lunes, 30 de abril de 2018

“El Paraíso en la otra Esquina” de Mario Vargas Llosa, crítica



Resultado de imagen de el paraiso en la otra esquina    El Paraíso en la otra esquina es una novela imprescindible para los amantes del Arte, los implicados en los derechos de los trabajadores y de las mujeres, los que dialogan con la obra y consigo mismo sobre la moralidad, dónde y cuándo, así como para los que saben disfrutar de las ingenierías de las técnicas y formas literarias. Es una obra que me he leído cuatro veces y que no descarto repetir, porque cada vez que lo hago creo hacerme mejor, más tolerante, más empática, sin contar el conocimiento de una sociedad del siglo XIX, producto de una Revolución Industrial donde los obreros empiezan a despertar y las mujeres, aunque tímidamente y a riegos de exclusión, comienzan a comprender que son seres individuales y pueden empezar a cambiar su visibilidad y sus derechos en este mundo, mientras, los artistas también hacen su propia revolución.

Resultado de imagen de gauguin     La obra literaria del peruano es tan extensa que podemos encontrar obras de arte como “La Fiesta del Chivo”, “Pantaleón y las Visitadoras”, “La Casa Verde” y obras más medianitas como “Travesuras de la Niña Mala”, siempre en mi humilde opinión. Pero en este caso, “El Paraíso en la otra Esquina”, contamos con el atractivo de dos personajes reales y con una gran documentación existente de la que el autor se vale para novelar dos biografías, la de una abuela y un nieto, la de Flora Tristán y Paul Gaugin, dos personajes a través de los que mostrar el siglo XIX en Europa y en las colonias.
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     Flora Tristán o Madame la Colère fue una mujer de ascendencia peruano-andaluza que se casó por cuestiones económicas, como era costumbre en la época, con un señor que la aburría, la humillaba y maltrataba, otra costumbre de la época. Por vicisitudes personales entra en el ambiente de la lucha social, una reacción a los abusos de la Revolución Industrial y del capitalismo buitre que explotaba a los obreros por horarios inhumanos, con salarios de miseria, sin seguridad, ni protección hacia la enfermedad o la vejez. Flora, además, por el hecho de ser mujer y adentrarse en este mundo de lucha que nos ha dejado un panorama de sociedad del bienestar, nos muestra testimonio de la dificultad de visibilización, falta de derechos y respeto al ser humano mujer, de hecho, vivió gran parte de su vida con una bala que su marido le alojó junto al corazón y que fue una de las causas de su muerte, debiendo renunciar, a pesar de todo, a sus derechos de madre  porque las autoridades prefirieron que sus hijos crecieran en una institución pública y con su padre, después en vez de con una mujer “que había abandonado el hogar”. Aun así, escribió publicaciones como “The Worker Unions” o “Peregrinaciones de una Paria”, conoció a los dirigentes más destaca dos del incipiente socialismo y marxismo, viajó y llevó su concepto de fuerza colectiva del obrero por el Reino Unido y Francia.

Resultado de imagen de pedro villarejo garcia lorca    El tratamiento que Vargas Llosa da a esta mujer convertida en personaje es de admiración, una tolerancia natural por todos los lados del poliedro Florita, por su valentía, por su dedicación a los demás, por su inteligencia temprana, por su esfuerzo, por sus pérdidas, sin juzgar su moral, ni sus decisiones personales, pues como dice el escritor y sacerdote D. Pedro Villarejos  “tomar decisiones es dejar el corazón en carne viva”, porque en la elección está la pérdida, aunque también la ganancia, el juego de la vida.

Resultado de imagen de el paraiso en la otra esquina   El cuanto al personaje Paul Gauguin, no podría ser más controvertido pero imprescindible, un pintor que no había cogido una brocha hasta los treinta años, un burgués de éxito, un bróker financiero, envidia de muchos y sustento de la vida desahogada de su familia. Pero este señor empieza a pintar y descubre que sentirse vivo tiene que ver con lo que sale pola mano y lo abandona todo para convertirse en un bohemio, frecuentar lugares y sustancias al margen de la vida “comme il faut” y empieza a producir cuadros y esculturas de formas y colores imposibles para la época, rompiendo, creando, innovando, se obsesiona por el primitivismo, por despojarse de todas las normas sociales que oprimen al ser humano y lo alejan del sentir en libertad. Paul fue otro ser poliédrico que alternaba la creación del cuadro  “El Cristo Amarillo”, “De dónde venimos” o el que tuvimos la suerte de tener en el Reina Sofía “Cuándo te casas” con las más espantosas relaciones con menores aun sabiendo que estaba enfermo de sífilis y las podía contagiar.

  Resultado de imagen de gauguin  Mario, el flamante Premio Nobel de Literatura, no juzga tampoco al personaje, lo acepta como es, se introduce en su vida y la sigue como inevitable, como consciente de que Gauguin el genio era la misma persona que como amigo o familiar era un impresentable. De hecho, la vida es así, no hay nadie perfecto, se puede ser un gran físico y abandonar a su mujer con un hijo esquizofrénico como hizo Albert Einstein, también se puede ser un extraordinario padre y no realizar nada prodigioso en toda una vida, y más aún se puede ser un sátrapa, no ser buen padre y quizás te sepas la lista de los Reyes Godos, poliédricos, los seres humanos somos poliédricos.

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   Esta especie de cercanía al personaje la consigue Vargas Llosa con una obra en segunda persona, un narrador, en el que yo veo a Mario y no me importa, me alegra muchísimo pues desmiente a muchos detractores que lo consideran un hombre ultraconservador, aunque tras leer casi todos sus libros y escuchar muchos de sus discursos, clases y entrevistas, yo lo veo como un amante de la libertad individual, un liberal convencido, término que en nuestra sociedad se empeñan en enturbiarlo para que la libertad y la tolerancia quede secuestrada por ciertas ideologías neo marxistas que por otro lado ya han demostrado lo que pueden hacer con la libertad individual. En fin, que me gusta que alguien pueda escribir un libro y expresar su modo de ver el mundo, de aceptar la diferencia, la tolerancia ante la libertad de elección, las opciones sexuales, de apreciar la lucha por la justicia o la simple decisión de vivir su vida a su manera, aceptando también las consecuencias de sus acciones. Vargas Llosa utiliza, como decíamos, la segunda persona para alentar y dialogar con los personajes, como si les contara a ellos sus descubrimientos  para confirmar la historia, y claro, al no haber respuesta se deduce que el argumento es acertado, una técnica ingeniosa, llena de ritmo, de repeticiones, de apelativos e interpelaciones de una gran dificultad, que el escritor acrecienta con un aparente desorden temporal, que comprendo pueda resultar apabullante para muchos lectores porque cuenta con el bagaje del lector, y que da muestra del esqueleto de una obra en la que todo está medido.

    Frente a esta obra, el lector se encuentra con una etapa histórica, un siglo XIX efervescente de movimientos sociales y de pensamiento: el marxismo, el feminismo, el fourierismo, los ateísmos, los sansimonianos, el capitalismo, el liberalismo... Pero también, seremos testigos de la excrecencia humana en las explotaciones de obreros, los tratos humillantes a las clases bajas y el uso del cuerpo y el alma de mujeres en los “finishes”, “afterhours” donde muchos hombres que exigían una conducta intachable a sus mujeres e hijas terminaban el día tomando de todo y haciendo de todo a pobres mujeres que lo soportaban por llevar dinero a sus casas. Hay una escena que es dolorosísima en el libro, cuando hacen beber a estas mujeres porquerías de todo tipo para verlas vomitar y hacerse pis en ellas, lo peor es que esto aún existe.
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    En una alternancia de personajes, Flora recorre su camino vital que la lleva también a Perú y al Reino Unido, mientras que Gauguin vive el desarrollo del impresionismo, conoce a Pissarro, Cèzanne  Van Gogh, a Degas, a Mallarmé, a Poe, se queda obnubilado con la odalisca de Manet, conoce los “Salons” donde se exponían las obras impresionistas al margen del arte oficial y emprende una ruta hacia el primitivismo en la Martinica, Tahití  y en las Marquesas donde creó obras pictóricas maravillosas y dejó un rastro como ser humano bastante indeseable. Aunque hasta para eso nada es blanco o negro, en cierto sentido Paul también intentó ayudar a los nativos defendiéndolos o incitándolos a pedir sus derechos que ni siquiera sabían que tenían, por ejemplo, en cuanto al pago de impuestos o a la obligación de llevar a sus hijos al colegio, que puede ser estupendo si lo miramos como que se trasmite cultura a estas personas sin posibilidades, pero que acaba con su forma de socialización en las culturas propias.
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    Quizás muchos lectores pensarán que esta obra es una excusa para pavonearse mostrando conocimientos en Historia del Pensamiento y Historia del Arte, no lo sé, lo que sé es que a mí me vale, porque disfruto con temas que me apasionan, descubro hechos que no sabía y me alienta a investigar.

Resultado de imagen de flora tristanResultado de imagen de flora tristan  Esta es pues, una novela propia para el diálogo, para la reflexión sobre los esquemas mentales fijos, ni nadie es bueno del todo ni nadie es malo del todo, también para tratar el colonialismo o para tener en cuenta que no se puede juzgar a la ligera y menos desde un tiempo y un lugar, desde una cultura y valores diferentes, por ejemplo,  la relación de Gauguin con sus Vahines, chicas-esposas jóvenes, nos parece una aberración y lo son para la cultura actual, también quizás de la que provenía Gauguin, pero no para las chicas polinesias que ya eran madres con trece años. Es como cuando se piensa en el Tribunal de la Inquisición y no somos conscientes de que los presos de aquella época preferían ser juzgados por la Inquisición porque los tribunales civiles eran peores. Es sobre todo un ejemplo de valentía por la propia libertad y de lo que luego se puede hacer con ella.

    Durante la obra tenemos varios encuentros con Eros, pero desde luego, lo que vertebra la obra es la meta en Tánatos, la enfermedad, la penosa enfermedad, enfermedades, de ambos protagonistas y esa burla continua, aprovechando hasta el último aliento sin haber tirado la toalla, como en el juego de El Paraíso: -toc toc, -¡quién es?, -soy la muerte, -ah, -¿es este el Paraíso?, -no señora, en la otra esquina. 



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