"Patricia, no sé vivir sin preocupaciones, yo no sé ser feliz, es más, me preocupa ser feliz", "sé que me lo busco yo". Os voy a contar algo que le ocurre a muchos pacientes, y que si en algún momento de vuestra vida os ha pasado, seguro que no os habéis atrevido a verbalizarlo a la gente de confianza. Porque da vergüenza hablar de ello. Se trata del miedo a ser feliz.
Estas personas no están bien consigo mismas ni disfrutan de lo que tienen porque ellos lo han decidido así, creen que no se lo merecen. Tienen miedo a sentirse felices y ser conscientes de que tienen una vida plena. En el momento en el que están bien se plantean "¿y si ahora disfruto y me castigan por eso?" Desconocen de dónde les puede venir el castigo, pero sí que creen que puede llegarles. Anticipan que algo malo les va a ocurrir si se entregan al estado de bienestar. Y se hacen preguntas del tipo "¿por qué yo disfruto de tanto y otros nos? No es justo."
Se sienten mal si ellos son felices y las personas que tienen alrededor no lo son. Su nivel de empatía les impide disfrutar si sus seres queridos no lo hacen. Se valoran como malas personas por estar en este nivel de plenitud mientras que otros sufren por tener problemas. Lo peor de todo es que las personas que les rodean serían también mucho más felices si a ellos los vieran disfrutar. El "amargamiento" conjunto no disminuye el "amargamiento" de otros, en todo caso lo potencia. No se atreven a alegrarse de lo que les rodea por miedo a perderlo próximamente. Piensan que no se merecen tanta dicha y que si disfrutan de ella, dejarán de tenerla.
No son conscientes de que la que vida es un regalo, o si son conscientes, se les olvida con mucha facilidad. Y su tristeza viene del desequilibrio, como todas las tristezas. Las personas que se sienten deprimidas, no mantienen un equilibrio entre lo que disfrutan y las obligaciones. Y este tipo de personas en particular, se sienten mal no porque tengan un desequilibrio, sino porque los momentos felices los convierten en desdichas y no les dan valor. Si no das valor tus momentos de ocio y de tranquilidad, es como si no los estuvieras viviendo.
Si te sirve de consuelo y te ves identificado en este grupo de gente, piensa que normalmente suelen ser bellísimas personas, cargadas de bondad y empatía. Que necesitan que todo funcione para que ellos puedan estar tranquilos y disfrutar. De verdad que no me imagino yo en la consulta a la típica víbora, con mala idea, o al envidioso diciéndome que no disfruta de la vida porque los demás tampoco lo hacen. A esta clase de personas, los "malos malísimos", les da igual.
Si te ves identificado y quieres disfrutar de lo que te mereces, sigue estos consejos:
- Cambia el chip. Y empieza a interiorizar que esto es lo que te has ganado. La vida no es un lugar en el que tengas que pasar sin pena ni gloria, ni siquiera llorando. Es un lugar, en el que puedes trabajar para ser feliz y disfrutar. Es un regalo, ¿le vas a mirar el diente? Verbaliza "soy feliz, y qué", "qué pasa, sí, soy feliz".
- Para disfrutar de esos momentos basta con verbalizar en la dirección correcta "qué bien estoy", "qué tranquilidad, cómo me gusta leer un libro un domingo por la mañana".
- Elimina de tu vida las batallas que no necesitas, no sufras porque otros lo están pasando mal, sencillamente, no servirá de nada. Si quieres prestar ayuda, hazlo, te dignifica como persona. Pero no eres mejor amigo ni familiar si al prestar ayuda, sufres con ellos.
- No solo tienes que vivir con los cinco sentidos esos momentos que dan valor y sentido a la vida, sino que también puedes hacer por buscarlos. ¿Dónde están? Hazte esta pregunta, ¿hoy, de qué puedo disfrutar? Anticípate y planifica tu placer. Igual que nos hacemos responsables de nuestras obligaciones, también lo podemos hacer con las emociones positivas. ¿A qué le puedes sacar hoy jugo? A un café, a una conversación, a hacer la compra de forma tranquila...
Ser feliz no tiene castigo. Así que si te sientes bien contigo mismo, la vida te sonríe y eres feliz... aprende a convivir con ello.
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