Esta obra
consagra la seriedad satírica e irónica que Tom Sharpe realiza con misiles
humorísticos contra el “status quo” de la sociedad supuestamente democrática,
encorsetada y previsible, que supuestamente ha elegido el supuestamente hombre
libre occidental. Es una sátira, una farsa, plena de humor negro corrosivo.
Esta
secuela de la irreverente “Wilt” nos muestra con un argumento aún más trabajado
las mismas inconexiones humanas que el autor nos planteó en la primera obra de
esta serie. En mi opinión en ella hay más intriga, un poco menos de humor e
igual sátira social.
A través del
trabajo que Wilt realiza en la escuela politécnica como jefe del Departamento
de Artes Liberales, el autor nos presenta la situación de los programas
educativos que obligan a personas sin ningún tipo de interés por las artes y
mucho menos liberales a soporíferas clases en las que sestean y ahondan en su
odio hacia la Literatura. En esto no puedo estar de acuerdo completamente con
Sharpe, está claro que algo falla pero es la obligación de los educadores
ayudar a los alumnos a abrir sus fronteras intelectuales, quizás deba hacerse
de otra forma, más adecuada a sus perfiles y que realmente los motive.
Las normas
de comportamiento, sobre todo sexual, en las instituciones educativas rozan lo
ridículo y el autor nos lo hace patente a través del escándalo seguido de interminables reuniones del Consejo que provoca la sodomización de un cocodrilo hinchable. Me
hace pensar en la otra hinchable de la primera entrega de “Wilt”, qué fijación
tiene Sharp por los juguetes de plástico.
La institución
del matrimonio y la familia es reventada por una hipérbole de tribu femenina en
las que sus cuatrillizas incómodas y su extravagante mujer ocupan todo el
espacio y Wilt prefiere seguir en su lugar de trabajo o caminar de regreso a
casa durante horas con tal de no llegar a su hogar.
En este
aspecto Eva, la mujer, es un ser voluble, una caricatura tipo de todos esa masa
de seres que se creen o juegan a estar fuera de la corriente de esta sociedad
cuando en realidad no son más que un subproducto de ella, en la que sin
capacidad crítica se adhieren a todos los movimientos alternativos por pura
moda y acaban siendo consumidores de productos orgánicos por los que pagan más
o comprando váteres ecológicos que no dejan de ser de plástico y fabricados por
una multinacional, durando hasta que se pase la moda y haya que comprarse otro
artefacto (si antes no ha explotado con los gases que genera).
Por otra
parte Wilt es un ser desubicado, parece no gustarle el mundo en el que vive ni
los encorsetamientos en los que se ve recluido pero es un cobarde, un cínico y no tiene
claro lo que quiere hacer con su existencia, adolece de irresponsabilidad e
irreverencia y es un padre horrible, de ese tipo de personas que se dejan llevar
por la vida pero siempre están refunfuñando contra ella. Podría parecer
resignado pero las situaciones que crea conscientemente para hacer desesperar a
la autoridad me hacen comprender que no lucha por sus ideales porque
simplemente no tiene, sólo sabe lo que no le gusta.
Para desestabilizar
la buena opinión que pudiéramos tener sobre la seguridad de los países, los
Servicios Secretos, el Ejército o la Policía, Sharpe introduce a una terrorista
alemana que encandila a Wilt, en su apática vida sexual y crea situaciones
donde se ridiculiza al Papá Estado como garante de sus pobres hijos
desprotegidos. El ser más ridiculizado es el Inspector Flint con el que ya se
cebó en la primera obra de la serie.
Finalmente, en mi opinión quien peor sale parada es la izquierda
progresista en boga, que ni luchan por los derechos de los más débiles ni viven
como ellos, son otro subproducto burgués con una idea para estar entretenidos.
Tampoco se salvan las derechas, ni los centros, ni los partidos ecologistas,
todos comparten ala a la sombra de un Sistema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario