Hace una semana
tuvimos en el espacio sobre los eventos culturales de Ondacero Marbella al
escritor Alejandro Pedregosa, Pepo, como se le conoce entre sus amigos de
Marbella y Granada. Nos trajo bajo el brazo el pan de la literatura en forma de
nueva novela, un sugerente título y una edición preciosa, propia de los que
juegan en primera división.
El extrovertido
escritor nos presenta en esta ocasión una novela con un fondo comprometido con
los malos tratos y los abusos de género, con otros temas actuales como la
corrupción política, la vida del artista siempre un poco al margen de la
velocidad del mundo y el heroísmo silenciado de muchas mujeres aguerridas que
se ponen a los que sufren y a sus viejos a las espaldas para tirar de este
mundo, dejando que otros crean que lo sustentan.
Estos temas que
subyacen no son un obstáculo para poder disfrutar de una historia con cierta
tensión que aumenta en la segunda mitad del libro y que consigue una buena
carga de emoción en la lectura. Los personajes se apoderan del lector que sufre
ante los malos malísimos y se regocija con los pecados de antaño, en un impulso
empático que nos lleva a ser mejores y a no tener esquemas mentales rígidos.
El lugar donde se
desarrolla la historia es un personaje más, un valle aislado que puede estar
inspirado en el Valle de Baztán en Navarra. El hotelito o la borda están rodeados
de la naturaleza más salvaje que se pueda pensar en el Mediterráneo,
protegiendo a sus habitantes de un mundo exterior peligroso. Este lugar me ha
hecho pensar en algunos ejemplos del realismo mágico de García Márquez o
incluso de Vargas Llosa, un lugar cualquiera muy particular.
La música de Juan
Manuel Serrat recorre la historia, la fundamenta, le da pasado y la deja aullando
en el futuro, es la que da sentido al personaje narrador y dota la obra de
cierto gusto multisensorial que aprecio tanto en los fenómenos artísticos.
La novela de
Alejandro Pedregosa está impecablemente escrita, con frases cortas que imprimen
un ritmo ordenado que nos deja ver la importancia que el autor da a la
herramienta de comunicación, la lengua castellana. La estructura es sencilla
permitiéndonos ver con claridad la importancia de los temas que subyacen, la
construcción de los personajes y ese ambiente de realismo mágico a la española
que Alejandro ha sabido hacer llegar al lector zambulléndolo en él.
Finalmente, no se
pierdan la belleza del episodio que protagoniza el pianista y el lobo, ¿símbolo?
No sé, aún lo estoy digiriendo.
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