Esta es la obra de un escritor
del imperio austrohúngaro, díscolo y aventurero, que vivió las vanguardias
parisinas, que se instaló en Budapest tras la Gran Guerra y que cayó en el
olvido durante los años del nazismo y la invasión comunista, por mor a su
directa oposición a ellos. Es una obra de misterio, un misterio de amor, cuya
incógnita a nadie le importa, entre otras cosas porque es obvia y porque la
grandeza literaria de Márai acaba fascinando al lector que se revuelve entre
sentimientos y conceptos magnos como la amistad, la comprensión, la madurez y
la relativización de los eventos magnificados a lo largo de la vida. Es una novela
melancólica, documento fidedigno que nos muestra cómo desperdiciar una vida,
por anclarse a eventos trágicos pero puntuales, el hombre usa su inteligencia
para hacerse daño, el enemigo está en casa.
El general es el personaje omnipresente,
cuya infancia y recuerdos completan una historia, los demás personajes son sólo
una excusa para no considerarla un monólogo. Esta licencia narrativa es difícil
de conceder y el lector transige por la necesidad de llegar a la verdad en ese
encuentro entre dos que acapara de manera inverosímil un solo individuo.
La visita de un amigo de juventud en las
postrimerías de la vida de ambos, sirve como escenario para una historia llena
de disertaciones formidables sobre la amistad, la traición, la aceptación, la
inevitabilidad de los sentimientos, la guerra, la pasión versus la razón, las raíces,
la cobardía, la verdad, la realidad y cómo las relacionamos con nuestras
emociones.
Éste fue un autor denostado, sus textos
estuvieron prohibidos en su Hungría transformada en República Soviética, su
pensamiento divergente de la burguesía le valió la incomprensión de su familia
en su juventud y nuevamente fue ultrajado tras la invasión rusa por su posición
liberal, era en realidad un espíritu crítico, alguien con quien me identifico,
un ser que se obsesiona por analizar los acontecimientos, por mirarlos en la
pureza de su producción, sin dejarse llevar por ideales heredados o socializantes.
Así nos traslada en el tiempo y en su
evolución mental, con un hilo de pensamiento que se enreda alrededor de nosotros
produciendo la tensión de la verdad oculta, una verdad que se conoce, se adivina y no importa.
De esta forma llegamos a saber que Conrad no
lo mató, gracias a ese sentido profundo de la amistad, no pudo asesinar a su
amigo a pesar de que su amor por Kristina era inevitable y decidió irse al Trópico, lejos de la culpa, lejos de la tentación, abandonarlo todo. Llegados a este momento podríamos decir que la historia está finiquitada, pero hay tantos temas subyacentes, tantos hechos dolorosos, guerras, muertes, melancolías que realmente lo que me sorprende es el final, en esta recopilación de hechos y escenas vividas, el protagonista pudo agotarse, pero sutilmente comprendemos que no se acabó, aunque, sí quedó marcado.
Márai es un gran narrador, es rico, profundo,
poético, respeta y mima la palabra, el resultado es una novela pulida,
simbólica, donde la experiencia sensorial te envuelve con colores y olores de
seda azul o amarilla, donde esa seda azul y amarilla hacen algo más que cubrir
las paredes, muestran estados de ánimo. Y las reiteraciones se perdonan por su
poder atrapador, como tela de araña que se teje alrededor del lector que se va
comprimiendo según aumenta la tensión.
La lectura de “El último Encuentro” es una
experiencia sensorial, hay colores en las descripciones, un lenguaje visual, como en un cuadro, los olores nos envuelven, y lo consigue sin caer en aburridas descripciones, con la brevedad óptima para el propósito de acercarnos a los
objetos, las casas, como muestra de una decadencia social y económica de su
nación, que a esas alturas no debía saber ni cómo llamarla. El escritor es capaz de
concretar en símbolos lingüísticos, como hacen los grandes pintores en pulcras
pinceladas de colores perfectos, reproduciendo una realidad tamizada por su
filtro maltratado.
El autor se suicidó al caer el Muro de
Berlín, puede que pensara que ya había vivido lo suficiente, o que su vida
había sido desperdiciada, o que no encontraba su sentimiento nacional en este
mundo, donde su casa a bandazos políticos y bélicos había cambiado de manos
como prostituta vieja.
Ana E.Venegas
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