Never until the mankind making
Bird beast and flower
Fathering and all humbling darkness
Tells with silence the last light breaking
And the still hour
Is come of the sea tumbling in harness
And I must enter again the round
Zion of the water bead
And the synagogue of the ear of corn
Shall I let pray the shadow of a sound
Or sow my salt seed
In the least valley of sackcloth to mourn
The majesty and burning of the child's death.
I shall not murder
The mankind of her going with a grave truth
Nor blaspheme down the stations of the breath
With any further
Elegy of innocence and youth.
Deep with the first dead lies London's daughter,
Robed in the long friends,
The grains beyond age, the dark veins of her mother,
Secret by the unmourning water
Of the riding Thames.
After the first death, there is no other.
Este poema se magnifica ante la declamación de su autor. Su tono de voz hasta la línea 13, donde aparece el primer signo de puntuación, denota un estado de shock, una negación ante la muerte gratuita y absurda de una niña quemada, en los incendios de un bombardeo durante la segunda Guerra Munidial en Londres. La estructura alternando versos largos y cortos denotan una psique alterada, trastornada. Sus continuas aliteraciones y rimas acercan lo inevitable, la cadencia de la aplastante realidad.
Las metáforas y los dobles sentidos de "grave truth", entre la tumba y trascendencia del hecho, el simbolismo religioso en el centro de la espiritualidad de "Zion", las venas negras por el sufrimientod la madre y el padre, el del río hacen de este poema una maravilla encriptada, que como una melodía te lleva a un estado de ánimo ideal para concentrarte y descifrar el verdadero contenido. Hay que intentar darle un significado global, la idea de que la vida y la muerte forman parte del mismo ciclo, que ocurran estos hechos es tan normal como escandaloso.
El último verso es un lamento y una aceptación de la dificultad de la vida "After the first death, there is no other", una vez abierta la caja del espanto sólo es posible el dolor pero no el desconcierto.
Negativa a lamentar la muerte de una niña quemada en Londres
Jamás hasta que la humanidad hacedora
de la bestia, el pájaro y la flor,
del procrear y toda la oscuridad humillante,
diga con el silencio la última luz rompiente
y la hora tranquila
haya venido desde el mar brincando en su montura,
y yo deba penetrar de nuevo
en el redondo Zion de la burbuja de agua
y en la sinagoga de la espiga
dejaré que la sombra de un sonido rece
o sembraré mi simiente de sal
en un mínimo valle de cilicio, por lamentar
la majestad y el arder de esta muerte de niña.
No asesinaré
la humanidad de su partida con una verdad grave
ni blasfemaré por las estaciones del aliento
con alguna tardía
elegía de inocencia y juventud.
Honda, con los primeros muertos yace la hija de Londres
ataviada por los amigos perdurables
los granos sin edad, las venas oscuras de su madre,
secreta junto al agua sin quejas
del Támesis jinete.
Tras la primera muerte ya no hay otra.
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