lunes, 21 de julio de 2014

“Últimas Tardes con Teresa” de Juan Marsé

    Esta obra de extremos entre la clase suburbial y la burguesía catalana fue publicada en 1966 con gran éxito de ventas. Obtuvo el premio Biblioteca Breve en 1965 y yo me pregunto después de todo lo que me han contando sobre la dictadura: ¿porqué Juan Marsé no fue fusilado?, la lucha de clases, las manifestaciones, los panfletos, el sexo explícito, hay cosas que no me cuadran y que a base de repetirlas todos damos por ciertas, aunque ahora, la verdad, tras releer este libro tan libre, me siento profundamente desorientada.

    La verdad es que ya había leído la novela, allá por los años ochenta, cuando una excelente profesora de literatura nos dio una lista de las obras literarias que había que leerse para saber de qué estábamos hablando, en alguna de mis mudanzas perdí la relación de Toñi Espacio y lo he lamentado muchas veces desde entonces.

    Recuerdo que en aquél tiempo viví con desazón esa historia de amor que se veía imposible, una historia abocada al fracaso por la injusticia del mundo. En la actualidad y con menos efervescencia hormonal me doy cuenta de que este “Romeo y Julieta” fue la excusa que Juan Marsé encontró para presentarnos los dos mundos antagónicos que convivían como matrimonio mal avenido, en la misma casa pero sin hablarse.

    Por un lado encontramos la facción de los charnegos, forasteros no adaptados al sistema obreril en fábricas de sol a sol. Su representante más destacado es el Pijo Aparte, Manolo Reyes, nacido en Murcia, con infancia difícil y desilusionante, que había decidido, si algo puede decidirse en semejantes situaciones, huir hacia adelante. Medrar utilizando las armas de macho bien presentado, tierno, canalla, pícaro, listo, embustero y falto de escrúpulos. De esta manera, Manolo se levanta cada día con la intención de beberse la vida sin dar un palo al agua, vestido de traje, lavado y repeinado, partiendo corazones e hímenes en los descansos de su actividad delictiva como ladrón de motocicletas.

    Gracias a la afición de Manolo a las dos ruedas, el autor consigue hacernos una relación del parque motórico en aquel tiempo. Me ha hecho recordar con cierta nostalgia las Sanglas, las Ducatis, las Derbis y otras motos de la época.

    Por otra parte nos encontramos con un personaje digno de análisis, la hija única de una familia burguesa que juega a ser progresista con motivo de su atmósfera universitaria. Teresa es una chica ingenua, con la ingenuidad de los que no han sufrido en la vida, que nunca han sido defraudados ni desilusionados. Se nos muestra cómodamente rebelde, desde su torre en la playa o en su barrio de San Gervasio, mientras conduce su descapotable y consume en los mejores clubs y restaurantes.

    Para Teresa la imagen de El Pijo Aparte es un Capricho, hasta tal punto que lo convierte en lo que no es, un obrero de izquierdas comprometido con la lucha social, nada más lejos de la realidad porque Manolo es un producto de dicha sociedad, el coque del carbón, el residuo poroso y duro que resulta de la actividad social dominante, adorable pero inútil para la lucha. Y él se deja hacer porque no le duele la indignidad ni tiene una verdad de la que sentirse orgulloso, como decía Groucho Marx “Esta es mi opinión, pero si no le gusta, tengo otra”.

    La coprotagonista es una chica feliz, romántica que idea con la fantasía de revolucionar el mundo desde su palacio de cristal manteniendo intacta su virginidad. Marsé la define sarcásticamente, ella no es más que el exponente de una cachorra de ricos.

    La novela está escrita en una prosa bastante poética donde se mitifica las dos figuras representantes de los polos sociales. Los diálogos están pegados a la idiosincrasia de los personajes, con un lenguaje vulgar, incluso soez típico de las personas de mala educación o los anglicismos y galicismos propios de los niños bien que han estudiado en liceos políglotas. Su estructura es bastante clásica y lineal, fácil de seguir lo que es extraño en una época en que los autores se esforzaban por crear estructuras complicadas que hicieran al lector un participante activo. Además el autor nos regala con un narrador omnisciente que es capaz de estar al tanto de todos los detalles, describiendo y reflexionando sobre las distintas situaciones. Esta técnica, aunque bastante usada, no deja de ser la que más riqueza y sencillez presenta par los lectores.


    Finalmente quisiera hacer mención a la idea de la importancia del momento para la edición de obras, está claro que la última etapa de la dictadura franquista, en plena efervescencia que desencadena el Mayo francés, los movimientos Hyppies y Antivietnan eran caldo de cultivo de inquietudes que el autor pese a la fecha de su edición se atrevió a plasmar. La verdad es que ahora, reflexionando, me quedo perpleja ante el hecho de que esta obra pasara la censura de la que tanto me han hablado.
    
    


  


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