Esta es una novela entrañable, la ternura es el sentimiento que más me ha acompañado durante su lectura, la comprensión, deben ser cosas de la madurez….
En esta obra Sampedro
nos presenta a un señor de edad avanzada, calabrés, machista, tradicionalista,
con ideas férreas del bien y del mal, prototipo de su cultura, lleno de
rencores que lo acompañan toda la vida y que le dan vida, precisamente, para seguir
adelante. Este señor de trato difícil había sido partisano, de los que combatieron
huidos a la montaña contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, a sus
años, Salvatore confunde la realidad con el pasado y cree, a veces, estar en plena conflicto, usa vocabulario
bélico, duro, de supervivencia.
El Calabrés recaba
en Milán para tratarse un cáncer de próstata, “La Rusca”. Su hijo lo recoge en
Roma, donde ve el sarcófago de la pareja Etrusca, quedando impresionado de su
fuerza y decisión. Más tarde, también quedará conmocionado por la fuerza
de “La Pietà” de Miguel Ángel. Estos dos hechos de la novela son significativos
del hombre sensible que se esconde bajo el tosco vestido de antiguo partisano,
aprendizaje conductual típico del que tiene que luchar por su supervivencia.
El enfermo aparece
cargado de viandas, vinos y quesos fuertes del sur de Italia, donde los sabores
son tan extremos como los caracteres, acaba escondiéndolos debajo de la cama.
Como es lógico, se produce un fuerte choque cultural entre el abuelo y su
familia Milanesa, entre el abuelo y toda la ciudad. No comprende los
comportamientos igualitarios entre hombres y mujeres, las prisas, las nuevas
técnicas de educación de niños, el orden social, su concepto de lo adecuado es
radicalmente diferente del de su nuera, incluso la considera fea porque es
delgada.
Conoce a
Hortensia, una señora sureña que lo comprende y sabe sacar lo mejor de él, no
enfrentándolo, sino atendiendo a su fondo extraordinario de ser humano “entero”.
Empiezan una corta pero madura relación de amor, lo que supone una relación
basada en el respeto, la compañía, la admiración, muy lejos quedan los amores
físicos y pasionales o el que le unió a su esposa, basado en la cotidianidad y
el costumbrismo calabrés.
Salvatore pone
patas arriba la vida de su hijo, saltándose a la torera las normas de educación
modernas, se pasa las noche acompañando al nieto, contándole historias,
abrazándolo y sintiendo el calor de sus manitas. La nuera se siente perturbada
pero sucumbe en silencio a las “cosas” del abuelo, el respeto y la ternura son
representadas como los valores más importantes de la existencia de la familia.
El nombre de
guerra del protagonista fue Bruno y por casualidad es el que escogen los esposos
para el niño, éste hecho hace revivir la etapa más importante de la vida del
abuelo, cuando luchaba en las montañas contra los alemanes, la camaradería, las
victorias, el sexo salvaje del guerrero. Ese estado de ánimo regresa a Salvatore
para luchar contra la muerte, las nuevas formas de crianza de los hijos y las
reglas sociales del norte de Italia que lo consideran un campesino, estereotipo
de hombre inculto, intolerante, cuestión que tiene profunda verdad y profunda
mentira, las personas desarrollamos las habilidades propias para subsistir en
el medio que nos toca, sería una estupidez irse a cuidar cabras sin más
experiencia que el conocimiento de las declinaciones latinas.
Pero Bruno también
se equivoca y aprende de los intelectuales milaneses, en un principio cree que
se van a reír de él cuando le proponen hacer un estudio sobre su habla y sus
mitos, incluso exagera, se inventa, para provocar, sin embargo descubre que los
profesores realmente están interesados en él como producto de su cultura. Tanto
aprende el abuelo en su última etapa que da por satisfecha su vida y no se rebela
ante su muerte, la acoge agradecido del tiempo que le ha dado. Finalmente, el “Nonno”
se extasía en plena sonrisa etrusca.
Os recomiendo esta
novela de prosa sencilla y correcta. Es un placer saborear una historia llena
de temas elegantemente encajados, propuestas culturales, etnográficas, diversas,
llenas de dialécticas con conclusión consensuada, donde la ternura, la
comprensión, el respeto y la empatía nos hacen comprender que hay sitio para
todos en nuestro mundo. Sampedro es un genio, ¿cómo se puede mantener el
interés en una obra donde el protagonista es un abuelo con sus cosas de “viejo”?,
pues lo hace y de verdad que no puedes parar de leer.
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