viernes, 17 de octubre de 2014

Desayuno en Tyffany’s

     Esta exquisita obra de Truman Capote es una “Novella”, una novela corta o un relato largo, según se vea,  que se editó junto a otros dos relatos.

    No está considerada una de las grandes creaciones del autor, probablemente por su tamaño, sin embargo, su trascendencia es universal gracias a su adaptación al cine y a la interpretación de Audrey Hepburn.

    El escritor cuenta la historia de una protagonista absoluta a través de un narrador testigo, por lo tanto, desde su propia y única perspectiva, como vecino que relata las vicisitudes y sobre todo la fotografía de un ser particular y justificado.

    Holly Golightly es un personaje complicado, un ser con supremas cualidades innatas para aprender idiomas, con sensibilidad para la belleza y el buen gusto, que sin embargo ha tenido un desarrollo personal en condiciones muy precarias, careciendo de las mínimas necesidades primarias como la seguridad y la comida.

    Su posición ante su vida es de huida, de búsqueda de un estatus que le haga despreocuparse por esas carencias emocionales y materiales que sufrió en su niñez y adolescencia. ¿Cómo lo hace? Con una defensa mental para los problemas y las dificultades, con conductas de desenfado, de irresponsabilidad, de superficialidad, aceptando todo, con subterfugios, utilizando sus encantos, calentando los ardores masculinos y dejándolos o no en la estacada.

    Holly tiene una colección de valores mermada, no le importa molestar a los vecinos, luego usa sus encantos para callarlos, pasa información a un miembro de la mafia, no queriendo ver que le pagan por un acto delictivo, vive de pedir dinero a hombres con la esperanza de sexo con ella, a veces parece una prostituta de lujo, se casa con un señor mayor para dejar de pasar hambre y cuando tiene calmada la necesidad huye para satisfacer otra de vida glamurosa que en el sur de EEUU no tendrá.

    En su devenir diario de evasión concurren detalles de su inmadurez, de su inestabilidad, es incapaz de ordenar la casa, de poner las cosas en su sitio y no puede poner nombre a su gato, sabe, siente que no lo merece porque conoce que su posición es una impostura.

    El único momento que es sacada de su universo inventado es cuando muere su hermano, ahí el dolor es tan intenso que pierde el control de su fantasía, pero en cuanto pasa su duelo regresa con más fuerza que nunca viéndose a sí misma como la mujer del jefe del estado Brasileño.

    Esta narración, aunque tiene grandes rasgos de comedia es en el fondo una gran tragedia. En ese mundo superficial de fiestas, copas y modelitos no cabe la verdadera amistad ni el vínculo familiar, de manera que pocas personas le ayuda cuando la apresan, sólo su marido sureño que está dispuesto a todo con tal de que vuelva a la granja, objetivo imposible en la evolución de este personaje que habita en el Upper East Side, lo más pijo de Nueva York; y el narrador, su vecino de arriba que está rendidamente enamorado de ella, aunque nunca se lo dice.


    Finalmente he de admitir que he descubierto un retrato de una mujer posible, que existe, yo conozco una, personas que han sufrido mucho y en vez de hundirse, huyen, cubren sus desgracias con un velo, hacen como si no existieran, de manera que aparecen insensibles, poco colaboradoras, irrespetuosas con el dolor ajeno, egoístas, pero no es más que una manera de lidiar con la vida, una de tantas formas. Truman Capote es un genio por mostrarnos este retrato conformado por la imagen física, y los comportamientos descuidados. La pobre Holly no queda muy bien parada, como siempre le ocurre al débil, la sociedad de su tiempo la produce, la usa y la desecha.

  Ana E.Venegas

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