El Centro de Arte Contemporáneo de Málaga ha
conseguido reunir la mitad de la obra del líder mundial del Surrealismo Pop,
cincuenta y cinco obras de arte que colgarán de sus paredes hasta el 5 de Marzo
para asombro y turbación de todos los visitantes que quieran acercarse a verla.
“La Cámara de las Maravillas” es una
exposición poco convencional y eso que pensábamos que Fernando Francés, el
Director del CAC de Málaga, ya nos había curado la capacidad de sorpresa con
otras muestras anteriores como la Obey, Shepard
Fairey, Marina Abramovic, Ai Wei Wei, Marc
Quinn, el Roto, Kaws o el propio
Sanguino. Sin embargo, no era así, ahora, al entrar en el espacio expositivo
dedicado a Ryden nos encontramos en un universo inconcebible. Si la obra en sí es
ya asombrosa, el hecho de haber conseguido reunir la mitad de las creaciones
del artista no es menos increíble, ha debido de ser un esfuerzo titánico,
ya que la mayoría de ellas pertenecen a coleccionistas, que siendo
empática, me pongo en su lugar, y veo un verdadero acto de generosidad prestar
una obra de Ryden, cuanto más tres, como ha hecho Leonardo Di Caprio. En fin,
felicidades a la gestión del CAC por permitirnos disfrutar de esta colección
única, por ser la primera vez que se muestra en Europa y por la cantidad de
obras exhibidas, 55, veinte años de
trabajo de un creador poco prolífero debido a la complejidad y técnica minuciosa que
utiliza.
En cuanto a la obra en sí
es tan apabullante, plantea una técnica tan perfeccionista, tanto en escultura como en pintura, contiene tantos
frentes simbólicos y conceptuales que no queda más remedio que quedar atrapado
durante horas en el CAC.
Mark Ryden bebe de todas
las fuentes, es un “culture vulture”, siente gran curiosidad por todo tipo de
temas filosóficos, religiosos, ocultistas, iluminatis, matemáticos; su
imaginario está lleno de caligrafías en griego, en latín, en egipcio, en chino,
japonés y más; su semántica se expresa también a través de otros símbolos: el
Ojo que Todo lo ve, las abejas, los Niños Jesús con cuernos de ciervos, las Vírgenes,
el Corazón de Jesús, figuras geométricas, octaedros, dodecaedros,
tetraedros, un mundo matemático en los trilobites, espirales de Fibonachi, el tiempo en los calendarios aztecas y egipcios, la
figura de papá estado en los continuos retratos de Lincoln y sobre todo por su
exigente invitación a que entremos en escenas que realmente nos abren en canal
hasta el centro de nuestro ser. Tiene
como aliadas a sus niñas de ojos grandes, de dibujo animado japonés, en las que el sexo no importa hasta que
empieza a importar, implorantes, melancólicas, inocentes. Ellas desde una actitud, engañosamente pasiva, desafiantes, sin
sexo pero sexuales, desde sus compleja psiques nos preguntan qué sentimos por
ellas y cuanto de lo que sentimos se puede expresar sin que se convierta uno o
una en un ser despreciable.
Todo estos elementos, convertidos en el imaginario recurrente de Ryden convierten cada obra en una cámara de las maravillas de por sí, donde conviven todo tipo de objetos, de símbolos, elementos procedentes del cómic, juguetes, otros de la vida cotidiana como salchichas o chuletones, naturaleza, plantas y animales, reales o imaginarios que nos perturban, nos maravillan, nos producen curiosidad, nos provocan por su irreverencia y nos dejan con la sensación de que tenemos que revisar nuestros esquemas, aunque sea para reafirmarlos. Esa sensación también nos la produce leer Alicia en las Maravillas, el primer cuento de la historia que no pretende socializar al lector con moralejas convenientes para que continúe la tradición, sino el que te hace plantearte si el tiempo sólo tiene el uso que le damos, si la organización social sólo puede ser como siempre ha sido, o si el mundo es más grande o más pequeño en función de lo que nos hayamos metido en el cuerpo.
Ryden es a la vez un coleccionista de objetos preciosos en sus cámaras de las maravillas, repartidos en un cuidado desorden o cuidadosamente depositados en estanterías, y un provocador que nos pide explicaciones en cuanto a la hipocresía que desliga a los animales, a los que amamos como objeto precioso en vitrina, de las chuletas y salchichas que nos comemos, haciéndonos los ignorante sobre de dónde se han obtenido, el artista nos hace pensar que la carne contiene al alma, aunque la veamos en forma de salchicha.
Finalmente, hay que hacer un alto para hablar de la presentación de las obras, de los marcos que son como continuación de ellas, tallas tan elaboradas como los lienzos que dan la certeza de un trabajo metódico, atrevido y mágico, más imaginario Ryden, una fantasía propia del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
No se la pierdan, no verán nada igual.
Fotografía de José A.Correa
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