En
el día de ayer nos reunimos un numeroso grupo en casa de nuestra compañera, la generosa Eloísa Sánchez-Amilategui, con el
objeto de realizar una actividad cultural, y recaudar donaciones para el
programa de Becas que tantas satisfacciones nos está dando por nuestra
contribución a la sociedad marbellí y a la presencia de la mujer en la
universidad.
La
película que programamos fue una premiadísima obra polaca que nos impresionó y
nos dio para una tertulia tan interesante que tuvimos que dar por terminada
porque no veíamos el momento de acabarla.
“Ida” de Pawel Pawlikoski fue presentada por
nuestra Tesorera Blanca Molet que hizo hincapié en la originalidad de los
planos donde la escena se sucedía de la mitad para abajo, dejando un cielo, unos
techos que pesaban sobre los protagonistas, una metáfora y un símbolo más
escondido en esta obra que se merece otra revisión. También señaló la
interpretación de Agata
Trzebuchowska como novicia que sale al mundo a conocer a su única pariente, una
tía muy peculiar, alcohólica, de sexualidad-insatisfacción complicadas y con
poder en un régimen autoritario comunista, interpretado por Agata Kulesza.
La película fue aplaudida en general aunque
alguna socia comento que le resultaba lenta. Sin embargo otras argumentaron que
no lo sentían así, pues ocurrían muchas cosas durante los ochenta minutos, pero
no a una velocidad vertiginosa de escenas, sino confiando en el espectador y
dándole silencios para rellenar mentalmente los huecos semánticos importantes
para comprender el concepto del film. El tema era a búsqueda de la identidad
familiar de una huérfana abandonada en un convento y que se convierte en un
camino hacia la verdad de los horrores que se cometieron con los judíos en
Polonia, a los que mataron y quitaron sus propiedades, a los que hirieron de
muerte como a la tía, a la par que un camino de regreso, con una decisión
inaudita hacia los brazos de una familia espiritual.
Pero el tema que más controversia generó
fue la razón de que la chica volviera al convento, a tomar los hábitos, tras su
experiencia mundana. Algunas contertulias creyeron ver un síntoma de
vulnerabilidad, de inmadurez y de necesidad de volver al refugio seguro que
había conocido desde pequeña. Sin embargo, otras vieron una elección que la
iglesia en nombre de la madre superiora le había ofrecido, como si la invitara
a ir a ver el mundo, ver lo que se cocía en él, a probar las bondades de la
carne y luego ya decidir con conocimiento de causa. Una posición intermedia
observó que ambos aspectos no eran incompatibles y que la búsqueda de la
seguridad se produce como una elección ante un mundo cainita lleno de horrores
que ni la música ni el amor carnal podía cicatrizar. Ahora, en casa, ya con
serenidad, también me pregunto si la intención de la madre superiora no era que
viera la podredumbre del mundo, ya que conocía perfectamente al ambiente al que
mandaba a la novicia y no era nada amable, ¿sabía que se horrorizaría del
exterior y ante la falta de un Luego satisfactorio la novicia regresaría al
redil?
Contamos también con la ayuda de Begoña Cigarán,
una teóloga que nos acercó a símbolos recurrentes como el camino y que nos hizo
pensar en la vida de los conventos en los años cincuenta, las disciplinas, las
ceremonias, ayudándonos a comprender imágenes como las toilettes con camisón
puesto.
Aparte de la magnífica, simbólica y
original fotografía, todas coincidimos en la maravillosa música que comprendió
el jazz más sutil con la clásica más sugerente que se hace protagonista en la
escena del suicidio de la tía.
Se habló mucho sobre el hieratismo de la
novicia que asistía los más dolorosos sucesos sin perder la compostura. Alguna
socia comentó que era la parte menos creíble de la película, aunque también
podía suponer un rasgo de su educación introspectiva dentro del convento. Sin
embargo, el contrapunto a la falta de control lo ponía la tía, una mujer que se
había salvado de la persecución de los judíos pero que estaba muerta
emocionalmente y lo mostraba con un alcoholismo destructivo y unas relaciones
con hombre que no le satisfacían, puesto que su sed era de vida y estaba muerta
por el asesinato de su hijo pequeño. Este personaje de la tía dio para
comprender la situación de la Justicia en
los países del cinturón soviético en la Guerra Fría, con acciones de pena de
muerte impuestos desde el estado al que ella representaba como juez.
En fin, una tarde muy instructiva, un cine
muy evocador y motivador de reflexiones, y una tertulia de gran altura, con
diferentes puntos de vista y muchas aportaciones que enriquecieron un film
premiado internacionalmente con Oscar, Bafta, Goya y mucho más. Una tarde que
nos ofreció la oportunidad de contribuir al fondo de becas y de merendar en
compañía con todas las aportaciones culinarias que trajeron las socias.
Texto Ana E.Venegas
Fotografía: Anabel Alonso
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