Cuando las materias y las palabras se modelan y el poema es tan visual como estimulante; cuando la línea, el metal o la madera hacen retruécanos casi fónicos y dan tonalidades rojas y naranjas al carbón de nuestra existencia; cuando el pecho se estruja y se expande lo suficiente para constatar que estamos y que somos únicos, tan valiosos, tan sensibles que el aire transita por nuestras arterias subido en glóbulos rojos; es entonces, cuando el calambre ha hecho contacto y se tiene conciencia de la trascendentalidad del objeto humano.
Este calambre se produce con la poesía visual de Juan Carlos Clares, en el enamoramiento de los materiales y su espacios, en sus silencios y sus notas, en el color y en las texturas que danzan hermosos como signos semióticos en un verso.
Este calambre se produce con la poesía visual de Juan Carlos Clares, en el enamoramiento de los materiales y su espacios, en sus silencios y sus notas, en el color y en las texturas que danzan hermosos como signos semióticos en un verso.
A Clares la materia, le habla, él la escucha, la mima, la recrea, la transforma y le da el lugar que conoce para la emoción. Finalmente, tú, espectador, tú respiras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario