Es una larga novela de suspense centrada en
la investigación del asesinato de Nola Kellergan por un escritor en crisis,
Marcus Goldman, que se tiene que remontar a 1978 y 1998 para completar el puzle
que se desencadena en 2.008, cuando es encontrado el cuerpo de la joven junto a
la casa de un escritor y profesor de universidad, Harry Quebert, el que fue
mentor del investigador.
La historia desarrolla el misterio de la
desaparición de una chica de 15 años en los setenta y que apareció enterrada 20
años después en la finca costera de un renombrado novelista con el que mantenía
una relación amorosa, al margen de las reglas sociales, por la diferencia de
edad. El investigador es un escritor con el “síndrome de la hoja en
blanco”, discípulo de Quebert, que va
descubriendo todas las miserias de un pueblo en su camino hacia la verdad.
Por el sendero de la indagación Goldman
encuentra que su idolatrado profesor mantenía, a sus 35 años, una relación con
una chica de 15 y este artificio de oposiciones entre el bien y el mal, lo
correcto y lo incorrecto, lo que es verdad y lo que no, se sostiene en la trama
mientras todas las energías del autor se dirigen hacia las pruebas falsas que
acusarían a uno por uno y de forma descartante a todos los personajes
importantes en la obra. Lo que parece una técnica ingeniosa se convierte en una
pesadez en mi opinión, pues este juego se mantiene a lo largo de 660 páginas y yo,
como lectora, le pillé el truco cuando aún me quedaba más de medio ladrillo de
libro, del juego de lo que parece y no es.
Es evidente que el autor conoce las
técnicas de la novela de suspense, usa y abusa de los giros inesperados con
maestría y ha sido cuidadoso en extremo para mantener la coherencia del relato,
multiplicando la misma conversación desde distintos actores y atando todos los
cabos, aunque a mí ni me sorprenden ni me interesa, lo que me produce es
pesadumbre pues he de admitir que el trabajo está bien hecho pero que no me
mueve, ni me intriga.
En cuanto al uso de historia en tres
tiempos, pienso en “El Tango de la Guardia Vieja” y siento hasta rubor ajeno y
es que por mucho interés que le ha puesto el autor en hacer un gran trabajo, no
deja de ser un trabajo y para mí el arte es otra cosa, que tiene que ver con la
creatividad y la genialidad no sólo con el esfuerzo, de verdad que me apena
escribirlo y sobre todo, no es que yo me sienta mejor como escritora, pero sí
soy capaz de percibirlo.
No comprendo cómo ha conseguido el Premio
Goncourt de novela, a mí la historia me parece típica de telefilm americano,
para nada idiosincrasia europea, ni Suiza, ni francesa, como mucho da para un
guión ligerito de cine, donde se mezcla el amor imposible con el suspense. Los
temas me da la impresión que han sido tratados de manera superficial, sin dar
la importancia que se les debe, como aceptándolos finalmente: la pederastia, el
boxeo, la crueldad sobre la deformidad, las enfermedades mentales, el bloqueo
del escritor, la autoridad corrupta…
Pero lo que más me ha perturbado de la
novela es que no me la creo, no me creo sus personajes, no soy capaz de poner
cara a una chica de 15 años, que se comporta como una adulta, que tiene ideas
de adulta y a la vez de psicópata en una de sus dobles personalidades, no me
creo que el escritor Harry Quebert no lo descubriera hasta estar enamorado y
luego continuara la relación con una niña con problemas psicológicos gravísimos;
no me creo a Harry Quebert, pero es que tampoco me creo al padre, un hombre
letrado que deja que su hija con semejante problema mental esté desaparecida de
casa tanto tiempo al día y se encierra para no oír el problema, tampoco me creo
que “El Principio del Mal” fuese una obra maestra de Luther Caleb, alguien que
no ha escrito nunca, para novelar hay que trabajar mucho, lo que ha escrito
Joël Dicker, aunque a mí no me parezca genial, no deja de ser el producto de un
profesional formado que ha puesto mucho empeño en su obra. Otra inconexión, en mi opinión, es la pasividad
del pueblo, ante un pederasta y ante un escritor que ha puesto verde a toda la
población públicamente, nadie se enfada, no los abuchean ni los echan del
lugar. En fin, que me rechina la historia por muy buena técnica que tenga.
Marbella 14,
Febrero de 2014
Ana
E.Venegas
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