martes, 15 de marzo de 2016

“El Jugador” de Fiodor Dostoievski, objeto AMUM

     Nuevamente, el Champagne Room del Marbella Club fue el escenario de una interesante tertulia literaria. Esta vez el invitado a nuestra mesa fue el escrito ruso Fiódor Dostoievski. Y aunque pudiera parecer que semejante figura literaria iba a dejar una unanimidad de opiniones de admiración, el resultado fue muy otro, variado, discutido y finalmente una opinión general de que el genio podía haberlo hecho mejor.

    “El Jugador” es una obra de creación anómala dentro de la carrera del autor. Tuvo que apartar momentáneamente “Crimen y Castigo” para emprenderla con esta novela que debía entregar en menos de un mes a su editor, ya que había recibido una adelanto por el que firmó un contrato que si no cumplía, dejaría sus derechos de autor en manos de la editorial. Esta premura, es solo un efecto de los que tuvo que soportar el escritor por su condición de adicto al juego que lo llevó por la calle de la amargura económica toda su vida. Esta es pues, una obra de gran conexión con la biografía del autor.

    Las socias de AMUM en general descubrieron el poco cuidado que el autor puso en el remate de la obra. Una de ellas realizó un símil más que apropiado, comparó un escritor con una modista. Lo que descubrimos es que el escritor cortó una tela, la hilvanó, pero no la remató. Y es absolutamente comprensible, porque no tuvo tiempo. Se nota claramente que la obra no está corregida. Una socia descubrió tres reiteraciones de grupos de palabras en el mismo párrafo. Pero lo que más se criticó es la poca profundidad de los personajes.

    En este sentido, tenemos que agradecer al autor que apartara “Crimen y Castigo” y no hiciera un trabajo somero, como ha resultado “El Jugador”, porque, como apuntó otra compañera, nos hubiéramos perdido las oquedades psicológicas de Raskólnikov, uno de los personajes más inquietantes de la historia de la literatura. Y conociendo la obra del autor, una socia se planteó si el autor no habría hecho a propósito esta obra llena de incoherencias, que da impresión de sainete, para dar un “zas en toda la boca” o un “bazinga” al editor.

    Pero Dostoievski es Dostoievski, un genio y como se comentó,  a ver quién lo hubiera hecho mejor en ese escaso espacio de tiempo. Así que la obra también tiene bondades que conseguimos disfrutar. Por supuesto, un vocabulario exquisito, sencillo a la par que certero, aunque enturbiado por una pésima traducción, pero que alcanza su punto álgido en las descripciones relacionadas con el juego, en las acciones y sentimientos irracionales propias de la adrenalina que produce. También apreciamos una fotografía europea y en particular de la original sociedad rusa, plena de desigualdades sociales, personajes improductivos, vividores, gente superficial que mantiene a los trabajadores como humanos de tercera categoría.

    La obra nos ofrece un catálogo de personajes estereotipados que contiene a los nobles arruinados, a las tías o abuelas ricas caprichosas y de carácter indomable a la que todos desean su muerte para heredar, la femme fatale que sólo quiere el dinero y la seguridad que proporcionan los hombres, las hijas de los nobles que sirven como moneda de cambio social o económico, el trepa que no se conforma con su situación, el ludópata que acaba perdiendo el alma… Las socias coincidieron que estos personajes parecen pinceladas de un esquema, esqueleto de una obra literaria mucho más ambiciosa que tuvo que quedar en folletín mensual. Además, estos caracteres resultaron con pocos matices por ser blanco o negros, sin esas medias tintas que realmente tiene el ser humano, algo difuso, desdibujado, como una caricatura.

    La cosificación de la mujer llegó a la conversación a través del personaje de Polina, de la que no importaban sus sentimientos sino la riqueza que podía aportar a su familia como objeto de contrato marital o su perspectiva.

   El protagonista fue considerado como un pusilánime por más de una contertulia, alguien a quien le da lo mismo todo y no se revela. Pero también hubo quien vio en Alekséi a una víctima de la sociedad de clases, un ser con conocimientos suficientes para desear ser considerado un igual y que sufre que no ocurra. Este personaje trágico realiza a través de las páginas del “Jugador” un viaje desde la adicción afectiva, la necesidad de ser querido y valorado, a otra adicción que anula toda su personalidad y anhelos, la ludopatía.


    En fin, es una obra que hay que leer, esboza con claridad la sociedad rusa que llevó a la Revolución y la enfermedad anulante que suponen las adicciones. Si lo pensamos, es una de las mejores obras literarias escritas en menos de un mes.

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