Sara Mesa nació en Madrid en 1976 y se trasladó de niña a Sevilla donde aún vive. Estudió Periodismo y Filología hispánica.
Ha escrito poesía, ensayo, cuento, novela y literatura infantil. Y tiene numerosos galardones como Premio Nacional de Poesía «Fundación Cultural Miguel Hernández», con el poemario Este Jilguero ; el Premio Málaga de Novela, por la obra Un incendio invisible, Premio Ojo Crítico de Narrativa, por Cicatriz, Premio Andalucía de la Crítica por La familia, Finalista del Premio Herralde de Novela, con la obra Cuatro por Cuatro y muchos más.
Algunos de sus temas recurrentes son los abusos de poder, las relaciones cotidianas conflictivas y la búsqueda de la libertad, especialmente en el mundo infantil y adolescente. De su estilo literario se ha destacado su capacidad para crear atmósferas intrigantes, turbadoras, incluso terroríficas sin despegarse de lo reconocible, indagando, metiendo el dedo, hurgando en lances, escenarios y emociones, dando a sus personajes una profunda dimensión psicológica, inquietante a más no poder con una prosa de limpieza desconcertante, escueta y ágil.
Su obra ha sido traducida en EEUU, Italia, Holanda, Francia, Alemania, Grecia, Portugal, Serbia, Dinamarca, Arabia Saudí y Noruega.
En cuanto a “Un Amor”
Es una novela breve, angustiosa, incómoda y honda en la que la protagonista tiene muchas aristas. Escrita con la inmediatez, el estupor y el arroyo del presente y un desarrollo somero de los personajes. Con una trama a la que parece faltarle algo. No sé si por apresuramiento o por voluntad de exigir al lector un esfuerzo de aceptación ante lo que no es necesario saber para leer una historia, que una historia puede ser un paréntesis en un tiempo y un espacio. Podría tenerse el atrevimiento de pensar que la trama no está del todo apuntalada, pero el escritor crea lo que quiere y Sara puede que no quiera contarlo todo. El resultado es que nos quedamos sin saber por qué realmente se despidió Nat de su trabajo, o cual es la historia del Hippie o del Alemán, o cuál es la relación de la vecina del chaletito con Andreas. Y nos escuece, pues sí, es parte de lo que incomoda de esta obra.
En ella se distingue la incompetencia de Nat, la protagonista para aceptar las normas, las advertencias, los convencionalismos del pueblo al que se traslada. Pueblo pequeño, infierno grande. Y no hacer lo que vieres, trae como consecuencia la alienación, la no pertenencia, la incomprensión, la culpa y también problemas. Es una novelación, pero sin duda parte de muchas verdades.
A veces, el no acatar las normas de un lugar tiene más que ver con lo que sucede, los imponderables, que con la voluntad revolucionaria, también con el desconocimiento y la falta de interés en saber cómo funcionan las cosas para mimetizarse. Un forastero es un extraño, pero el extraño puede hacerse cercano si se mezcla y se adapta. Nat no lo hace por desidia, porque tiene pulsiones antinaturales, políticamente incorrectas, como la de emperrarse en quien le ha trocado arreglarle el tejado por entrar en ella y estar un ratito, y por cierta cabezonería. Eso crea un rechazo en el lector que no sabe si sufrir con ella o darle un guantazo. Algo que nos incomoda también.
Y nos incomoda y mucho el personaje del Casero, machista, desaprensivo, con intervenciones demoledoras, con frases reales que he oído antes, el campo es así, todas sois iguales, te voy a dar mandanga, si has estado con otros también conmigo, prefiero tirarme a una cabra. Una auténtica violencia machista con el lenguaje y la comunicación no verbal prototipo que muchas hemos vivido en distinta medida aunque sea vicariamente. Y te apetece que en la obra que es un infierno haya un asesinato, pero no lo hay. Y eso exaspera más.
Sara es una escritora muy seria y muy formada que hace guiños a los grandes de la literatura del siglo XX. La ciudad que ha dejado atrás es Cárdenas, una ciudad inventada donde sitúa gran parte de su obra, como la Santa María de Juan Carlos Onetti o el Macondo de García Márquez. El lugar donde se desenvuelve la historia es La Escapa, a donde ella escapa de la culpa, la humillación de ser perdonada, cuando te perdonan estás en deuda, y la vergüenza que le suponen sus propias acciones que no sabemos realmente las que son, algo más que un robo. La Escapa es un nombre muy interesante para este lugar, ella escapa porque su carácter no es el de afrontar, tiene cierta debilidad, cierta incompetencia, discapacidad a la que no llegamos a ponerle nombre, pero que detectamos que la lleva a más desgracias. Y eso pone muy nervioso al lector.
El lugar tampoco parece el ideal para hacer una cura geográfica, es seco, polvoriento, deprimente, decadente, primitivo, su horizonte se corta con un monte Glauco, borroso, calimoso, opresivo. Su descripción recuerda a Faulkner y el silencio que hay en él recuerda a Malahora de García Márquez. Es un lugar lleno de intrigas, envidias, desconfianzas, esquemas mentales abusivos y opresivos. Roberta, la demente, además le dice que allí nadie se entiende, como si nadie se pusiese con buena voluntad ante el otro, “porque todos hablan idiomas diferentes”, idiomas que no son lenguas sino posiciones que no están dispuestos a mover. Y te hace pensar en el problema de la España vaciada y comprendes el proceso, porque muchas veces esa es la España negra. Aunque, el fenómeno no sea únicamente español.
Entre las características del lugar que es agresivo, y lo que sucede: lo que le aguanta Nat al casero, el intercambio sexual por servicios con Andreas, el perro que se sospecha ha sido maltratado y tiene dentro la maldad del maltratador; con la atmósfera y los sucesos se mastica la tragedia, como si fuese a explotar algo o todo de un momento a otro. Y sucede lo del ataque del animal, la injusticia de culparla a ella, que también es responsable por empeñarse en cambiar lo que ya no tiene solución. Aunque también los padres de esa niña que entra en una propiedad ajena son culpables y a nadie se le ocurre hacerlo. Y todos juzgan, y todos saben y cuchichean y castigan con la muerte social. Y luego el abuso sexual, que es un abuso de poder, y la indefensión, la incapacidad para la reacción y parece que el lector va a tirar al libro con toda la angustia que contiene pero, aguanta con la esperanza de que la protagonista explote, sin embargo, no lo hace.
La obra se constituye de hechos, de momentos, de reacciones pero no de ideas explícitas, sólo al final Pag. 184 se reflexiona sobre Nat: “Se siente invulnerable… Su inmunidad viene de haber salido del tiempo que vivía”, salir del momento y no sólo con el cuerpo, también con la mente, “su memoria se ha encogido… Las reliquias sentimentales no merecen la eternidad”- Pero el lector no se alegra, cómo puede tener la insensibilidad de no estar traumatizada por lo que le ha ocurrido? Vuelves a tener ganas de abofetearla. Finalmente realiza otra cura geográfica, de esa curas que la experiencia nos enseña que no sirven porque te llevas el problema contigo siempre que el problema seas tú. Un personaje irritante.
Me gustan las alusiones al trabajo de traducción, la dificultad de llevar no palabras sino intenciones de un escritor a un libro y que funcione como si fuese el original. Supone un esfuerzo de estiramiento de las palabras, de maleación y de búsqueda del término, no exacto, sino correcto.
Finalmente, me detengo en el título, "Un Amor", ¿qué amor, se puede tener amor empezando por una necesidad de la que se aprovecha un señor para usar el cuerpo de la protagonista?, ¿es amor la obsesión final de ella por el alemán?, ¿es amor si no hay comunicación?, ¿es éste un amor no deseable?, ¿de qué amor hablas Sara?, ¿es un a licencia cínica?, creo que sí.
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