Paul Auster ha salido de su encierro para
mostrarnos que lleva más de tres años bailando, realizando pasos de ballet a
ritmo de una música que se desliza entre párrafos y palabras. El autor estira
sus manos en un gesto delicioso y natural, nos invita a su coreografía libre, a
asumir los imprevistos y circunstancias de la vida, a incorporarlas a nuestra
melodía vital como una parte de la pieza que continúa andante, sin retroceso. De
tanto danzar, Auster consigue que movimientos de gran complicación resulten
etéreos, sí, es verdad que junto a nuestros objetivos e ilusiones camina el
destino, el azar, lo incontrolable, la vida, aunque pueda cambiar de raíl por
motivos azarosos, sigue su devenir con la constancia y la naturalidad de un río
africano.
Si se
pudieran hacer catedrales o el mismísimo escorial con un papel y un bolígrafo,
Paul Auster habría realizado uno de los más grandes y complejos. Durante casi
mil páginas, el neoyorkino, tras siete años de sequía de ficción, ha contado la
historia de Archie Ferguson, la niñez, la adolescencia hasta los veintitantos
años, la época más importante de la persona, donde se construyen los cimientos
de su carácter, sus objetivos, deseos, gustos, formación, relaciones para toda
la vida…
La genialidad de Auster es que ha
biografiado a cuatro Fergusons, cuatro chicos con la misma madre y el mismo
padre, con el mismo amor por el deporte, la literatura, el cine, la música, con
el mismo ascendiente judío, que en determinados momentos, circunstancias de la
vida, se dirigen por caminos diferentes, porque surge el azar, lo imprevisto,
lo fuera de control, la muerte de un padre, un accidente, la separación de sus progenitores,
problemas económicos. Sin embargo, todos
tiene una vida, más corta o más larga que ese es otro tema, pero que hay que
tomar con la sabiduría de que el juego es así.
Para poner en pie estas cuatro historias en
una, Auster va desgranando capítulos con epígrafes para cada uno de los Archies
y como la vida misma, van desapareciendo epígrafes a lo largo de los capítulos
del libro, lo que me llevó por el recuerdo a la gran Agatha Christie y su obra
“Diez Negritos”.
Esta
estructura, como la de una gran construcción, ha debido suponer un trabajo y
una concentración gigantes para mantener la coherencia, más si cabe, por que es
obvio que el autor ha preparado el camino para que el lector no sienta la
dificultad, para que no se pierda, para que no se aburra, para que no deje el
libro en la página trescientos, aun sabiendo a esas alturas el misterio que
subyace ya está desvelado. Así, sentimos que muchas de sus historias de la
historia están dejadas en las veredas como miguitas de pan, como las
referencias en la narración a hechos anteriores que nos sitúan justo en el
Archie que en ese momento estamos viviendo. Desde el principio
nos entrena para el “y si…”, “qué hubiera pasado sí…”,
con detalles como la historia del hombre que va por un camino y tiene tres
historias dependiendo de la vereda que elija en las trifurcación.
La novela además tiene otros muchos
atractivos como el hecho de que ser bisexual quizás sea también cuestión de que
se den las ocasiones para experimentarlo, más azar; o la necesidad de Auster de
traer su pasión por la literatura y el cine como parte autobiográfica y sin la
que él no concibe ninguna existencia. Todos los Fergusons tienen relación con
las letras, con el periodismo, la redacción de relatos, el estudio de obras o
la pasión por ellas. Por este motivo, nos deleitamos con el homenaje a autores
clásicos como Montaigne o Voltaire, modernos como García Lorca o Kafka, con
contemporáneos de los sesenta que es en la época que está ambientada la
narración. Igual ocurre con el cine. Y es una delicia leer algún relato de uno
de los Fergusons, como el de “los zapatos”, en el que el escritor cuenta la
narración para no pervertir la esencia del estilo de un chaval de catorce años,
el autor no deja detalle al libre albedrío, aunque el lector no lo nota, una
genialidad.
Aprovechando todas las experiencias vitales
que pueden tener cuatro niños, adolescentes o jóvenes, Auster trae a la
palestra la educación castrante que inhibe la creatividad o el pensamiento
progresista estadounidense en relación con la Guerra de Vietnan, la lucha por
los Derechos Sociales de los afroamericanos, las represiones policiales de
orden político, la liberación sexual de la mujer a través del uso de
anticonceptivos y del aborto, o la
dificultad del empleo de escritor
referente a lo que nos regala la cita de Poe que dice “Lee mucho,
escribe mucho, publica poco, mantente alejado de cosas insignificantes y no
temas nada”, también advierte de que si decides ser escritor estarás mucho tiempo
solo, muchas horas, no te leerán y es muy probable que no salgas de pobre.
Cada Ferguson, es el virtuosismo de Paul
Auster, tiene un carácter diferente, su vida tiene una velocidad distinta, se
mueve en entornos propios y el lector consigue apreciarlo con el estilo
literario que el autor usa para cada uno. Por ejemplo, uno es un aspirante a
periodista, atento al mundo, observador, capaz de contar la actualidad, otro es
un escritor de narrativa, más introspectivo y nos da pie a ver el proceso de
creación, la soledad, la incomprensión y dificultad de ese ecosistema. La
diferencia de cada uno de los chicos está con las circunstancias que tienen que
lidiar, problemas económicos, el matrimonio de sus padres, la muerte del padre…,
imprevistos.
Lo inesperado afecta nuestras vidas por más
que tengamos objetivos y capacidades para resolver situaciones. Todos tenemos
que enfrentarnos a lo inesperado, la “mecánica de la realidad”, las cosas raras,
las que no están en el programa, el “show” sigue pese a ellas, “show must go on”
que nos dejó el gran Freddy Mercury:
Auster es un genio de la palabra y de
estructura superiores, de catedrales de contenido, un hombre de una gran
cultura, la destila en todas sus obras, el conocimiento de la literatura
universal, la música, el arte de todos los tiempos, el Contemporáneo por
supuesto, es un Neoyorkino que ha echado la piel en el MOMA, y se le nota. El
autor es un amante de la Vieja Europa, conoce nuestro país y es un orgullo
apreciar sus referencias en momentos en los que no nos queremos ni nosotros. A
la vez, es un hombre comprometido y no desdeña el momento de hablar de temas
como la sexualidad, la diferencia, la libertad de pensamiento, la liberación de
la mujer, los derechos sociales, las guerras imperialistas y hechos tan
conocidos y traumáticos para él y su nación como fue el asesinato de Kennedy o
las revueltas estudiantiles y de los afroamericanos en la época que se
desarrolla la parte más determinante de los Fergusons.
Finalmente, os recomiendo que os sumerjáis
en la lectura, sin prisa, con deleite, para disfrutar, para maravillarnos del
tiempo, del azar, para pararnos de vez en cuando y apreciar detalles como que
hay cuatro Archies, cuatro direcciones como los puntos cardinales, que nosotros
también somos una de las direcciones que pudo tener nuestra persona, y
construir pensamientos sobre un intervalo de nuestras vidas que seguro
recordamos como importantísima, por más que fuesen sólo diez doce años de ella.
Porque la apreciación de la magnitud del tiempo es cuántica, depende de la curvatura
del plano, que depende del peso en nuestra existencia.
Me ah encantado! Gracias!
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