Esta es una novela
poética tremenda, donde la sordidez y la vileza humana sólo son superadas por
la agresividad de una naturaleza indomable.
La historia empieza con la
llegada de dos normandos a Argónidas, territorio que se identifica con el Coto Doñana, por el delta, los breñas,
las salinas…
Hay una leyenda que cuenta que un normando en plena conquista de su pueblo
de nuevos enclaves, debido a la pequeña glaciación de los siglo VIII-IX, subió
por el Tajo y se asentó en Toledo.
Este hombre se adapta a vivir casi como un animal, sin las
comodidades mínimas y sin relación social alguna. Consigue que le vendan a Manuela, una niña de 16 años, que el
normando usa sexualmente y la mantiene apartada del mundo en una choza, criándose así mismo como otro “bicho”.
La obra se desarrolla
atendiendo al estilo del Realismo Mágico
de los autores sudamericanos, los escarceos puramente lascivos de la muchacha,
envilecida por su mercadeo por parte de sus padres a un hombre que la usa y la
abusa, me recuerdan el cuento de Gabriel García Márquez “la Cándida Eréndira y su Abuela Desalmada”,
es como si compartieran la misma atmósfera.
Al igual que el citado
relato, el tiempo en el que se
desarrolla la novela es incierto, inventado, nos habla de que Manuela es
una morisca y a la vez su hijo se compra un coche de principios del pasado
siglo.
El vikingo descubre un tesoro que no vende, como si le gustara
vivir en esa miseria o como si su mentalidad no le diera para aspirar a otra
vida. Sin embargo Manuela y su hijo,
tras la muerte del padre, consiguen
vender parte del tesoro y prosperar
económicamente, pero arrastrando la miseria
moral que llevan pegada bajo la piel.
El Tesoro que descubre me
hace recordar el “Tesoro del Carambolo”,
de origen Tartésico que está expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla y
cuenta con un brazalete muy parecido al de Manuela. El hallazgo se hizo más
arriba de las Breñas que señala Caballero Bonald, ya llegando a Camas, pero
cerca del Río.
Caballero Bonald tiene un prodigioso dominio del léxico y su forma de narrar
roza el barroquismo, pero en esta novela el estilo y el argumento se dan la
mano en perfecta simbiosis. El uso de adjetivos
sustantivados y metáforas es absolutamente magistral.
Para mí que conozco la zona, sus lagunas, breñas, los juncales, los pinares,
los insectos, los animales domésticos y salvajes, para mí, repito, esta novela
ha sido un hermoso catálogo de esa naturaleza en toda su tremendidad, sin embargo Caballero Bonald lo dota de un ambiente mágico e irreal.
Manuela es una mujer envilecida por la venta de sus padres, el uso y el
abuso que el normando hace de ella, cómo aprende a aprovecharse de lo único que
tiene, su cuerpo, para conseguir algo de cariño, satisfacción sexual y dinero.
Luego cuando vive en la comodidad se abandona y se hace opiaceodependiente,
porque no sería verdad, aunque sí muy romántico que una persona que ha vivido
como ella se convierta en la señora de una hacienda, fina y estilosa. Muere como vivió, envuelta en la sordidez
de los más bajos instintos humanos, pero consiguiendo mi cariño y mi comprensión.
Los bamboleos
de las creencias del hijo, Perico el Chico, que fluctúa entre las creencias
más paganas, las más católicas y la degeneración, no es más que la inclusión de
lo mágico en la sordidez de los que se han endurecido con una costra por la agresividad
del entorno, pero dentro de las corazas, se debaten como en centrifugación
todas las embestidas que ha sufrido su espíritu humano, para dejar de serlo.
Enlace con la Tertulia sobre Ágata Ojo de Gato en la que interviene el propio Caballero Bonald, genial:
http://www.cacocu.es/static/CacocuElementManagement/*/gata-ojo-de-gato-dialogo-caballero-bonald-con-rafael-de-cozar/ver
Ana E.Venegas
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