Nos encontramos ante una biografía novelada
de la excéntrica artista considerada surrealista Leonora Carrington, desde su díscola
infancia y adolescencia hasta su madura producción mejicana, pasando por sus
amores con hombres determinantes para la historia del siglo XX como el pintor
de paisajes ensoñados Max Ernst.
La autora nos ofrece una historia basada en
hechos reales, de tal intensidad que la protagonista se come a la
autora, al estilo, la documentación y la redacción pasan desapercibidas ante la
avalancha de hechos, personalidades, producción artística, fuerza y
determinación de la Carrington.
Leonora nació en el seno de una familia
rica, su padre era un inglés, magnate de la industria textil y su madre una
irlandesa de sensibilidad artística que la apoyó hasta el final de sus días. La
relación con sus progenitores tendría mucho que analizar puesto que su padre la
quería como su única hija que era, sólo tuvo hermanos, pero como los padres de
ese tiempo querían a las hijas, dóciles y listas para casarse para afianzar
alianzas, el Sr. Carrington no podía tolerar el comportamiento asocial de su
hija, sus relaciones de identificación con los animales y su posterior vida
disoluta en brazos de la “crème de la crème” surrealista en Paris, Duchamps,
Breton, Tanguy, Dalí, Miró, Ray… Sin embargo, Leonora padece una
enfermedad mental grave por los acontecimientos preliminares de la invasión
Nazi a Francia, se llevan a Max Ernst, su amor, detenido en prevención
por su origen teutón, entonces, su padre ordena que sea trasladada a Madrid y
posteriormente a Santander donde le paga un tratamiento en la más cara
institución mental del momento. Su madre por otro lado la visitó, la financió
siempre que lo necesitó pero Leonora no se preocupó por ella, murió sola en
Inglaterra, su libertad era tremendamente egoísta y sólo vivió para sus deseos.
La obra intercala hechos biográficos
documentados con creación novelada que no hace más que enlazar los
acontecimientos personales y la enorme producción artística. De hecho la
primera mitad de la novela es apasionante,
se relata la infancia “galopona”, los estudios de arte, el nacimiento del
Surrealismo, los fogosos y desvergonzados amores con Max Ernst, la locura de Leonora,
los tratamientos con Cardiazol, los celos de Peggy Guggenheim, la vida en Nueva
York, su matrimonio con un periodista mejicano, el traslado a México… La
segunda mitad es ya más monótona y el placer de la lectura va unido al conocimiento
de las obras de la pintora, es un momento ideal para darse una vuelta por “San
Google”, deleitarse con las pinturas y de camino hacer un repaso por los
postulados surrealistas y sus figuras más representativas.
A mí personalmente, el episodio que más me
ha impresionado ha sido el del traslado de Leonora en lamentable estado de
salud mental a España. Los gritos durante quilómetros, las incoherencias, el
caminar a cuatro patas como un animal, subiendo montes, con una fuerza
inhumana, está claro que Leonora no toleraba bien las frustraciones, siempre
hizo lo que le dio la gana, sin medir los sentimientos de los demás, conseguía
lo se proponía, no se hablaba con su padre que era tradicional pero en
numerosas ocasiones se aprovechó de su dinero, a veces es más fácil ser un
artista “libre”, mi padre siempre contaba un chiste de un chico que amenazaba
con irse de casa porque sus padres lo llamaban al orden, decía:—¡Me voy a ir, me
voy, lo tengo decidido, y, y, y no voy a volver…. Hasta que no se me acabe el
dinero!- Leonora no volvía porque su madre se lo llevaba.
En resumen, recomiendo la lectura de esta
novela bibliográfica que nos zambulle por completo en la vida y obra de Leonora
Carrington, una talentosa pintora que se desarrolló en un ambiente privilegiado
del movimiento Surrealista, que tuvo relaciones amorosas y de amistad con los miembros de ese movimiento tan rompedor,
que vivió los acontecimientos más traumáticos del siglo XX y que fue libre
pasando sobre las creencias de su familia, eso sí respaldada en última
instancia por su dinero.
Marbella, 6 de Septiembre de 2013-09-06
Ana E.Venegas
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