Esta tarde en
la tertulia de AMUM en el Marbella Club vamos a debatir en torno a esta novela
peculiar de Gabo, desentrañaremos al dictador genérico, al sentido del humor
basado en el absurdo inteligente de bases realistas, al estilo garciamarqueño
más retante y a la belleza de una prosa mágica como el ambiente que crea.
En primer lugar debo reconocer que estoy rendida a los pies del talento creativo y literario de este inmortal escritor, ¿envidia?, no funciono así, este sentimiento no es mi fuerte, pero sí admiración, sí deseo de hacer de su sombra, de devorar su obra, de profundizar en su técnica, de leer de forma consciente, degustando sus arriesgadas aventuras entre punto y punto, su delirante ritmo “comiano”, los faralaes “adjetivísticos”, el devenir abrupto “flashbackiano”, ¡ah! Y la historia… Qué don divino puede tener un escritor para imaginar siquiera a un ser tan ridículamente poderoso como desgraciado, tan mezquino como inconsciente, tan peligroso como indefenso. Aquí estoy, como alumna entregada, como grupie catecúmena que se conforma con que alguna vez la troposfera me traiga una brizna de ese aire que Gabo respiró.
Tras este desahogo emocional voy a empezar
proponiendo un matiz que probablemente pocas personas hayan considerado y es el
sentido del humor de esta obra. Tengo que reconocer que soy muy complicada en
este aspecto, a mí, los humoristas televisivos no me hacen gracia, el caca,
culo, pedo, pis no me divierte, soy más de humor elaborado, de situaciones
absurdas, de dobles o triples sentidos, de juegos de palabras, mi serie
favorita es The Big Bang Theroy, y me he divertido mucho recreando las
descripciones en mi mente. La primera escena con el dictador picado por los
carroñeros gallinazos, que han respetado la potra, rodeado de postas, de sofás comidos
por las vacas dentro del decadente Palacio Presidencial me ha parecido el colmo
de la ironía, del despropósito, así, de estas situaciones histriónicas está
llena la obra, no se me puede olvidar el tour de la muerta, retocada todos los
días por maquilladoras para disimular la corrupción de una madre obligada a ser
santa para tener entretenido al pobre dictador, para que se perdiese en sus
supersticiones y dejara hacer a la oligarquía realmente poderosa.
El
Dictador, su figura, es otra genialidad de García Márquez, ha construido una
hipérbole hipotética, un estereotipo de tirano, supersticioso, crédulo de vaticinios
y santerías, analfabeto, básico en sus instintos sexuales, animales, poco
elaborado, sólo, sin amigos, sin amor, sin familia, cruel, con la crueldad del
humano que no ha desarrollado su emotividad, caprichoso, manipulable, peligroso
como sólo un animal herido puede serlo, que impone la hora pero que en realidad
está supeditado a potencias extranjeras, un hijo sin figura paterna,
ilusoriamente feliz, en un delirio de poder que desperdicia la vida propia y
las ajenas, perdido en una patraña.
Su
sociedad, también es un estereotipo, un pueblo de pobres, abusados como fuerza
de trabajo, como carne donde clavar sin bajarse los pantalones, un pueblo de
desamparadas usadas como masa de desahogos, dos son las mujeres que se
distinguen en la obra, su madre, Bendición Alvarado, a la que los poderosos
usan hasta muerta y Letizia Nazareno, una novicia que le raptan para tenerlo
entretenido y que se vuelve peligrosa al querer darle estatus de persona.
Letizia Nazareno es uno de tantos nombre plagados de significados, éste encarna a la alegría y la penitencia pero también tenemos otros como los de los coches que plagaban el garaje presidencial: El furgón de la Peste, La Carroza del Año del Cometa, Coche Fúnebre del progreso dentro del Orden...
Letizia Nazareno es uno de tantos nombre plagados de significados, éste encarna a la alegría y la penitencia pero también tenemos otros como los de los coches que plagaban el garaje presidencial: El furgón de la Peste, La Carroza del Año del Cometa, Coche Fúnebre del progreso dentro del Orden...
En dos
ocasiones, el dictador es consciente de que el enemigo está en casa y comete la
atrocidad de cocinar a uno de sus generales y hacer que los demás se lo coman. Son
los peligros del poder en manos de un amoral, sin escrúpulo, sin valores ni
cultura, “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Y Zacarías se perpetúa en el
poder por más de cien años, incluso muere dos veces, la primera suplantado por
su doble, que de esto también ha habido en la realidad de otros dictadores. Su
poder es tan ilimitado que incluso sus vacas nacen con su yerro puesto, eso
también es síntoma de su realismo mágico, la mezcla de lo posible con lo
imposible, del engrandecimiento y de la mentira, el tirano tiene una ingente
cantidad de concubinas de las que nacen hijos sietemesinos, ordeña todos los
días, ve las Carabelas de Colón llegando a América, artificios fabuladores que
se suman a la sensación de atemporalidad, irrealidad, incluso eternidad a la
que engulle el poder de la naturaleza que vuelve a convertir el espacio en
floresta.
La novela
está dividida en seis apartados, separados por los únicos cinco únicos puntos y
aparte de toda la obra. Entre ellos frases maravillosas, enlazadas en una
coordinación rítmica que incrementa la musicalidad de la ya estimulante prosa
poética, es un complemento perfecto para crear el ambiente envolvente en el que
te sumerges siempre que consigas involucrarte y concentrarte, ésta no es una
obra para leer viendo la televisión, es un reto intelectual que te exige
colaboración y que te paga con creces el esfuerzo. La estructura narrativa es
complicada, empieza en tercera persona, un narrador omnisciente que nos puede
contar como visitante activo del Palacio Presidencial el irracional estado del
edificio y el estado del cadáver del Dictador. Posteriormente el narrador pasa
a estar en primera persona y es el propio dictador el que desgrana gran parte
de sus hazañas, así como otros narradores que también lo hacen desde su punto
de vista. Eso sí, no hay diálogo, no hay acción en presente, el laberinto
sintáctico es una manguera abierta de material descriptivo que cuesta trabajo
cerrar por la inexistencia de pausas, aquí la coma es la reina de la fiesta, y
ante una coma uno no se puede parar, ella, la coma te está pidiendo más, más y
más de forma insaciable hasta el final, ¡qué gran entrenamiento para la
acometida anual del “Ulises”! de Joyce.
Los tropos
se convierten en el lenguaje habitual, la conceptualización en términos de
otras imágenes provocan una complicidad con el autor que va aumentando según te
sumerges y lo vas conociendo, según te va educando, los juegos de palabras, las
metáforas, hipérboles, metonimias, te trasladan a un estrato mágico, irreal con
fundamento en la experiencia de la esencia humana.
En
conclusión, sería muy difícil poder extraer en una sola tertulia la profundidad
y belleza de “El Otoño del Patriarca”, obra que sin desmejorar a otras del
estilo de “tiranos” tiene el plus de la técnica de García Márquez. Léanla, pero
háganlo sin prisas, reléanla porque merece la pena disfrutar del néctar de las
palabras, confieso, lo confieso, yo clamo, San Gabriel García Márquez que estás
en los cielos, intercede por mí para que un ramalazo de tu talento incida sobre
mí, aunque sea sólo para hacer una buena frase de inicio del tipo de la de esta
obra o la de “Cien Años de Soledad”:
“Durante el fin de semana los gallinazos se metieron
por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de
alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el
interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos
con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza.” (“El
Otoño del Patriarca”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario