En esta ocasión
fue un verdadero acierto asistir a la reunión pues la obra de Conrad ha
merecido una de las mejores tertulias que esta Asociación ha disfrutado. A
pesar de que la mayoría de las asistentes han valorado muy positivamente el
libro, la aportación de opiniones ha sido muy enriquecedora y los temas
suscitados nos conminan a la reflexión más incómoda.
En primer lugar
se ha elogiado la estructura original de la historia donde existe una narración
dentro de otra narración, tres son los narradores, la voz omnisciente, el
narrador del Támesis y Marlow, el
narrador del Congo.
Pero si nos
quedáramos en la historia que se relata, como bien apuntó una de las socias,
nos anclaríamos al simplicismo, porque bajo la narración de una aventura por el
Congo a cargo de colonizadores, encontramos una reflexión profunda sobre el
papel del Europeo como colonizador y “civilizador” de otras culturas “salvajes”,
excusa, como bien se apuntó, para realizar una ingente cantidad de tropelías
contra otros pueblos diferentes a nosotros pero que han perpetuado sus
tradiciones y su forma de vida a través de los años. El europeo se siente
superior a otros pueblos, el personaje más importante, Kurtz, es el producto de
su educación en el Viejo Continente, alguien que se cree con el derecho de
esquilmar las riquezas de otras formas de vida y que escribe en su informe “hay
que exterminarlos”.
Pero,
profundizando en el tema, ¿de qué seríamos capaces nosotros si nos
encontrásemos en su lugar?, ¿hasta dónde es capaz de llegar el ser humano? Esta
brecha, que fue abierta por alguna socia, nos hizo dialogar sobre lo que el
hombre puede llegar a hacer en nombre del grupo, de la patria, de los objetivos
compartidos. Así nos preguntamos cómo los alemanes no se rebelaron contra la
política psicópata de Hitler, aunque
algunos lo hicieran, pero el miedo, la masa, el pertenecer a un grupo motivado,
los agravios anteriores, el nacionalismo… consiguen que el hombre pierda la
capacidad crítica y si en algún momento consigue desvincularse de la norma,
como le ocurre a Kurtz, puede llegar a la locura, producto de conocerse por
dentro y de ser consciente de la maldad que ha ejercido, “el horror, el horror”.
En fin que
acabamos hablando de si el hombre era bueno o malo en su condición más genuina
y esto nos dio para otro buen rato que puso fin a una tertulia de altura que
indiscutiblemente nos manda tarea para casa. ¿Quién, esta noche, no se va a
plantear sus propios límites?
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