Adiós a sus ojos tristes
En mitad del duelo de la opulencia entre Messi y Cristiano, un futbolista anónimo se desploma en Pescara y la muerte reclama el foco. Detrás de la tragedia llega la historia de Piermario Morosini, un niño huérfano al cuidado de hermanos discapacitados al que el fútbol devolvió a la vida antes de arrebatársela, por lo que sólo cabe preguntarse cuál de los dos es más injusto. Descubrir su biografía mientras se cuentan los goles de Messi o del Madrid es tan obsceno como inevitable, dualidad vital del propio Morosini, como han recordado sus compañeros del Livorno, al definirlo como el bromista de ojos tristes. Nada como una mirada triste nos habla tan claro.
Durante todo ese tiempo de dolor, el fútbol mantuvo su pulso, por macabro que resulte, y Morosini creció como jugador en las categorías inferiores del Atalanta, antes de ser traspasado al Udinese dada su progresión. Después, sin embargo, se detuvo y el jugador pasó por varias cesiones, al Bolonia, Vicenza, Reggina, Pádova y, finalmente, Livorno, en la Serie B, en el fútbol real. En Pescara, todo se acabó. Queda su hermana, por la que ahora suspira el corazón de Italia, pero pronto rodará de nuevo la pelota y volveremos a contar los goles. Sólo hemos de tener la precaución de no confundirlos con valores como aquéllos sobre los que estaba construida la corta y trágica vida de Morosini. Incluso quienes no creemos, desearíamos creer que en algún lugar descansa en paz.
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