El pasado viernes se inauguró en el Centro
Cultural del Cortijo Miraflores una exposición titulada “Kuu: Poéticas de la
Luna” de la pintora peruana Cecilia Noriega-Bozovich. Un gran número de
personalidades y amantes del arte disfrutaron de la obra y de la celebración
que la Asociación del Museo del Grabado Español Contemporáneo organizó tras
ella con motivo del Año Nuevo.
Ya se está convirtiendo en tradición esta
reunión festiva que La Asociación de Amigos del Museo del Grabado Español Contemporáneo
organiza cada primeros de enero para empezar con buen pie un curso al que se le
pide talento, creatividad, trabajo y buena gestión. Este año, además, como bien
introdujo la Presidenta, Blanca Molet, lo han hecho con una exposición un tanto
especial, la catártica muestra del ser humano que supera y vuelve a ver el
mundo con esperanza.
Cecilia Noriega-Bozovic es una artista polifacética,
muy conocida por su arte conceptual, sobre todo instalaciones en las que lleva
a la palestra actitudes sociales contemporáneas, en un intento de contar sus
preocupaciones con un divertido e inteligente cinismo. Son famosas su colección
de poltronas, como decimos en España, con una ácida ironía y hartazgo hacia los
puestos de poder político. Cecilia ha realizado exposiciones en todo el mundo,
también en el Reina Sofía con el concepto del “Fetichismo del Poder”.
También, es muy reconocida su vertiente de
poeta que la propia Blanca Molet admira desde hace años, por este motivo, la
poetisa Isabel Jiménez, socia de AMUM, declamó uno de los poemas preferidos de
la presidenta de Amigos del Museo durante el acto de inauguración de la exposición.
La muestra que podemos disfrutar en la sala
superior del C.C. Cortijo Miraflores es un hito extraño en la carrera artística
de Cecilia. Un trabajo muy diferente a toda su obra anterior. Y es que la
artista consigue explosionar tras pérdidas personales de alto calibre,
experiencias de las que te dejan tan doloridos, enfadados e insensibles que
sólo con un desgarro interior y un trabajo del alma se puede superar.
La artista decidió tomarse un año sabático, dejar de implicarse emocionalmente con el funcionamiento social y lamerse sus heridas en una peregrinación por diferentes países, desde Europa a la India. Fue durante uno de estos viajes, el que hizo a Capadocia, donde concibió el poder terapéutico de la luna mediante la admiración de unas cuevas. Por este motivo, Cecilia decidió pintar, coger los pinceles como extensión de su ser y aprovechar la superficie de la luna para sacar su rabia, para dejar ir la violencia y la sangre, mostrando rojos y negros absolutos en los que poco a poco dejaba ver, a fuer de verter su alma perturbada, lagunas de rescate y esperanza, en azules y verdes turquesas, que finalmente se apoderan del lienzo devolviéndonos la artista a la vida. Ella ha confesado que intentó pintar la luna en blanco, en negro, en grises, pero sus emociones pedían esos colores tan efectistas, que podrían pensarse inspirados en Rothco pero cuyo origen es bien distinto. Posteriormente, tras 40 cuadros de gran formato, la artista consiguió pintar la luna en sus colores naturales, los que el capricho de la luna interna le mandaba, consiguió curarse, consiguió divertirse, hacer poesía con un pincel, volúmenes y profundidad, y finalmente regresar aquí, al mundo de los hombres, con las obras de pequeño formato, negro sobre crudo que también se muestran en el Cortijo en un montaje intuitivo que también dice mucho de la energía que trasmite la obra.
Pueden disfrutar de la exposición hasta el
13 de febrero. Además, la Asociación de Mujeres Universitarias ha programado
una conferencia asociada a esta muestra: “La Mujer y la Luna” que se realizará
el Lunes 16 de Enero(HOY), a las 20.00
en la sala de conferencias del C.C. Cortijo Miraflores.
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