miércoles, 17 de mayo de 2017

“Siete Casas Vacías” de Samanta Schweblin, análisis AMUM


Resultado de imagen de siete casas vacías     La tertulia literaria de la Asociación de Mujeres Universitarias de Marbella se reunió el pasado lunes para profundizar en una obra necesaria pero muy inquietante, una genialidad que te arrastra y te roba las energías, una lectura perturbadora de la que no se puede salir indemne.

    Una opinión mayoritaria de socias fue considerar “Siete Casas Vacías” como una obra de enjundia literaria, muy bien escrita, que te atrapa y te lleva a las profundidades del alma humana, al egoísmo, la locura, la maldad, la muerte, la falta de adaptación o de resignación, de habilidades sociales y para la vida. La obra es un espacio, un ecosistema, un clima irreal en base a perversas realidades cotidianas, dentro dela normalidad, la muerte de un hijo, la demencia senil, los egoísmos tumorados en las relaciones familiares, una visión en tubo de la existencia humana que produce horror, angustia, rechazo, un daño gratuito que algunas compañeras no quisieron afrontar y desistieron.

    Varias socias coincidieron en que la lectura les había llevado por los caminos emocionales de Poe, lugares donde la maldad produce un entorno oclusivo, sin aire, aspectos del ser humano que elegidos, acentuados y puestos en fila desposeen de la esperanza y del que sorprende que no se huya a la velocidad del rayo.

Resultado de imagen de siete casas vacías    Esta literatura de lo feo, de lo horroroso requiere de un conocimiento del ser humano que entendimos la autora tiene, pero que nos sorprende por su juventud y nos preocupa que haya vivido en piel propia.  Como dijo una compañera, la autora se ha metido en los personajes, en su mente, pero es que la perturbación de la mayoría de ellos, sus vivencias patológicas hacen muy especial la obra.

    Samanta es capaz de hacernos sentir el interior de una vieja egoísta, rencorosa, con una incapacidad grave para amar, el amor que podría curarlo casi todo, pero que la protagonista de “Respiración Cavernaria” no contempla, su vida es una sucesión de pensamientos malvados, de pequeñas venganzas, suspicacias y una terrible omisión de socorro que la convierte ante el lector en una especie de asesina. Porque como una tertuliana apuntó, esta obra necesita del lector para eclosionar con fuerza, necesita el alimento de los propios demonios para hacer crecer la planta de la ignominia.

Resultado de imagen de siete casas vacías    Algunas socias encontramos un componente existencialista, una agonía por una vida que no merece la pena. Y desde luego, así no, así no merece la pena vivir, en el lado oscuro hay poco resquicio para la felicidad. El relato cuarenta centímetros nos obliga a plantearnos el lugar de influencia que tiene una persona, a qué se reduce su espacio, nos podemos sentir grandes, pero la realidad de un asiento de bus, su tamaño, nos da la medida exacta de nuestra importancia. Claro que, si esta historia nos hace evolucionar, como es obligación de la cultura, podríamos llegar a la conclusión a la que llegó una de las compañeras, y es que cuarenta centímetros de cada persona puesto en común con todas las de su grupo, hacen un área colectiva más grande y la esperanza la podemos centrar en que “la totalidad es más que la suma de las partes”.

    En la colección de relatos se muestran simultaneas la malicia y la locura, como hechos cotidianos. Una niña se educa con una madre que va con el coche destrozando jardines, una madre que se avergüenza de los abuelos, un pobre hombre que quizás no fuese un pederasta pero que la locura de la desconfianza social lo juzga como tal, una desgracia de esta sociedad que nos aleja de los niños para protegerlos, priva a los mayores de su inocencia y a ellos de la experiencia vicaria. ¿Será esto el triunfo del mal? Más de una nos lo preguntamos. Esto dio para un interesante debate sobre el Mal, su capacidad de contagio, su manera de esconderse, de engañarnos, pero también alentó la reflexión de que cualquier tiempo pasado no tiene que ser mejor, como diría Javier Gomar, el hombre tiene mecanismos de defensa.

    La incomodidad que produce esta colección de relatos deviene de “habernos quitado el orden”, como se planteó, el ser humano necesita bases sólidas sobre las que construir su edifico, y aquí encontramos ascendientes con comportamientos ajenos a los valores que nos dan consistencia, abdicantes de los roles que nos llevan a trascender.

    Una socia nos hizo recapacitar sobre el título, para ella era lo mejor del libro, pero este comentario nos llevó a investigar en el significado de “Las casa Vacías”, almas vacías, mentes inútiles, sin AMOR, sin capacidades para la vida, la razón perdida, por el dolor y por el enfrentamiento con el significado de la existencia, la resistencia a asumir las normas del juego, a sentirse perdido, desgraciado, por la no aceptación, una crisis de valores, un bajo nivel de frustración, la magnificación de los golpes de la vida y el tomar el todo por esa triste y desesperanzada parte. Más casas, más que mentes, corazones, corazones vacíos y yermos.En definitiva, un libro importante pero que no volveremos a leer, mucho nos tememos que no se convierta en un Best Seller, lo que a nuestros ojos lo engrandece.


    El próximo 12 de Junio volveremos a reunirnos, esta vez para analizar “Mi Planta de Naranja Lima” de José Mauro de Vasconcelos, ojalá nos haga palpitar, tenemos el corazón encogido.

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