¿Estarán hablando entre sí?
Y el sexo, el alcohol, el tabaco, el sol, el azúcar y la sal, por citar sólo algunos ejemplos, también son inocentes. Los efectos indeseados son consecuencia de su uso inadecuado o abuso. Algunos sólo suelen afectar a la salud física como el exceso de sol, azúcar o sal. Los otros, junto a las nuevas tecnologías, el juego y las drogas, alteran además el comportamiento de la persona. La Asociación Proyecto Hombre considera que existe una conducta adictiva cuando “aparece pérdida del control, fuerte dependencia psicológica, pérdida de interés por otras actividades y una interferencia grave en la vida cotidiana.Se produce una actividad de intensidad desproporcionada, frecuencia exagerada y un alto grado de entorpecimiento de la vida familiar, social y laboral”.
La aparición del libro debió de ser una revolución
Las nuevas tecnologías, -aceptemos el calificativo de novedad por el cambio constante al que están sometidas-, aparecieron inicialmente para satisfacer necesidades en el ámbito militar, educativo y empresarial. Más tarde se generalizó su uso en la vida cotidiana, incluso en países que tienen sin cubrir carencias mucho más perentorias, como la salud, la alimentación o el suministro de agua potable.Aumenta continuamente el número de padres preocupados por la adicción de sus hijos, cada día de menos edad, a los diferentes aparatos tecnológicos: teléfonos inteligentes, videojuegos, portátiles, tabletas, reproductores de música, etc., al tiempo que lo hace la frustración de educadores que se ven imposibilitados para impedir su uso en las aulas. Se incrementa el número de consultas a profesionales de la psicología y de las entidades que trabajan con adicciones para tratar situaciones de pérdida absoluta de control por parte de usuarios compulsivos. La tentación suele ser la de intentar prohibir el uso de estos elementos de reciente aparición en nuestras vidas, por aquello de que lo fácil en cualquier conflicto es situarse en el todo o el nada. No estuvimos allí pero es previsible que la aparición de inventos y novedades a lo largo de la historia produjera en cada momento cierta revolución en las conductas. Lo que, una vez más, nos hace diferentes ahora es la velocidad y globalización de los cambios.
Paneles interactivos en las ciudades
Internet, el correo electrónico, los buscadores, las redes sociales, la digitalización de cualquier soporte en suma, ha supuesto un avance soberbio en todos los campos de la vida, la gran mayoría para bien. Por el reverso de la moneda también han aparecido riesgos nuevos y tentaciones de abuso de poder, pero cada paso que ha dado la civilización siempre acarreó algún conflicto. Hemos de apoyar la innovación tecnológica en permanente desarrollo pero debe esperarse de nuestra capacidad de raciocinio un uso adecuado de este gran avance que el cambio de siglo nos trajo. Ahora bien, ¿qué es un uso adecuado? Se han publicado cientos de libros y artículos desde todos los países del orbe y áreas de conocimiento intentado dar respuesta a esta pregunta, tras detallar los problemas que el uso indebido está produciendo como fenómeno todavía no bien tratado. Es del todo imposible, por tanto, intentar simplificar la respuesta pero yo tengo una que me sirve y por tanto la comparto:
Un uso adecuado de las nuevas tecnologías, para quien no tiene en ellas su propio trabajo o profesión, es aquel que las trata en cada momento como un instrumento al servicio de los propios fines y no como un fin en sí mismo.
Un libro, un tocadiscos, un teléfono fijo, un cuaderno y un bolígrafo, la radio, la televisión o el periódico impreso, fueron siempre instrumentos útiles al servicio de la cultura, el saber, la comunicación o el trabajo. Nunca se nos ocurrió convertirlos en fines ni, que se sepa, crearon conductas adictivas relevantes. Es la inmediatez, la interactividad, el atractivo visual, la asequibilidad y la miniaturización lo que las ha convertido en potenciales adictivos.
La oferta de tecnología digital es inabarcable
Recordemos la nota característica de conducta adictiva: “pérdida de interés por otras actividades e interferencia grave en la vida cotidiana”. Las nuevas tecnologías son prácticas, útiles y baratas pero sobre todo son inocentes. Está en nuestra libertad de elección el uso que hagamos de ellas. Estemos atentos si observamos en nosotros mismos o en personas cercanas ese proceso de interferencia: ¿Somos capaces de mantener una conversación cara a cara sin mirar el móvil? ¿Nos sentimos tranquilos si durante toda una mañana o una tarde no hemos consultado los correos electrónicos o los mensajes? ¿Podemos, sin padecer ansiedad, estar totalmente “desconectados” 24 horas seguidas? Si alguna de estas respuestas es negativa, deberíamos hacérnoslo mirar. En el fondo subyace un enorme egocentrismo: nos creemos imprescindibles y nos parece que nuestra presencia y atención permanentes es vital para los demás. No dejemos que sólo la muerte nos convenza de lo contrario: todos somos perfectamente prescindibles.
Luis-Domingo López. Vicepresidente de Horizonte Proyecto Hombre Marbella