martes, 3 de diciembre de 2013

Joseph Conrad: “El Corazón de las Tinieblas” o “Heart of darkness”


  
  Nos encontramos ante una de las obras más famosas del escritor polaco, relato largo o novela corta, da igual, lo verdaderamente importante es el horror que encierra, la soledad, los abusos de los colonizadores sobre los sometidos, la violencia del miedo y el pavor a racionalizarlo…. 

    A bordo de un buque británico un marinero, el narrador, relata la historia que el Capitán Marlow contó al resto de la tripulación en otra ocasión,  enfocada en un viaje que hizo por el río Congo, narración dentro de la narración. Desde un punto de vista estructuralista nos encontramos con una presentación enrevesada que presagia los retorcidos sentimientos que sufre el protagonista. Por lo demás, el relato es lineal una vez ha empezado la historia del capitán, con un lenguaje precioso, profundamente descriptivo, que no impide el uso de palabras comunes y frases claras. Abundan los símiles, las metáforas, las hipérboles y toda figura que sirva para expresarse poéticamente en prosa.

 Si atendemos el enfoque historicista reconocemos que el Congo fue una colonia Belga y el rey Leopoldo II se enriqueció a costa de su esquilmación. Mandaba barcos cargados de hombres sin capacidad crítica, que se embrutecían más, por su posición de poder sobre los nativos y por el dinero que como migajas cae sobre los intermediarios de los grandes explotadores. Los mismos barcos volvía llenos de marfil, caucho y de la sangre de los Congoleños que eran tratados como animales de carga, sometidos, humillados, abatidos, usados... Se sabe que la población Congoleña disminuyó un 50% durante la colonia y que sus habitantes vivieron un infierno, siendo uno de los mayores crímenes el atentado contra sus tradiciones, resultando envilecidos por el alcohol, el poder y la avaricia del hombre blanco, perdiendo los valores propios de los seres que conviven con su entorno, animal o vegetal, que aman y respetan la madre tierra.
    Marlow nos ofrece la narración de un horror, una atmósfera terrible de agreste naturaleza, donde los negros acechan como animales endemoniados prestos a producir las más salvajes heridas en los colonos. Hubo un párrafo que me sobrecogió, cuando yendo río arriba reflexiona sobre la horrible inhumanidad de los habitantes, por sus ropas, sus costumbres, sus modales, sus pinturas, sus negras pieles y sus ojos grandes y ensangrentados. Finalmente se siente espantado al pensar que esa horripilancia pudiera ser humana. En el interior de Marlow se produce una lucha entre los estereotipos de salvajes y la legitimidad de las humanidades diferentes. Muchos críticos colonialistas han visto en esta obra la prueba del racismo de Conrad, sin embargo, en mi opinión creo que es más acertado pensar que el autor hace reflexiones que otros aventureros o colonizadores no se hacen. Sería terrible que esa gente con esas costumbres y ese fiero aspecto fuese humana, pero más terrible sería que lo fuesen y que el hombre blanco se creyera superior, que estuviera dispuesto a “Suprimir las Costumbres Salvajes”, con la arrogancia de quien ve el salvajismo en el ojo ajeno y no en el propio. Otra reflexión gloriosa es cuando habla de los orígenes de Kurtz y dice que es mitad británico, mitad francés, lo que lo hace producto de la educación europea. También es muy demostrativa la reflexión que se hace al valorar que los salvajes no están atacando sino que se están defendiendo.

    Nada más llegar al Congo Marlow empieza a oír nombrar a Kurtz, un valioso empleado de la compañía que se ha adentrado en la selva, movido por su propia ambición, de forma que consigue marfil para mandar al rey y también para quedárselo él, negocio por negocio. Sin embargo comete el error de mezclarse con los nativos, aceptar algunas de sus costumbres, su forma de vida en cabañas, introduciéndose en un proceso de pérdida de la razón, de desconexión con su propia cultura. Los nativos lo consideran un rey y él se comporta como un ser endiosado. Kurtz es codicioso, excéntrico, megalómano y culto, lo que lo pone maquiavélicamente en situación de poder ante los demás blancos, hombres sencillos pero embrutecidos y los salvajes, que no comprenden de ambición ni de propiedad.

     No quiero desaprovechar la ocasión para señalar, desde un punto de vista feminista que no hay ni una sola mujer en situación de poder en toda la obra, de hecho la mujer es casi inexistente, sólo un objeto más en la memoria y en las pinturas de Kurtz. Paralelizando con Margaret Bishop, la guerra, es cosa de gallos.

Ana E.Venegas

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