domingo, 12 de mayo de 2019

Sara Roma sobre Mircea Cărtărescu en el Festival Literario Málaga 451


Resultado de imagen de sara rodriguez mataNuestra admirada amiga y miembro de la Asociación de Mujeres Universitarias de Marbella ha escrito este estupendo artículo sobre la participación de  Mircea Cărtărescu en el Festival Literario Málaga 451. Nos ha parecido tan imprescindible que lo hemos querido reproducir aquí: 

Mircea Cărtărescu: «Escribo porque quiero entender mi situación en el mundo».
PUBLICADO EL 12/05/2019

El viernes 10 de mayo La Térmica acogió la quinta edición del festival literario Málaga 451 que este año ha estado protagonizado por el poeta y novelista Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956), considerado por la crítica como una de las voces más importantes de Rumanía en la actualidad. Entre el público se encontraba su mentor en España, Enrique Redel, quien al frente de Impedimenta, trabaja desde hace casi una década de manera constante y con un cuidado exquisito para que todos los libros del rumano lleguen a España, traducidos por Marian Ochoa de Eribe.
 
El poeta y novelista mantuvo una conversación de más de una hora con Carlos Pranger — albacea literario de Gerald Brenan —, la cual estuvo precedida por una lectura de poemas en rumano. El diálogo comenzó analizando la relación entre el arte y la poesía, un género que el literato solo advierte en quienes son capaces de leer atendiendo al sonido y a su expresión. «La poesía está en todas partes porque está en nosotros, en nuestros ojos. Si eres capaz de mirar la belleza extraordinaria de una botella, eres un poeta; de lo contrario, solo verás una simple botella», asegura.
Un momento de la lectura de poemas. © Miguel Rodríguez RodríguezA lo largo del coloquio, el novelista demostró que la escritura es un ejercicio espiritual que debe rehuir de autoproclamaciones. «Tú no dices: “Hola, soy un iluminado”. Es ridículo llamarse uno mismo profeta porque nadie sabe si lo es. Es una falta de modestia y de buen gusto». Por tanto, la escritura para Cărtărescu es un ejercicio útil para entender su situación en el mundo. «Esta es mi preocupación real», apunta. Las preguntas más trascendente le sirven para sondear la naturaleza de la realidad y confiesa tener muchos problemas cuando aborda interrogantes que son más filosóficos que literarios: «¿Qué es la realidad? ¿Qué somos capaces de hacer para reflejarla? ¿Qué mundo existiría si nadie existiera? ¿Cómo sería posible? », son algunas de las cuestiones que plantea en Solenoide, su novela más metafísica que ahonda en los porqués de nuestra existencia.
Escribo porque quiero entender mi situación.
El destino y la soledad
Carlos Pranger percibe que el destino es una parte importante de la literatura y está muy presente en la obra del eterno candidato al Nobel de Literatura. El albacea de Brenan encuentra en su literatura una extraña relación con la soledad, como le ocurre a Paul Auster o al mismísimo San Juan de la Cruz que tan notablemente captó la soledad sonora. Así, Cărtărescu asume que la soledad es consustancial, pues acaba de escribir un libro sobre ella. «Es una conciencia», reconoce. «La soledad es un sentimiento metafísico. En mi vida real soy muy feliz, amo a mucha gente, no estoy solo en mi vida; tengo a mi alrededor gente que me quiere y me cuida. Pero los humanos estamos solos como un trozo de hielo en la Antártica. Mi soledad no se debe a que no tenga amor; es algo mucho más profundo. Puedes ser una estrella de rock y sentirte solo. Es un sentimiento terrible saber que todo (nuestros libros, nosotros, el mundo…) desaparecerá al final».
La influencia de los clásicos en la literatura
Un espacio significativo de la conversación se dedicó a discutir el papel y a la influencia que ejercen los clásicos en la escritura. Cărtărescu aludió a la definición de T. S. Eliot sobre los clásicos y confirmó que todo aquel que concentre la negatividad de su época en su obra es un anticlásico. «Kafka es lo contrario a un clásico; es un anti Virgilio. Virgilio es el mejor poeta de los clásicos. Pero de alguna manera son iguales. Al final de sus vidas ambos quisieron deshacerse de sus manuscritos. El poeta latino ordenó que se quemara La Eneida. Lo mismo quiso Kafka cuando pidió a su mejor amigo y editor, Max Brod, que quemara sus escritos».
A veces me avergüenzo de publicar libros por los compromisos que conlleva.
Esto lleva a reflexionar sobre el objetivo de la literatura y de la escritura: ¿se escribe por necesidad, por convicción o para recibir el aplauso del público? Cada cual conoce sus porqués y para qué, lo cierto es que en la Historia de la Literatura no es tan extraño encontrar escritores que carecían de afán de éxito. La  primera persona que no escribió para nadie fue el jurista Daniel Paul Schreber (presidente de la Corte de Apelaciones de Dresde) cuyo caso siguió Sigmund Freud. Tras pasar un largo periodo ingresado, rehabilitándose con las terribles técnicas que se aplicaban en aquella época, se propuso escribir una especie de autobiografía titulada Memorias de un enfermo de nervios, en la que exponía la esquizofrenia y paranoia que había sufrido. Sus memorias se convirtieron en un libro influyente en la historia de la psiquiatría y el psicoanálisis gracias a la interpretación realizada por Sigmund Freud y publicada bajo el título El presidente Schreber (Amorrortu, 2016).
En efecto, Schreber, como Salinger como Kafka, no tenía pretensiones literarias. «¿Te imaginas a Kafka yendo a un festival literario? ¿A Salinger?». A juicio de Cărtărescu existe una clara diferencia entre los artistas de verdad y los que no lo son. Los primeros «no quieren comprometerse; pero hay otros que están muy orgullosos de sus libros y sus premios. A veces me pregunto cómo sería si solo escribiera para mí; pienso que sería tremendamente feliz».

La construcción de Solenoide
Hasta la fecha, Solenoide (Impedimenta, 2017) es considerada por la crítica como su obra cumbre. A lo largo de sus páginas el autor desgrana su infancia y adolescencia en la Bucarest gobernada por la dictadura de Ceaucescu.
«Vengo de una modesta familia campesina. Crecí en una casa sin libros. Un día mi madre me dio dinero para comprar un bocadillo para el colegio y yo lo empleé en libros. Comencé a leer y me di cuenta de que era lo que más me gustaba.
»Cuando tenía 12 años descubrí una pequeña biblioteca pública en mi barrio. Creo que era la única persona de la zona que sacaba libros. El bibliotecario me parecía una persona bastante extraña y me daba miedo, pero él estaba contento de tener un cliente. En poco tiempo leí los cerca de 500 libros que había y estoy profundamente agradecido a esa biblioteca porque me dio la tradición de Tolstói y de otros escritores de los Balcanes.»
Posteriormente, en la universidad, tuvo otra experiencia gratificante al participar de forma activa en unas reuniones literarias organizadas por un profesor. Fue entonces cuando comenzó a leer de manera profesional y a «escribir relatos y poemas que leía a otros profesores y estudiantes. La decisión más importante de mi vida fue ir a la Facultad de Letras porque el noventa por ciento de los escritores rumanos procedían de allí». Desde entonces y hasta la caída del dictador, formó parte de un grupo underground de escritores conocidos como la generación de los ochenta o de los blue jeans. «Teníamos a Salinger y a Kafka, así que éramos felices», reconoce con nostalgia.
El lápiz de carpintero que predestinó su futuro
La ingente producción literaria de este escritor ratifica que desde bien temprano su vida parecía predestinada a la escritura.
Cărtărescu recuerda una práctica que se realizaba en su país. Con pocos años de edad a los niños se los sometía a un rito que consistía en cortar un mechón de la coronilla. Esta ceremonia era practicada por un sacerdote a quien se invitaba a casa. Tras ello, se presentaba al niño una bandeja sobre la que estaban dispuestos una serie de objetos (dinero, una pluma, un vaso de vino, etc.), «de tal forma que lo que elegía el niño era un signo de su  vida futura: así si tomaba la copa, sería un borracho; si, en cambio, escogía el dinero, sería un exitoso hombre de negocios». Su padrino fue el encargado de acercarle la bandeja. Era carpintero y llevaba sobre la oreja su lápiz que casualmente en ese momento se deslizó. Recuerda que simplemente lo cogió en el aire porque quería evitar que cayera al suelo. Lo curioso es que todos los presentes consideraron que el lápiz marcaría su destino de carpintero. Se equivocaron, «pero estoy convencido de que todo lo que he escrito a lo largo de la vida lo he hecho con ese lápiz de carpintero que el destino me concedió».

Conversación con Pranger. © Miguel Rodríguez Rodríguez
Escribir es como amar: cuanto más lento escribes, mejor es la caligrafía.
Otra observación curiosa que hizo Pranger fue sobre sus hábitos de escritura.  Mircea admite que siempre escribe a mano y sin corrección porque «es como tricotar. Mi abuela hacía punto y me siento como si tejiera un gran jersey». Además, declara que escribe solo por la mañana y lo hace sin planificación previa y sin ninguna pretensión. «A veces solo escribo una página y media porque me gusta escribir lento y con buena caligrafía. Odio tener páginas feas».
El significado de los sueños
El Premio Thomas Mann de Literatura y Premio Formentor de las Letras desveló que recientemente se había hecho un test genético que había sido revelador: «¿Cómo han llegado a mí conocimientos de otros países, de otras culturas alejadas, de Finlandia, de Grecia…?». En sus obras, plagadas de símbolos personales transitan de manera natural la memoria lírica y un universo onírico deslumbrante, con el que afirma tener una relación especial desde su infancia: «Mi madre, sin tener educación, fue una gran soñadora. Cada mañana, tras el desayuno, nos contaba un poema sobre los sueños que había tenido. Eran absolutamente kafkianos, terroríficos o bellísimos». Sin embargo, reconoce que «cada vez que un escritor escribe un sueño en su novela pierde un seguidor porque a los lectores no les gustan los sueños; si acaso, los suyos propios». De cualquier manera, este extremo parece no importarle al autor de Cegador pues está convencido de que «representan algo y quieren revelarme algo. Para mí no existe distinción entre los sueños y la realidad, son lo mismo: un círculo continuo de ensueños, imaginación y alucinaciones».
En conclusión, Cărtărescu proclama que «escribir es como abrir la puerta a los fantasmas y convocar a los monstruos. Es la más profunda de las experiencias que podemos vivir, es como contemplar el retrato de Dorian Grey, una experiencia terrible que te transforma para siempre».

Sara Roma,

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