(Salzburgo, actual Austria, 1756 - Viena,
1791) Compositor austriaco. Franz Joseph Haydn manifestó
en una ocasión al padre de Mozart, Leopold, que su hijo era «el más grande
compositor que conozco, en persona o de nombre». El otro gran representante de
la trinidad clásica vienesa, Beethoven, también confesaba su veneración por la
figura del músico salzburgués, mientras que el escritor y músico E. T. A. Hoffmann consideraba
a Mozart, junto a Beethoven, el gran precedente del romanticismo y uno de los
pocos que había sabido expresar en sus obras aquello que las palabras son
incapaces de insinuar siquiera.
Son elogios elocuentes acerca del
reconocimiento de que gozó Mozart ya en su época, y que su misteriosa muerte,
envuelta en un halo de leyenda romántica, no ha hecho sino incrementar. Genio
absoluto e irrepetible, autor de una música que aún hoy conserva intacta
toda su frescura y su capacidad para sorprender y emocionar, Wolfgang
Amadeus Mozart ocupa uno de los lugares más altos del panteón de la música.
Hijo del violinista y compositor Leopold
Mozart, Wolfgang Amadeus fue un niño prodigio que a los cuatro años ya era capaz
de interpretar al clave melodías sencillas y de componer pequeñas piezas. Junto
a su hermana Nannerl, cinco años mayor que él y también intérprete de
talento, su padre lo llevó de corte en corte y de ciudad en ciudad para que
sorprendiera a los auditorios con sus extraordinarias dotes. Munich, Viena,
Frankfurt, París y Londres fueron algunas de las capitales en las que dejó
constancia de su talento antes de cumplir los diez años.
No por ello descuidó Leopold la formación
de su hijo: ésta proseguía con los mejores maestros de la época, como Johann Christian
Bach, el menor de los hijos del gran Johann Sebastian
Bach, en Londres, o el padre Martini en Bolonia. Es la época de las primeras
sinfonías y óperas de Mozart, escritas en el estilo galante de moda, poco
personales, pero que nada tienen que envidiar a las de otros maestros
consagrados.
Todos sus viajes
acababan siempre en Salzburgo, donde los Mozart servían como maestros de
capilla y conciertos de la corte arzobispal. Espoleado por su creciente
éxito, sobre todo a partir de la acogida dispensada a su ópera Idomeneo,
Mozart decidió abandonar en 1781 esa situación de servidumbre para intentar
subsistir por sus propios medios como compositor independiente, sin más
armas que su inmenso talento y su música. Fracasó en el empeño, pero su
ejemplo, a la par también de los cambios sociales introducidos por la Revolución Francesa,
señaló el camino a seguir a músicos posteriores; Beethoven o Schubert,
por citar sólo dos ejemplos, ya no entrarían nunca al servicio de un mecenas o
un patrón.
Tras afincarse en Viena, la carrera de
Mozart entró en su período de madurez. Las distintas corrientes de su
tiempo quedan sintetizadas en un todo homogéneo, que si por algo se caracteriza
es por su aparente tono ligero y simple, apariencia que oculta un profundo
conocimiento del alma humana. Las obras maestras se sucedieron: en el
terreno escénico surgieron los singspieler El rapto del
serrallo y La flauta mágica,
partitura con la que sentó los cimientos de la futura ópera alemana, y
las tres óperas bufas con libreto de Lorenzo Da Ponte Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte,
en las que superó las convenciones del género.
No hay que olvidar la producción
sinfónica de Mozart, en especial sus tres últimas sinfonías, en las que
anticipó algunas de las características del estilo de Beethoven, ni sus siete
últimos conciertos para piano y orquesta. O sus cuartetos de cuerda,
sus sonatas para piano o el inconcluso Réquiem.
Todas sus obras de madurez son expresión de un mismo milagro. Su temprana
muerte constituyó, sin duda, una de las pérdidas más dolorosas de la historia
de la música.
Extraído de “Biografía
y Vidas”
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