viernes, 21 de agosto de 2015

Cineforum de Agosto: "Ida" de Pawel Pawlikoski

   En el día de ayer nos reunimos un numeroso grupo en casa de nuestra compañera,  la generosa Eloísa Sánchez-Amilategui, con el objeto de realizar una actividad cultural, y recaudar donaciones para el programa de Becas que tantas satisfacciones nos está dando por nuestra contribución a la sociedad marbellí y a la presencia de la mujer en la universidad.

    La película que programamos fue una premiadísima obra polaca que nos impresionó y nos dio para una tertulia tan interesante que tuvimos que dar por terminada porque no veíamos el momento de acabarla.
   
   “Ida” de Pawel Pawlikoski fue presentada por nuestra Tesorera Blanca Molet que hizo hincapié en la originalidad de los planos donde la escena se sucedía de la mitad para abajo, dejando un cielo, unos techos que pesaban sobre los protagonistas, una metáfora y un símbolo más escondido en esta obra que se merece otra revisión. También señaló la interpretación de   Agata Trzebuchowska como novicia que sale al mundo a conocer a su única pariente, una tía muy peculiar, alcohólica, de sexualidad-insatisfacción complicadas y con poder en un régimen autoritario comunista, interpretado por Agata Kulesza.

    La película fue aplaudida en general aunque alguna socia comento que le resultaba lenta. Sin embargo otras argumentaron que no lo sentían así, pues ocurrían muchas cosas durante los ochenta minutos, pero no a una velocidad vertiginosa de escenas, sino confiando en el espectador y dándole silencios para rellenar mentalmente los huecos semánticos importantes para comprender el concepto del film. El tema era a búsqueda de la identidad familiar de una huérfana abandonada en un convento y que se convierte en un camino hacia la verdad de los horrores que se cometieron con los judíos en Polonia, a los que mataron y quitaron sus propiedades, a los que hirieron de muerte como a la tía, a la par que un camino de regreso, con una decisión inaudita hacia los brazos de una familia espiritual.


    Pero el tema que más controversia generó fue la razón de que la chica volviera al convento, a tomar los hábitos, tras su experiencia mundana. Algunas contertulias creyeron ver un síntoma de vulnerabilidad, de inmadurez y de necesidad de volver al refugio seguro que había conocido desde pequeña. Sin embargo, otras vieron una elección que la iglesia en nombre de la madre superiora le había ofrecido, como si la invitara a ir a ver el mundo, ver lo que se cocía en él, a probar las bondades de la carne y luego ya decidir con conocimiento de causa. Una posición intermedia observó que ambos aspectos no eran incompatibles y que la búsqueda de la seguridad se produce como una elección ante un mundo cainita lleno de horrores que ni la música ni el amor carnal podía cicatrizar. Ahora, en casa, ya con serenidad, también me pregunto si la intención de la madre superiora no era que viera la podredumbre del mundo, ya que conocía perfectamente al ambiente al que mandaba a la novicia y no era nada amable, ¿sabía que se horrorizaría del exterior y ante la falta de un Luego satisfactorio la novicia regresaría al redil?

   Contamos también con la ayuda de Begoña Cigarán, una teóloga que nos acercó a símbolos recurrentes como el camino y que nos hizo pensar en la vida de los conventos en los años cincuenta, las disciplinas, las ceremonias, ayudándonos a comprender imágenes como las toilettes con camisón puesto.

    Aparte de la magnífica, simbólica y original fotografía, todas coincidimos en la maravillosa música que comprendió el jazz más sutil con la clásica más sugerente que se hace protagonista en la escena del suicidio de la tía.

    Se habló mucho sobre el hieratismo de la novicia que asistía los más dolorosos sucesos sin perder la compostura. Alguna socia comentó que era la parte menos creíble de la película, aunque también podía suponer un rasgo de su educación introspectiva dentro del convento. Sin embargo, el contrapunto a la falta de control lo ponía la tía, una mujer que se había salvado de la persecución de los judíos pero que estaba muerta emocionalmente y lo mostraba con un alcoholismo destructivo y unas relaciones con hombre que no le satisfacían, puesto que su sed era de vida y estaba muerta por el asesinato de su hijo pequeño. Este personaje de la tía dio para comprender  la situación de la Justicia en los países del cinturón soviético en la Guerra Fría, con acciones de pena de muerte impuestos desde el estado al que ella representaba como juez.


    En fin, una tarde muy instructiva, un cine muy evocador y motivador de reflexiones, y una tertulia de gran altura, con diferentes puntos de vista y muchas aportaciones que enriquecieron un film premiado internacionalmente con Oscar, Bafta, Goya y mucho más. Una tarde que nos ofreció la oportunidad de contribuir al fondo de becas y de merendar en compañía con todas las aportaciones culinarias que trajeron las socias.

Texto Ana E.Venegas
Fotografía: Anabel Alonso

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