A las 7.15 de la mañana, con puntualidad mucho más que británica, salió el primer autobús hacia el cruce de los Alamillos con destino a una deliciosa y energética tostada con manteca de zurrapa de lomo, de hígado o aceitito con ajo que los vampiros no estaban convocados a la travesía.
Se necesitaron 9 autobuses para subir a todos los participantes, 350 senderistas dispuestos a pasar un día estupendo entre impresionantes paisajes y buenísima compañía. Ya a esa hora me empecé a dar cuenta del pantagruélico trabajo de organización que habían realizado Huércano y sus colaboradores. El desayuno se sirvió entre la Venta de los Alamillos y varios bares de Grazalema, escalonadamente, según llegaban los autobuses, éramos muchos y comimos todos y comimos bien.
A las 9.30 dejamos Grazalema, ante la sorpresa de sus paisanos y turistas que copaban toda la serranía, aprovechando el puente, empezamos a subir hacia el nacimiento del río Guadalete en el Puerto el Boyar, seguimos hacia el Salto del Cabrero donde nos reagrupamos, nunca mejor dicho porque éramos una serpiente de color, propia de los abanicos de la Vuelta a España, bajando y sizagueando por los senderos, uno detrás de otro, hasta 350, cuando los encontrábamos a algún excursionista en dirección contraria tenía que esperar paciente más de media hora para poder continuar o salirse del sendero porque le venía una auténtica marabunda de alegres y chistosos participantes.
Luego tras el Puerto de D. Fernando, Francisco Cabello, profesor y estudioso de la orografía e historia de la zona, nos hizo un estupendo retrato histórico, físico y social, con anécdotas sobre la conquista de Isabel la Católica de los territorios que eran árabes y antes fueron romanos, con el impresionante paisaje calizo, ante un horno de cal y la presencia de cabras montesas que nos observaban. Bajamos el Arroyo del Pajaruco y atravesamos el coqueto y perdurable Puente Romano, ya no se construye así, hasta llegar a Benaocaz.
En Benaocaz, avituallamiento, cervecita, de botellín, la más buena del mundo y es que el esfuerzo había sido ímprobo, ya no por la dificultad de la travesía, sino por las condiciones del terreno, había estado lloviendo hasta el mismo momento de iniciar la ruta. Las "pergañas" eran colosales, la arcilla estaba propia para modelar un portal de Belén entero, resbalones, culazos, pero nada de importancia, nadie resultó lesionado que ya es salirse de la estadística con todos los que éramos y las condiciones del terreno.
Carlos Huércano aparareció detrás de la barra, lo mismo dirigía la expedición que se convertía en barman, luego me confesó que lo había pasado mal por la responsabilidad y la imposibilidad de controlar todas las variables. Sin embargo espero que la satisfacción del trabajo bien hecho y lo que nos hizo disfrutar a todos lo motive a organizar nuevas "Petaquinas".
Ya repuestos continuamos hacia Ubrique por la Calzada Romana, si se hicieran así las obras públicas en la actualidad, otro gallo nos cantara. La Calzada es una auténtica maravilla tiene centenares de metros intactos donde se pueden observar las canalizaciones para el desalojo de lluvia para que perdurase la obra. Llegados a Ubrique la policía nos escoltó entre aplausos de los Ubriqueños hasta la Peña Sevillista donde nos agasajaron con unos garbanzos con callos "al dente" y de estupendo sabor.
De camino a Marbella empecé a notar el cansancio, ahora estoy en mi despacho, escribiendo envuelta en mi bata de guatiné, dolorida y satisfecha. Fue un día estupendo, me reuní con compañeros del colegio y del instituto, con paisanos que no veía hacía tiempo y me sentí en casa, una casa con historia, solera y mucha, mucha categoría.
Ana E.Venegas
Muchas gracias..
ResponderEliminar