Lunes,
24 de agosto, a las 18.30 en el Champaign Room del Marbella Club. Esos eran los
datos de la llamada para la tertulia de la Asociación de Mujeres Universitarias
de Marbella en torno a la magnífica obra de Joseph Conrad, “El Corazón de las
Tinieblas”. Y un buen número de socias
acudió a la cita a pesar de ser Agosto y estar nuestra ciudad llena de
distracciones de lo cultural: playas, familias, trabajos, tumbonas, terrazas…
En esta ocasión
fue un verdadero acierto asistir a la reunión pues la obra de Conrad ha
merecido una de las mejores tertulias que esta Asociación ha disfrutado. A
pesar de que la mayoría de las asistentes han valorado muy positivamente el
libro, la aportación de opiniones ha sido muy enriquecedora y los temas
suscitados nos conminan a la reflexión más incómoda.
En primer lugar
se ha elogiado la estructura original de la historia donde existe una narración
dentro de otra narración, tres son los narradores, la voz omnisciente, el
narrador del Támesis y Marlow, el
narrador del Congo.
También se ha valorado la prosa exquisita llena de figuras
literarias como metáforas, símiles, hipérboles. La “novella” no sólo ha gustado
por su forma sino por la densidad y clarividencia del contenido.
Pero si nos
quedáramos en la historia que se relata, como bien apuntó una de las socias,
nos anclaríamos al simplicismo, porque bajo la narración de una aventura por el
Congo a cargo de colonizadores, encontramos una reflexión profunda sobre el
papel del Europeo como colonizador y “civilizador” de otras culturas “salvajes”,
excusa, como bien se apuntó, para realizar una ingente cantidad de tropelías
contra otros pueblos diferentes a nosotros pero que han perpetuado sus
tradiciones y su forma de vida a través de los años. El europeo se siente
superior a otros pueblos, el personaje más importante, Kurtz, es el producto de
su educación en el Viejo Continente, alguien que se cree con el derecho de
esquilmar las riquezas de otras formas de vida y que escribe en su informe “hay
que exterminarlos”.
Pero,
profundizando en el tema, ¿de qué seríamos capaces nosotros si nos
encontrásemos en su lugar?, ¿hasta dónde es capaz de llegar el ser humano? Esta
brecha, que fue abierta por alguna socia, nos hizo dialogar sobre lo que el
hombre puede llegar a hacer en nombre del grupo, de la patria, de los objetivos
compartidos. Así nos preguntamos cómo los alemanes no se rebelaron contra la
política psicópata de Hitler, aunque
algunos lo hicieran, pero el miedo, la masa, el pertenecer a un grupo motivado,
los agravios anteriores, el nacionalismo… consiguen que el hombre pierda la
capacidad crítica y si en algún momento consigue desvincularse de la norma,
como le ocurre a Kurtz, puede llegar a la locura, producto de conocerse por
dentro y de ser consciente de la maldad que ha ejercido, “el horror, el horror”.
La obra está
llena de simbolismo que empieza en un río y continúa por otro como camino de
autoconocimiento, una senda que Marlow, el protagonista, recorre conociendo el
comportamiento humano, haciéndose preguntas y reflexionando sobre el poder, el
abuso, la fuerza, la corrupción de otros pueblos, la humanidad de los salvajes,
la actitud de los europeos y, como apuntó una socia, la pregunta que se hizo el
protagonista, si los negros atacaban o era que se defendían. Este tipo de
reflexiones hicieron a algunas participantes pensar que Conrad era un tipo que
se planteaba los temas del respeto a otras culturas, en contra de otras que
pensaban que tantas expresiones racistas eran muestra de su parecer.
En fin que
acabamos hablando de si el hombre era bueno o malo en su condición más genuina
y esto nos dio para otro buen rato que puso fin a una tertulia de altura que
indiscutiblemente nos manda tarea para casa. ¿Quién, esta noche, no se va a
plantear sus propios límites?
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