El mes de agosto nos ha traído la lectura y
el análisis de “La Puerta” de Magda Szabó. Una narración con base biográfica
que tiene como epicentro la relación de una escritora con su asistenta, una
suerte de batalla de emociones, hechos y consecuencias que obligan al lector a
interrogarse sobre el simbolismo, la psicología y la actitud propia ante esta “amistad”
diversa, tóxica, patológica o como otras que se puedan dar en la realidad. Las
socias apreciaron de forma heterogénea la novela, de forma que la angustiosa
relación, las actitudes desconcertantes, las repeticiones de conflictos, la
exageración, casi caricatura, nos atraparon o desquiciaron o hicieron sonreír o
nos perturbaron o nos pusieron a buscar explicaciones históricas y racionales o
todo a la vez.
“La Puerta” tiene un indiscutible interés
por la idiosincrasia húngara, la herida de un pueblo que ha visto caer su
grandeza y ha sufrido las dos grandes guerras europeas del siglo XX quedando a
merced del Telón de Acero, con sus cazas de brujas de intelectuales liberales y
una estructura social disciplinada por sangre y poco dada a la expansión
individualista, en la que los mujikes, siervos de la gleba hasta la Revolución
Rusa, siguen siendo personas deshumanizadas en las que no prospera la sensibilidad
porque sería su muerte. Así nos lo contó una socia que había estudiado su
carrera en la URSS y presenció apartheids en los comedores comunes, estos trabajadores
de la base de la pirámide social seguían siendo no-persona, carga de trabajo. Este
embrutecimiento emocional puede ser una de las causas de la especial personalidad
de Emerec, aunque puede haber otras e incluso ser un conjunto de ellas.
La tertulia profundizó en el estilo
doloroso, opiáceo e incluso onírico, sobre todo el episodio final. Consideró la
lectura apasionante, angustiosa y alguna socia la vivió como un thriller
psicológico. De hecho, el comienzo es propio de las narraciones de este tipo, “Yo
maté a Emerec Szeredas”, que en opinión de otras socias indica la patología de
la relación entre ambas mujeres. Y es que no es saludable el desarrollo de la
culpa que la escritora sufre por no haber cuidado a la sirvienta cuando estaba
en el hospital, cuando la escritora tenía compromisos propios de su carrera,
además como representante de su país. Aquí, como otras tantas veces en la
narración se demuestra una codependencia.
En cuanto a los personajes, no los vemos
evolucionar, no están bien definidos y los brotes de ira, el yo-yo emocional,
pueden llegar a producir predicción, como de que la historia se soportaría con muchas
páginas menos. Eso sí, nos han parecido geniales los títulos de cada capítulo.
La persona codependiente no sabe poner límites
en la relación con el otro (no sabe dónde acaban los intereses del otro y donde
empiezan los suyos), asumiendo a veces fuertes niveles de soledad y de
frustración ya que, en algunas ocasiones, son víctimas de chantaje emocional de
la persona de la que codependen. Su perfil psicológico suele caracterizarse
por: bajos niveles de autoestima, elevada necesidad por sentirse aceptado
(necesitan sentirse excesivamente queridas o valoradas), altamente sensibles a
la crítica del otro, dependientes afectivamente, con temor a ser abandonadas y tendencia
a la autoculpa e inseguridad.
La escritora necesita la aprobación, desea
los premios, lo que es normal, pero la necesidad extrema ya no lo es tanto, se
empeña en que la sirvienta la valore por su trabajo de “persona que no barre”,
por su “entretenimiento parásito” como la considera, lo que no ocurre nunca, este
hecho le produce frustración, incluso algún arranque desmedido y Emerec es
incapaz de comprender la riqueza del trabajo intelectual, entre otras cosas
porque no lo entiende y muchos de los palos de la vida le han venido de gente
que saben usar una pluma en vez de una escoba, su intelecto se ha desarrollado
en ese ecosistema. Sin embargo, sí es hace uso del ascendente que tiene sobre
la escritora, aunque no sea consciente, por intuición, y como dijo alguna
socia, no se trata sólo del trabajo de la casa, pues bien podrían haber
contratado a otra persona menos tóxica, realmente el poder de Emerec sobre
Magda es emocional por su necesidad de valoración ajena para su autoevaluación..
Por otra parte, Emerec parece ser la
protagonista absoluta de la obra, aunque como hemos visto muchas de las
tertulianas pensamos que hay varios focos importantes, como esta relación de
codependencia de la que hemos hablado, la historia reciente de Hungría, la
censura, el miedo, la escasez, la educación, el trabajo deshumanizador, la
MUERTE, la “otra vida”, la eutanasia, las diferentes escalas de valores, el fenómeno
bifronte, Jekyll y Hide, la soledad y los trastornos mentales como el síndrome
de Noé por el que Emerec vive en secreto con un montón de gatos provocando su desmiembre
social.
Una socia advirtió que la vida de la
sirvienta podría tener cierta correlación con la historia de Hungría, por el
sufrimiento que se entrevé en una dignidad obstinada, ridícula, aunque
respetable. A través del personaje de Emerec, la autora pone en frases hechas
el pensamiento del pueblo apaleado, el escéptico el que siempre pierde mande
quien mande, porque siempre mandan los que no trabajan con su físico.
Como ya he mencionada, la muerte es un tema
recurrente que vertebra la vida de la sirvienta que fue huérfana de padre, de
padrastro y de madre suicida, que afirma no creer en la Iglesia pero que
trabaja toda su vida para dar sepultura digna a sus familiares. La mente de
esta mujer es primitiva pero no se vislumbra mágica y sobre todo no cree en las
acciones de caridad ni las de exhibición religiosa. Es solidaria con los
enfermos y provee de guisos de parturientas a todos los convalecientes y no
desea agradecimiento, pero tiene un celo antisocial por proteger su espacio
privado y concede su amistad-presencia-trabajo sin empatía ni rigor hacia las
mínimas leyes de la educación. La gente la quiere porque tiene su lado cooperador,
pero ninguna de las socias la quisiéramos como amiga y menos aún como señora de
la limpieza. La verdad es que en esta obra encontramos mucha herida y poco amor
y no le llamaríamos amistad a esa relación.
Emerec, además tiene unos esquemas mentales
muy rígidos y personales, de frases hechas, verdades absolutas que no permiten
un diálogo, superioridad desde la ignorancia, muy desagradable en mi opinión, y
que podemos ver en muchas personas que discuten u opinan sin argumentos ni
posibilidad de modulación, porque lo peor no es la incultura, lo peor es la
soberbia.
Una socia puso nuestra atención en el
marido como personaje interesante, aunque de papel reducido, porque no se
implica emocionalmente. La sirvienta lo respeta con miedo, como se respeta
cuando se aprende con mano dura, le llama amo, por ser hombre, cultura o
incultura machista, y por no tener la necesidad de reconocimiento codependiente
de la escritora.
Esta obra parece tener base autobiográfica
aunque algunas socias han destacado su exageración caricaturesca de las
situaciones. Por otro lado hay una transferencia ideológica de la autora que se
vislumbra en comentarios antisoviéticos como “los proletarios son proletarios
hasta que tienen dinero”.
Al final nos preguntamos por qué nadie
habla de esta obra en términos patológicos, ¿nadie se ha preguntado si Emerec
mató a las palomas o no?, ¿sólo mató a las palomas?, ¿es esta la historia de
una amistad como se nos describe en todas las críticas?
El próximo 2 de septiembre tendremos la
tertulia sobre la novela “La Biblioteca de los Libros Rechazados” de David
Foenkinos, metanovela donde las haya.
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