viernes, 13 de marzo de 2020

Crisis sanitaria y emocional del Coronavirus 2020.


    En una crisis sanitaria como la que estamos viviendo no podemos abandonar nuestra salud mental, el equilibrio de nuestras emociones y la idoneidad de nuestra respuesta. De hecho, gran parte de la intervención en el problema depende de nuestra actitud ante él.

    La mayoría de nosotros, los habitantes del primer mundo, hemos crecido en un entorno de paz y abundancia, muy placentero, pero poco exigente con los valores personales que se necesitan en estos momentos: valor, fortaleza, sensatez, precaución, paciencia, solidaridad y humildad.

    En primer lugar, debemos tener la humildad suficiente para aceptar nuestra incapacidad ante la certeza de no contagiarnos o de que esto se solucione en dos semanas sin pérdidas personales ni económicas. Pero también tenemos que desarrollar las destrezas para salir de esta crisis lo menos perjudicados posible.

    Como en cualquier proceso de crisis lo primero es pasar por un estado de shock, de incredulidad, de parálisis, de miedo. Esta respuesta es un mecanismo de autodefensa. Nos permite frenar en seco para concentrarnos en la situación a resolver, para intentar llegar al orden dentro del caos. El caos que nos produce una situación que no podemos manejar con nuestros recursos mentales habituales.

    Es importante hacer bien el proceso de duelo por la crisis para poder reaccionar con la racionalidad necesario para conseguir los mejores resultados. Son numerosas las personas que en este momento de miedo irracional han devastado las estanterías de papel higiénico o de huevos de los supermercados de este país. Es porque estamos actuando sin haber terminado la fase de parálisis racional.

    En un momento como el actual se mezclan las emociones. Podemos dar vueltas circulares al mismo tema, ante el que somos impotentes, hasta sucumbir de pánico por lo que volvemos al estado de shock. Nos alteramos cognoscitivamente ante la violación de la expectativa de nuestro cotidiano, el trabajo, el salario, las actividades sociales, los eventos, los proyectos, cada uno tiene un sentido de su crisis y nos negamos a comprender el mundo como se nos presenta. La Negación es una fase de la crisis en la que nuestra mente es incapaz de buscar soluciones porque no mira el problema sino las consecuencias de la perturbación de su normalidad y porque no le valen las estrategias previas de enfrentamiento.

    Debemos tener cuidado con la generalización, generalizamos cuando vemos que nuestro días están totalmente influidos por el Coronavirus, el trastorno que nos produce no poder reunirnos, no poder trabajar, no poder mandar los niños al cole, no poder llevar a los abuelos a los centros de mayores, no poder hacer la compra sin restricciones y estar atentos a las medidas de higiene y no-exposición. Los hechos y la preocupación por estos hechos, es lo que vemos al final de un tubo que no nos deja ver con un gran angular. Las crisis, dicen los chinos que son momentos de oportunidades. Pero para ello debemos ser capaces de disfrutar de este momento y centrarnos en lo que tiene de novedad,  en lo que nos ayuda a plantearnos otras formas y en usar un tiempo del que siempre estamos deseosos.

     ¿Qué es lo peor que nos puede pasar? Indiscutiblemente es que nos enfermemos, o que se enferme un familiar. Para lidiar con esa situación no nos va a ayudar una alteración cognoscitiva. Por ese motivo debemos aceptar, entramos en la fase de Aceptación, aceptar lo que nos está pasando, tenemos un problema, y es un problema grave, un problema de salud, el más urgente, y un problema económico, del que nos ocuparemos cuando se controle la epidemia, por lo tanto, no es momento de enredarnos con él, nuestras energías deben estar centradas en el tema sanitario.

    Una vez aceptado nuestro problema tenemos que comprendernos a nosotros mismos, saber que estar ansioso, confundido, sentirse desamparado, incluso furioso es normal pero también debemos saber que la respuesta que tengamos determinará cómo vivamos la crisis. Nos podemos quedar en cualquiera de las fases de nuestro proceso de crisis, de manera circular, incluso retroceder, pero es mejor si ponemos a trabajar todos los recursos que tenemos para solucionar y vivir este momento de la forma más rentable.


    Para ello hay que analizar el problema, ir a las informaciones contrastadas, no dejarse manipular emocionalmente por los medios sensacionalistas, los que están sacando provecho con la inoculación del miedo. Las redes sociales que tan útiles son nos ofrecen un momento magnífico para desarrollar nuestras capacidades críticas, buscar al informante, examinar sus motivos y objetivos para transmitir esta noticia y discernir si es cierta o no, contrastándola y descubriendo a fakers, bromistas y no tanto, que emborronan y emponzoñan un clima que ya es de por sí bastante complicado.

    Informados de lo que supone este virus y las medidas que han tomado nuestras autoridades, hay que actuar, proceder. Lo más adecuado es seguir al pie de la letra sus indicaciones, ni colegio, ni centro de mayores, ni reunión, ni conferencia, ni cine, ya acabará la epidemia, han acabado todas en la Historia de la Humanidad.

    Acto seguido, poner un canal de música, leer un libro, ver series, irse a caminar al campo, a la playa, aprovechar para pintar el piso, bailar en casa con los éxitos de los 80s y cantarlos a voz en grito. Alimentarse bien, tomar vitamina C, jalea Real y todas las infusiones que prometan que van a subir tus defensas, mal no te van a hacer. Y si se desarrollan los síntomas, paracetamol y fortaleza, medidas de higiene con la familia, disciplina y responsabilidad, en el caso extremo de tener problemas respiratorios llamar a los teléfonos para que nos monitoricen en casa y si es necesario que te lleven a un hospital, calma y serenidad. El miedo tiene sus ventajas como motor preventivo, pero también nos puede perturbar la reflexión y hace descender las defensas.

    Estamos obligados a convivir con el Coronavirus una temporada, pero no debemos permitir que sea lo único que vivamos en esta temporada. Es el momento de poner a trabajar virtudes que tenemos y que no hemos necesitado hasta ahora, virtudes humanas que por supuesto TENEMOS.
     
   



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