(By Aurora Conde)
Steve Jobs y sus creaciones me recuerdan a Maria Montessori, la psiquiatra, pedagoga y educadora italiana que, hace ya más de un siglo, concibió una reforma educativa basada en un modo visionario de establecer la relación entre usuario y objeto, multiplicando las posibilidades de uso, las aplicaciones, que esos objetos pueden tener.
Steve Jobs y sus creaciones me recuerdan a Maria Montessori, la psiquiatra, pedagoga y educadora italiana que, hace ya más de un siglo, concibió una reforma educativa basada en un modo visionario de establecer la relación entre usuario y objeto, multiplicando las posibilidades de uso, las aplicaciones, que esos objetos pueden tener.
Montessori fue una mujer controvertida, rompedora e independiente no solo en sus conquistas y logros científicos. Estudió medicina y psiquiatría y fue la primera mujer en Italia en cursar esa especialización. Viajó, aprendió idiomas, trabajó desde muy joven en distintos centros y lugares, ejerció cargos, vivió en India, acabó sus días en Holanda, declaró que su única patria era “una estrella que gira alrededor del sol”.
Madre soltera, no dudó en actuar coherentemente con sus teorías y para atender a su trabajo, dejó a su único hijo al cuidado de otras educadoras (Mario fue, ya adulto, el más fiel compañero de su madre y uno de sus mayores divulgadores). Comprometida con el movimiento para la emancipación de la mujer, participó activamente en su lucha y fue representante de Italia en el congreso de Berlín de 1896 en el que pronunció un memorable discurso sobre educación y libertad.
Tenía fama de tener un carácter difícil, de ser una “mala jefa” (como Jobs), exigente e inconformista, pero creó un método didáctico revolucionario basado en dos simples ideas. La primera, la relación que existe entre el mundo sensorial, sobre todo el táctil, y el mental en toda fase de aprendizaje; la segunda que para tener ganas de aprender es necesario que los soportes que contienen la información que nos formará sean sencillos, manejables y bellos. También divertidos y atractivos, hechos a la medida de quienes los van a usar.
En 1907 inauguró, en el deprimido barrio de San Lorenzo en Roma, una de las primeras Case dei Bambini, la casa de los niños, que constituye el modelo de los colegios Montessori. En esas casas, los espacios, los muebles, los objetos fueron adecuados al tamaño y a las necesidades psicosensoriales de los niños más pequeños.
La idea de Montessori era educar también a través del entorno, que debía ser amigable y seguro, permitir el fácil acceso y uso a sus pequeños habitantes, ser alegre, limpio y sano, y también bonito. LasCase dei Bambini debían ser además lugares en los que las madres trabajadoras podían dejar a sus hijos confiadamente, espacios que atendían no solo al bienestar y felicidad de los pequeños sino a las necesidades de tranquilidad e independencia de sus madres para queéstas “puedan vivir con serenidad, su libertad”.
La base del método Montessori está en la utilización de unos objetos-soporte ideados para facilitar el desarrollo de las capacidades intelectuales a través de un sistema interactivo y participativo. El niño actúa sobre esos objetos simplemente con el tacto y la vista, y va descubriendo a través del uso todas sus posibilidades, sus conexiones con otros objetos, su utilidad, innovando y redefiniendo sus límites y funciones a razón de su capacidad individual.
Desde letras hasta fracciones, las herramientas básicas de la instrucción dejan de ser conceptos abstractos trasmitidos por un adulto y se transforman en objetos manejados y experimentados por el niño. Son, los hoy célebres materiales Montessori que, con mayor o menor nivel de fidelidad respecto de sus modelos originales, se utilizan en todas las aulas del mundo y han inspirado directamente la filosofía de fabricación del juguete didáctico.
Jobs también ha concebido unos objetos que se utilizan hoy en todas partes del mundo, que también son simples de usar, manejables, atractivos y hacen visible y concreto lo abstracto, y con su AppStore ha abierto las puertas de par en par a la innovación permanente, basada en la capacidad individual. Tanto Jobs como Montessori confiaban en el infinito potencial de desarrollo que toda persona posee y en el poder que los objetos útiles tienen para poner en movimiento esa infinita capacidad. En eso reside su atrevimiento y su genialidad.
Montessori, en sus últimos años de vida entró en una fase de profunda amargura y a menudo, ante los ataques a su método juzgado por muchos como excéntrico y elitista, murmuraba “no han entendido nada”. Me gusta imaginar que, como educadora y pedagoga, se refería también a los políticos, los que transmiten a la sociedad el equivocado concepto de una educación asociada a sus costes, olvidando que la educación no es un gasto, sino una inversión.
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