y sus actitudes. La prosa del autor es limpia y con ciertos toques de calidad. Destaca el trabajo en la trama, bien desarrollada y con ciertas sorpresas que están bien gestionados. Es una lectura que se hace sumamente liviana e interesante.

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