Relatos

Ulises y la Eminencia en Ajedrez

A Correa, un personaje le pertenece.

Ulises baja cada día a hacer deporte con su perro-guía, antes, se levanta a la voz de Carlos Herrera, el locutor de radio, —¡arriba camastrones!—, —un ratito más— dice al unísono con Penélope que abrazándolo por la espalda en la tan común y nunca bien ponderada “postura del cuarenta y cuatro” ronronea como gatita cariñosa. Se dan un cuartito de hora de proximidad calinosa indispensable para empezar un día con el convencimiento absoluto de estar tocados por la varita generosa de Dios y se levantan, no sin antes dar dos toques afectuosos en la cocorota de Argos para que se espabile y reconozca que ha empezado su jornada laboral, le toca abrir la ventana y dejar entrar el aire saladito de la Sierra de las Nieves que subió ayer al mediodía desde el mar en forma de Terral, el fresquito de la mañana lo espolea, distingue los gorriones de los mirlos en plena apuesta anual por buscar madre para sus hijos, es muy curioso, todos los años lo mismo, se les alteran las hormonas y los biorritmos cuando empieza la primavera sin necesitar almanaque ni agenda, “¡igualito que los humanos, ja!”, que con tanto control del ecosistema ya no sabemos fisiológicamente si es verano o invierno, si tenemos hambre, miedo, estrés o necesidad de que nos pasen la manita por el lomo, hay que esperar a la alarma del IPAD para saber  si toca y qué o quién toca.

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