Cada vez estoy más convencida de que estos problemas son cuestiones químicas, por el motivo que sea: somático, genético, problemas en el desarrollo embrionario... El caso es que muchos trastornos, digamos mentales, no parten propiamente de la historia de vida, aunque sí de la gestión de emociones, que sí es una conducta aprendida e influye en la producción de estos químicos.
Las personas que padecen estrés tienen a menudo preferencias por alimentos con alto contenido en grasas y azúcares
- Por MARIA MANERA
- Imagen: marya -En un momento de estrés puntual y agudo, es habitual no tener sensación de apetito. Esto estaría relacionado con la respuesta primitiva de "luchar o huir". Ante una situación estresante, un peligro o una amenaza, el cerebro actúa: segrega hormonas y envía mensajes a otras glándulas del cuerpo para que liberen sustancias que capaciten para hacer frente a esta circunstancia. Como es evidente, en un contexto como este, el acto de comer es secundario, por lo que esta situación fisiológica inhibe, de forma temporal, la sensación deapetito y las ganas de comer. Pero si el estrés se mantiene en el tiempo, la cosa cambia; se libera una hormona denominada cortisol, responsable de un mayor apetito. El cortisol, en el intento de aumentar la motivación, también incrementaría el deseo por comer.
Además de una mayor sensación de apetito, las personas que padecen estrés tienen con frecuencia preferencias por alimentos con alto contenido en grasas y azúcares. Los motivos no están muy bien establecidos, ya que la mayoría de los estudios se han realizado en animales, lo cual no permite establecer comparativas con humanos. Sin embargo, se cree que los efectos del cortisol, la insulina y la hormona del apetito, la denominada "ghrelina", pueden desempeñar algún papel.
Estrés, efectos contrarrestados por el azúcar y la grasa
Hay que tener en cuenta que después de ingerir este tipo de productos hay una inhibición de la actividad de las partes del cerebro que producen y procesan el estrés y las emociones relacionadas con este. Por ello, estos productos se denominan alimentos consuelo o "alimentos confort", ya que contrarrestarían el efecto del estrés. Si se tienen en cuenta estos mecanismos, se evidencia la posible sobreingesta de alimentos calóricos en personas sometidas a niveles mantenidos de estrés. Si se añade el hecho de que las encuestas muestran que los individuos estresados duermen menos, practican menos ejercicio físico y beben más alcohol, se crea un escenario de riesgo importante de exceso de peso.
Reacción al estrés, diferencias según las personas
Las personas con sobrepeso son más propensas a ganar más kilos ante una situación de estrés
Las respuestas ante una situación de estrés mantenido difieren entre personas y, con ellas, también las consecuencias. Los estudios muestran que las mujeres son más propensas a las compulsiones alimentarias, mientras que los varones tienden a refugiarse en el tabaco y el alcohol. También se observan diferencias según un exceso de peso previo.
Las personas que padecen sobrepeso son más propensas a ganar más kilos ante una situación o época estresante. Las variaciones individuales siguen, ya que investigaciones realizadas en condiciones experimentales muestran que quien libera mayor cantidad de cortisol en respuesta a situaciones provocadoras de estrés tiende a un mayor picoteo.
CONSEJOS PARA EVITAR Y GESTIONAR EL ESTRÉS
En la mayoría de disciplinas del mundo sanitario, la prevención es la mejor herramienta para minimizar muchos trastornos. En el caso descrito, la Escuela de Medicina de Harvard, a través de su publicación periódica sobre salud mental, ofrece consejos válidos tanto para evitar el estrés emocional como para mitigar las consecuencias alimentarias de quien ya lo padece:
- Ejercicio: el ejercicio de intensidad baja-moderada disminuye la liberación de cortisol, por lo que contribuye a la regulación del apetito.
- Apoyo social: los amigos, la familia y otras fuentes de apoyo social parecen tener un efecto amortiguador del estrés.
- Meditación: reduce el estrés y puede ayudar a ser más consciente de las selecciones alimentarias. Con el tiempo, también puede contribuir a que se afronten mejor los impulsos. El taichí o el yoga combinan los beneficios de la actividad física y de las prácticas meditativas.
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