viernes, 3 de enero de 2014

Joaquín Roberto Jiménez Carrillo, héroe de sí mismo

Joaquín Roberto Jiménez Carrillo    Este valioso ejemplar de homínido es parte fundamental de la cultura y la acción social en Estepona, dirige un programa de radio "Jazz con Zapatos", es miembro activo de la Asociación Caminar y de numerosas campañas de educación y concienciación social sobre las drogas.  Tengo la suerte de contar con su amistad, mayoritariamente virtual. Es para mí un impulso de esperanza cotidiano que se refuerza por su insistente esfuerzo para compartir la música más selecta y los pensamientos más inteligentes. Joaquín ha superado una historia de dependencia a los tóxicos que lo ha mantenido en un paréntesis para eclosionar en un ser inolvidable. Aquí nos cuenta su historia:

   "Después de unos años, aunque no los suficientes para estar curado, de andar en esto que hemos dado en llamar recuperación y tras el compromiso que adquirí, tanto con mi padrino como con los queridos compañeros que hacen posible que esta revista de N.A. España sea posible, voy a intentar contar mi historia de la forma más concisa y espero que entretenida que pueda, así que allá voy. 

   Yo entré en recuperación por pura desesperación creyéndome un miserable débil que estaba condenado de por vida a vivir la mierda de vida que me había tocado vivir. No era tonto del todo y, ya por entonces, sabía que en a esa mierda de vida yo había contribuido con algo más que granos de arena, pero siempre tenía a mano una justificación, una excusa cierta o no para explicarlo todo, así que en cierta manera conseguía excluir, del tremendo laberinto que supone esta complicada y entretenida enfermedad, mi auténtica y verdadera responsabilidad. 


    Simplificando podríamos decir que, por aquel entonces, yo era una persona muy dañada, vulnerable y autodestructiva que no era o, quizás ni tan siquiera, estaba preparado para asumir lo que se me venía encima. Estaba muy mal informado y no sabía qué coño pasaba y, sin embargo, paradójicamente, por otro lado pensaba que lo sabía todo sobre lo que me pasaba e incluso sobre la vida y que ya a tan temprana edad venía de vuelta. Me consideraba un ser fracasado y perdedor pero revestido de un cierto halo de autenticidad y valores inapreciables por parte de los demás, esos que no estaban ni estarían nunca a mi altura, de mi profundidad, de mi conciencia sobre lo que yo creía que era no mi puta vida sino la puta vida en general. Ser feliz me podía llegar a parecer obsceno y los que así se consideraban unos idiotas e imbéciles impresentables e ignorantes.

    Me horrorizaban los "ganadores", para mí eran gilipollas adaptados a un sistema de mierda, lameculos y demás lindezas....., tenían sus familias estables, sus hipotecas, sus preciosos niños, etc.... todo pura fachada, todo pura mierda, todo lo que yo no estaba dispuesto a ser. Más tarde entendí que, de alguna manera, lo que les tenía era envidia ya que no es que yo no quisiera ser como ellos, que no quería, el problema es que tampoco podía, no me encontraba capacitado ni válido para ello. Ese tipo de vida diseñada con todo el cuidado y el cariño por mis mayores para mí, era tan responsable, tan pesada que nunca me sentí, en el fondo, capacitado ni motivado para poder llevarla a cabo, a fin de cuentas no la había elegido yo. La vida ordinaria me parecía inalcanzable y sólo a la altura de héroes cotidianos, nada significaba para mí que pasaba de sentirme una mierda a extraordinario sin nunca pasar por el medio, que era donde parecía que se encontraban ellos y encima se encontraban bien.

    A pesar de todo lo que acabo de contar yo, ya por entonces, me había casado con una persona a la que quería con toda mi alma y habíamos tenido una preciosa y deseada hija a la que quería querer sin saber cómo se hacía. Era incapaz de respetar y menos cuidar esos tesoros que me había regalado la vida, estaba al cien por cien en manos de mi mortal enfermedad, ya habían muerto muchos compañeros de viaje a causa de la misma. Y aunque hizo mucho más de lo que le correspondía por salvar la situación, la terminé agotando y un buen día reunió el coraje para abandonarme, yo, en su lugar lo habría hecho mucho, mucho antes, pero ella ya también se encontraba muy enferma y sin ganas de tirar la toalla (por eso aguantaba), pero era simplemente cuestión de tiempo. Simplemente lo quemé todo, familia, economía, amistades y todo lo que se ponía en mi paso, era un animal depredador a las órdenes de una enfermedad mucho más potente que mi propio poder y mis múltiples actos de voluntad por vencerla.


    Resumiendo un poco, después del divorcio, simplemente me abandoné al “pobrecito de mí” y la enfermedad entro en la época más potente y efervescente. Me arrasó hasta el punto de llegarme a sentir excluido de los excluidos, despreciado por los despreciados. Estaba condenado de por vida a la soledad más dolorosa conocida hasta entonces, sólo quedaba conmigo el animal depredador que seguía implacable haciendo su minucioso trabajo. Todo era abismo, oscuridad, así que me dediqué con fervor a acelerar mi autodestrucción, si no me quité la vida fue simplemente porque no conseguí reunir el valor suficiente, pero deseaba mi propia muerte cada día de mi vida, así yo dejaría de sufrir y además dejaría de hacer sufrir a todos mis seres más queridos que observaban atónitos el cariz de los acontecimientos de mi vida, perplejos, asustados, desconsolados, pero también alejados para protegerse, la única que nunca perdió la esperanza del todo a pesar de la contundencia de los acontecimientos fue mi madre y aun hoy en día, sé que un día me dio la vida y en otra época me la salvó con su inquebrantable esperanza.


    Fue precisamente el día en que mi madre me acompañó a Málaga en autobús, el día en que toqué el necesario y fundamental fondo ya que, de vez en cuando, tenía que pedirle que mirara para otra parte para fumar un poco del “revuelto”. Mi cuerpo no aceptaba ya ni un “mono” más y no me quedaba otra. Después de la visita completé a rajatabla el tratamiento de la doctora y al mes me encontraba desintoxicado y manteniendo sólo un tranquilizante que tardé, siguiendo las indicaciones de mi médica otro mes en abandonar. Durante este tiempo asistía regularmente a una reunión diaria y así me mantuve por bastante más tiempo de los noventa días que los compañeros me habían sugerido. Mi primer padrino me dijo que el primer paso ya lo traía dado y que dado mi estado de salud, hepatitis B y C y mi edad 39 años, sólo me quedaba otro enemigo claro, mi inteligencia al servicio de la enfermedad y que esa me podía matar si no era obediente. Entonces yo, sabiendo que era “Chuky” el que prácticamente conducía el coche cada día, me diera cuenta o no, decidí ser muy obediente y recuerdo que mi consigna era hacer casi literalmente lo contrario de lo que me decía mi cabeza y pasar el día limpio y llegar así a cada reunión. Y funcionó. Fue pasando el tiempo y la promesa que NA me hizo se cumplió, la obsesión y la compulsión pasó y yo fui trabajando concienzudamente los pasos hasta que un buen día me encontré con mi primer aniversario limpio, eso me parecía tan imposible que es la única medalla de la que espero no separarme nunca. Las demás, no menos importantes, siempre se las he ido pasando a compañeros que me seguían en la consecución de tiempo libre y limpio de drogas.


    
Hoy en día estoy a dos meses de cumplir doce años y han pasado muchas cosas, me casé y me separé, tuve un hijo que hoy tiene casi seis años y he sido responsable y he disfrutado y disfruto de él todo lo que puedo. Me pago mis gastos incluyendo los que conllevan dos divorcios y estoy implicado desde el principio en el servicio de NA en todos sus niveles, grupos, área y región, es decir, me he convertido en un adicto en recuperación obediente, responsable y perseverante. De hecho, os puedo decir, que estoy en un momento especialmente fluido y fácil de mi vida, ocurra lo que ocurra, y tengo una vida plena y asumida desde el principio al final, no ha sido siempre fácil ni mucho menos, pero ha sido y es posible alcanzar este estado. Practico y vivo el programa, asisto regularmente a reuniones, trabajo los pasos, las tradiciones y los conceptos y soy completamente responsable de mis actos, es decir, asumo plenamente las consecuencias. 

    El amor ha sustituido al resentimiento y la espiritualidad a la deshonestidad crónica que padecía. Sé que este programa al igual que la enfermedad es para toda mi vida, y me encanta saberlo, sentir que sigo teniendo continuas oportunidades de crecimiento y que el viejo mito de la condena a la muerte interior y completa ya no son una opción en mi vida. Me levanto cada día para intentar estar de parte de la solución y disfruto de lo que me enseñan mis ahijados y mi padrino. Me parece mentira que aquella bolsa de mierda con la que llegué al programa se haya podido convertir en un verdadero tesoro de sabiduría que puedo mantener compartiéndolo. 

    Estoy dispuesto a seguir cambiando las cosas que tenga que cambiar y a aceptar las que toquen así, aunque alguna sea dura y lo más importante, tengo un divorcio con éxito en el que mi hijo es feliz con dos familias distintas. Así que espero permanecer por esta senda acompañado de vosotros hasta el final, ese es mi prioritario y necesario deseo, encontrando alegría, felicidad y gratitud por todo lo que he pasado y todo lo que tendré que pasar."

 Gracias Joaquín, te admiro muchísimo.

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