lunes, 23 de febrero de 2015

Patrick Modiano: “En el Café de la Juventud Perdida”

    Esta es una novela corta que puede abanderar perfectamente al escritor francés. En ella viajamos a la memoria, recorriendo el París de los 60s, a través de personajes bohemios que se atienen a la ley del “eterno retorno” por la evocación de sus vivencias en una de esas zonas neutras que hay en todas las ciudades.

   En el Café Condé, zona neutra donde las haya, se reúnen escritores, estudiantes y personajes singulares cuya único punto de intersección es ese lugar, donde pasan mucho e intenso tiempo en un espacio de sus vidas. Las personas solitarias, desarraigadas, enigmáticas y tristes tienen un sitio en esa zona neutra donde se convierten en un aderezo exótico, Louki es ese personaje que marcó a todos, como parte del café y cuyo final no es más final que el de las relaciones de todos ellos en ese lugar tras el paso de los años. No hay pasado, no hay futuro, sólo la memoria es capaz de poner en marcha la ley del eterno retorno de la que “apologaba” Nietzche.

    La obra puede parecer más o menos excitante, a mí me ha apasionado la cartografía de París, el callejeo por los lugares de vagancia de Louki y sus puntos de confluencia con los demás personajes. También me ha sorprendido el uso de los distintos puntos de vista en la narración, cuatro narradores conforman la historia de un tiempo que miran con nostalgia, en un lugar marcado por la tragedia de un personaje que no supo vivir fuera de esas zonas neutras bohemias, que se curan con la edad y la adaptación a los mercados y las familias.

Resultado de imagen de nietzsche frases    Louki no es uno de ellos pero habita la misma zona, los otros, son artistas, estudiantes, viviendo una juventud de excesos por diversión, ella, es un ser desubicado, errante, no conocemos si tenía alguna ocupación, sólo sabemos de su soledad personal y de su alivio con estupefacientes y huídas. Su final impresionó a los narradores-espectadores de le Condé, pero no por eso era menos lógico. Me recuerda al sentimiento que dejó en mí “El Extranjero” de falta de solución, de aceptación existencialista, dura, cruda pero habitual y quizás enormemente deshumanizada.


    Me parece una lectura muy interesante, por la estructura contada desde cuatro puntos de vista; por el protagonismo de una ciudad de la misma intensidad que Pessoa hace con Lisboa o Joyce con Dublin, paseando mentalmente por calles, sintiendo las esquinas; y por el descubrimiento de unos personajes temporalmente bohemios y una protagonista eternamente desubicada.

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