lunes, 17 de agosto de 2015

Los Vivancos en Marbella

    El 16, en pleno puente de agosto, los Vivancos actuaron en Marbella en el ciclo de conciertos y espectáculos de Starlite en la Cantera de Nagüeles. Un aforo casi al completo asistió con distintos objetivos a un derroche de siete artistas completos que desarrollaron creativas e innovadoras coreografías entre arreglos musicales, luminosos, de vestuario y atrezzo de gran impacto sensorial.

    Los Vivancos son un grupo de músicos, bailarines, bailaores y expertos en artes marciales, hombres instruidos y entrenados, hombres sensibles y entusiastas que por culpa de la televisión basura nos han llegados desvirtuados. Pero yo no me conformo,  el despliegue de talentos que vimos en el escenario del Starlite no me ha dejado impasible y reivindico el trabajo serio y duro de estos artistas disciplinados, porque nadie que se dedique a la farándula frívola puede desarrollar semejantes hazañas creativas.

    Durante casi dos horas, los siete hermanos con nombres bíblicos fusionaron el flamenco más estilizado, el clásico español, el clásico, el contemporáneo y la belleza de movimientos propios del circo y las artes marciales. Se atrevieron con obras musicales clásicas, con el flamenco virtuoso del Camarón y con algunas fusiones de sonidos orientales. Todo, mientras se alternaban en solitario, en tríos, en cuartetos o al completo. El vestuario tuvo momentos del romántico español, pasando por el music hall, el bourlesque, el clásico leotardo o los vaqueros ajustadísimos. Sin embargo el que me cautivó por su diseño y por el efectismo que produjo fue el Drácula de Bram Stoker, un abrigo, negro, largo, sobrio que escondía un interior de volantes rojo sangre que el Vivanco hizo bailar como la bata de cola o la capa de torero más espectacular que se puedan imaginar.

   Los hermanos bailaron, tocaron,  en muchos momentos a la vez, hacían equilibrios sobre cajones flamencos mientras zapateaban y alternaban con toques, sacaron instrumentos de percusión propios de la semana santa más sobria, se colgaron de estructuras metálicas y zapatearon hacia el cielo, representaron tragedias clásicas, historias cortas representativas de la cultura más selecta y todo sin perder el compás.

    Personas entendidas, gente del teatro y de la danza de toda la vida, no salían de su asombro ante lo que habíamos visto y oído. Qué talento, qué gran trabajo, cuántas horas de ensayo, “estos no tienen vida”!!!

    Lamentablemente en el mundo hay de todo, eso también puede pensar ese “todo” de mí, pero es que hay gente que es como para darle con tipex y borrarla del mapa. Había un buen grupo de mujeres, muchas extranjeras que habían ido a ver tíos “buenorros”, estas fenómenas hacían grititos cuando se ponían de espaldas, grabaron con sus móviles todo el tiempo, perturbando el efecto de la luminotécnia, cuchicheaban y les daba la risa flojo mientras se desarrollaban los acordes perfectos de un violonchelista con las piernas abiertas, absolutamente estiradas, colgando de la estructura circense. No menos lamentable fue la huída en plena actuación de hombres, seguidos o no por mujeres que se sentían o bien aburridos o bien atacados en su virilidad más posesiva.  El caso es que en ciertos momentos tuve que hacer un esfuerzo de concentración para poder disfrutar de lo que me ofrecían los Vivancos y no dejarme llevar por la vergüenza ajena o los instintos agresivos que a todos nos salen de debajo de la impotencia. En un momento determinado incluso le dije a un acomodador si podía decirle algo a las que grabaron todo, poniéndome el móvil a la altura de los ojos, y su respuesta era que si no grababan con una réflex no podía hacer nada. Así que me aguanté, pero por no liarla y darle un mal rato a mi marido que es hombre tranquilo.


    En fin, que la próxima vez espero poder ir a ver a este espectacular grupo de hombres prodigiosos a un teatro o que tenga la suerte de que a mi alrededor se sientes personas con un cierto nivel de sensibilidad y podamos disfrutar todos de este despliegue de arte.

Texto: Ana E.Venegas
Fotografía: José A.Correa






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