Al llegar descubre
personas que se han rebelado contra la sociedad actual, sus prisas, sus
imposiciones, sus dinámicas, la educación infantil reglada, el consumismo, las
nuevas tecnologías… Es una sociedad que mantiene otro “tempo”, más tranquilo,
que permite al ser humano disfrutar de la naturaleza, la lectura, la
creatividad sin trabas, curriculums escolares, calificaciones.
La novela se
revela como una sucesión de momentos deliciosos, al estilo de la novela
inglesa, preñada de exquisitos pasteles, porcelanas, aromas de tés reposados
sus diez minutos correspondientes, reuniones sociales, conversaciones filosóficas,
muebles nobles y citas literarias de alto nivel, alimento para el alma.
En otro orden de
cosas, se sucede un debate entre "El Señor del Sillón” y la Sta. Prim en el que
ella va perdiendo irremediablemente combates por culpa de su infantil intolerancia,
por sus caprichosas reacciones, así se permite la autora representar a la
sociedad en la que vivimos, no faltándole razones para ello. Sin embargo, la
posición de este hombre es imperturbable, está tan seguro de que su verdad es
la Verdad absoluta que el sillón me sugiere el trono de Dios, a veces da la
impresión de que no es humano. Por otra parte la manera en que la instruye me
ha hecho recordar “Los Mundos de Sofía”, —te imprimo una curiosidad y tú sólo
desarrollas tus conocimientos, en la medida de tu ritmo–, pero no olvidemos que
igualmente esa curiosidad está dirigida, aunque tienes las bondades de
desarrollar la proactividad y respetar los “tempos” de cada persona.
La fe es otro
pilar de esta obra, la Sta. Prim es presentada como negligentemente atea y el
Sr. Del Sillón, sentado en el Olimpo de la sabiduría, representa a la verdad
absoluta sin argumentos, porque la fe no los tiene, mientras se produce el
rasgo de intolerancia más aguda de la obra, si la protagonista no cree, no
piensa como él, es inviable una relación amorosa entre ambos. —Esto no quiere
decir que yo no crea, a ver, que me esfuerzo por hacerlo, porque me trae
ventajas emocionales, pero eso de no aceptar el pensamiento ajeno….— Esto me
hace recordar una anécdota de mi amigo Josémari Navascúes que apostató de la
Iglesia Católica, sin embargo, cierto día llamaron a su puerta en el casco
viejo de Bilbao unos Testigos de Geová , mientras le explicaban cómo sería el
Paraíso, dijo desde sus dos enormes dos metros de vasco genéticamente perfecto —Sí
vamos!!!, no creo en la Iglesia Católica Apostólica y Romana, ¡que es la verdadera!, y voy a creerme eso!!!!—
Si tuviera que ponerle un pero a esta novela, sería el uso continuado del laísmo, el laísmo me resulta insufrible, el laísmo me resulta una absoluta catetada, desde luego rebaja la calidad de la obra varios peldaños y no es problema únicamente de la autora, sino de su corrector o correctora. Es tremendo que mientras en nuestro país se esté contínuamente ridiculizando el acento andaluz, los que se creen rozando la perfección del verbo de Cervantes, están reiteradamente dando patadas a nuestra querida lengua. Por favor, hombres y mujeres de letras, les hago un ruego, estúdiense el uso de los pronombres, que tienen sus reglas "leñe"!!!
En fin que os
recomiendo esta obra, deliciosa, alertante, plagada de menciones a Poe, Platón,
Cicerón, a los clásicos en general, que homenajea a escritoras como Jane Austen o a la autora de "Mujercitas" Louisa May Alcott, donde se argumenta a favor de tradiciones
como “muro de contención de la degradación y la incultura”, sosteniendo
argumentos y actitudes supuestamente idílicos pero despiadados e inamovibles,
en mi opinión, tanto o más peligrosos que los que nos impone la sociedad
actual, el hombre no es una isla y es tan difícil que se desarrolle sin
influencias..., además que siendo un ser sociable, estas influencias son
necesarias para su desarrollo, esto me hace suponer que la libertad, la
libertad es otra utopía.
Ana E.Venegas
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