

Hace un mes y medio decidimos viajar a Nueva York y alquilar un apartamento pues con un hijo mayor la aventura en hotel cuesta un riñón y hay que hay que reservar dos habitaciones, además teníamos la intención de cenar alguna vez relajados después de disfrutar en la ciudad. Ante las buenas experiencias que habíamos tenido con Booking.com nos decantamos por un apartamento en 38 West 31st street que ellos publicitaban, en pleno corazón de Manhatan, junto a la quinta avenida. Se suponía que era un dúplex con vistas a la ciudad pero encontramos que ni era dúplex ni tenía ventana alguna a la ciudad.

Tras entrar en un edificio bastante viejo, con un ascensor inquietante, abrimos la puerta a los pasillos del Tercer o Cuarto Mundo. Nos dieron un apartamento estudio en la sexta planta por lo que tuvimos que pasar por corredores con tuberías a la vista, pegadas a la cabeza, donde los vecinos como chinches boqueaban por la falta de aire, dejando sus apartamento y sus pobres miserias a la vista, abriendo las puertas y exponiendo sus reducidas habitaciones atestadas de cacharros y olores a pis y rancio, con la esperanza de que circulara un poco de aire.


Muchos no tenían cuarto de baño por lo que había uno colectivo, sin cerrar, que daba pavor por la suciedad de inodoros y paredes.





Luego nos cambiaron a
la octava planta, un poco, un pelín menos desagradable, al menos no estaba la
persona mayor desatendida, con sus correspondientes olores, pobre, qué mala
imagen de una ciudad que deja a sus ciudadanos mayores en ese estado. Sin
embargo, el hedor de los baños, el calor, la no ventilación de los pasillos, los suelos de plástico remendados, lo
seguían haciendo el lugar más sórdido en el que he dormido en toda mi vida.
El nuevo apartamento
era un dúplex, sí, pero no tenía ventajas, había que subir a la zona de camas y
el baño estaba abajo, el bañito, porque era de Pin y Pon, igual que el aparato
de aire acondicionado que estaba arriba y que con la poca potencia que tenía
apenas refrigeraba la escalera pues el aire frío pesa más que el caliente, "igual que en España", qué cosas, cómo quiero a mi país. Así que el poco aire se
bajaba las escaleras antes de enfriar la habitación y como la ventana “que daba a la ciudad” estaba cerrada
con cinta aislante azul chillón, con más mierda que el rabo de una vaca y obstruida por el aparato de aire de Pin y Pon, el calor, los sudores, la claustrofobia, el olor a “yo que sé” eran inenarrables.

En
cuanto a la cinta azul chillón era el remedio para todo, fíjense en cómo habían
reparado el techo. También es digno de ver la suciedad en las paredes, que nos
encontramos un trozo de salchicha debajo de la cama, un horror… Ah y el pequeño detalle de que en ninguno de los dos apartamentos había armarios, así que imagínense, tres maletas abiertas y las cosas dentro de ellas doce días, algunas en la barandilla para que se orearan o se secaran, porque la ventana de abajo aunque no estaba cerrada con cinta daba a un ojo de patio tan estrecho que sólo servía para compartir los pestes de otros apartamentos, la abrimos una vez, la cerramos inmediatamente y nunca más, así que de tender la ropa ni hablamos.




No hay comentarios:
Publicar un comentario