viernes, 19 de septiembre de 2014

“El Amor En los Tiempos del Cólera” de Gabriel García Márquez


 Con motivo de la desaparición del Premio Nóbel, el club de lectura de la FNAC de Marbella dirigido por Regina Roman ha decido releer esta monumental obra del autor de Aracataca publicada en 1985, de la que el propio escritor ha admitido ser la mejor de sus novelas y yo he de confesar que el universo literario actual queda mal parado en la comparación, por supuesto que contamos con estupendos literatos, pero Gabo es un genio.

    Es conocido el  argumento de que esta historia está inspirada en la de sus padres, salvando las distancias, porque como el propio Gabriel ha contado, sus progenitores se casaron y tuvieron casi un hijo por año hasta llegar a once, en mi opinión y con un poco de sorna, su amor sí que se consumó en época fértil. Sin embargo, sí existen paralelismos entre la profesión del protagonista y la del papá de Gabo, eran telegrafistas, aparte de una oposición familiar a su enlace matrimonial. Así mismo, sus padres debieron contarle  detalles sobre las costumbres y escenas de la época en primera persona, la dificultad para entablar relaciones fuera de los usos tradicionales regidos por los matrimonios concertados, la permisividad con el comportamiento sexual masculino, la inmovilidad estamental y la constante aspiración de la clase media a la clase alta.


    Muchos críticos sostienen que ésta es una historia de amor, amor a la vida, a la madre, a la ilusión, a la profesión de médico, al trabajo, a la poesía, a las mujeres y a la mujer, pero no sólo de amor vive el hombre por mucha importancia que tenga, de hecho el encaprichamiento que sufren los protagonistas se enquista en Florentino Ariza por empecinamiento en una de las pocas cosas que no ha podido conseguir en su vida. Este deseo, por lo difícil, es el hilo conductor que utiliza García Márquez para representar a una sociedad católica, caribeña, diversa, inflexible, difícilmente alterable que tiene sus válvulas clandestinas de expansión. Toda una generación en pleno desarrollo de una ciudad costeña que bien podría tratarse de Cartagena de Indias aunque no recibe apelativo en la narración.

    Florentino Ariza se enamora de Fermina Daza a primera vista, cuando ella contaba con solo trece años de edad, el retrato costumbrista de una joven con otra mujer mayor que la preparará y fiscalizará en su desarrollo personal, es observado por otro retrato no menos costumbrista del Romeo que cae rendido sin cruzar una palabra y arrastra su amor a base de requiebros y misivas. La monja cruelmente entrometida y el padre guardián de la virtud en busca de un buen trato ganadero, separarán a los enamorados que idealizan la relación a base de fantasías inventadas y verbalizadas por escrito.  


    Cuando Fermina regresa de su destierro de castigo, descubre que Florentino no es para tanto y queda enamorada del que será su marido, el apuesto y bien situado socialmente, Juvenal Urbino, con el que vivirá una existencia de mujer de hombre poderoso, dedicada a su descendencia, la dirección de su casa y la apariencia personal. Con él descubre las relaciones sexuales satisfactorias, la gran Europa y los privilegios de un estatus por matrimonio que no por capital, el padre de Fermina era un hombre muy rico, ella era la única heredera de un imperio de origen poco claro que le pondrá difícil el aprecio de su suegra.

    Por otro lado Florentino queda contrariado en su amor y decide trabajar para ser rico, para pertenecer a esa élite que merece la compañía de su desdeñadora por lo que eleva a la categoría de compañía a la empresa de transporte fluvial de su tío. Sigue la vida de Fermina sin bloquearse en su devenir amatorio ni financiero, de hecho son numerosas sus amantes, y extensa su experiencia en materia sexual, llena de todo tipo de colores, edades y prácticas. Es pues un amor truncado, un empeño de por vida que no inmoviliza al protagonista, su existencia desde luego no será baladí. Consigue distinguir entre el amor de cintura para arriba y el de cintura para abajo, afirmando seguir vírgen con más de setenta años como prometió a su “Diosa Coronada”.


    El personaje de Florentino es irreal, fantasioso, su físico es desgarbado, jorobeta, miope, despistado, inteligente, sensible y un amante forjado en los múltiples duelos sexuales de su vida, manteniendo relaciones con seiscientas veintitrés señoras satisfechas, con una apertura de miras y maestría que contrasta con un aspecto débil y patético. Su necesidad poética de estar rodeado de amor lo lleva a pervertir las cartas comerciales, sin embargo su empresa,  pese a su supuesta incompetencia consigue un gran desarrollo durante su ejercicio. Parece como si todas las velas y rezos supersticiosos de su madre le hicieran tener éxito en todas las campañas, incluso en la final.

    La Soledad es una constante en la obra del colombiano que ha afirmado que su producción es colombiana, por mucho que puedan criticarle, es evidente que Colombia está en todas sus obras aunque estén escritas fuera de ella. La Soledad de Florentino por no haberse casado, la de Fermina ante la infidelidad del marido, la de Tránsito Ariza por ser madre soltera, la de Juvenal Urbino ante un pueblo que no comprende las medidas higiénicas para combatir el cólera, la viuda con la que mata sus dolores de amor en su propia casa, el viudo Lorenzo Daza, la tía Escolástica repudiada… El autor presenta personajes con cierto grado de soledad, ya lo ha hecho incluso con un pueblo entero, su “Macondo”, bucea en su posición frente a la vida, sin dramatizar, exhibiendo la realidad de que se puede vivir sin compañía y que incluso para los que la tenemos, él incluido que ha viajado por esta vida con su Merdeces,  existen momentos como la muerte que uno debe afrontar consigo mismo.


    El “Realismo Mágico” aflora desde el inconsciente del autor, la madre y abuela de Gabriel García Márquez eran mujeres intuitivas que creían en su premoniciones, de ahí el ambiente sobrenatural que en mayor o menor medida él imprime en todas sus obras. Aquí son muchos los detalles pero para mí el más evidente es la muerte del marido, Juvenal, mientras lucha árbol arriba en busca del loro parlante, ¿es realmente mala suerte o es que por fin el deseo sublimado de Florentino por la muerte del médico como solución a su problema vital ha dado sus frutos en forma de maldición?

    El tratamiento de la muerte a través de las escenas de entierros y de enfermedad  suceden con toda naturalidad a los requerimientos sentimentales, la poesía y la prosa epistolar amatoria, los síntomas del cólera se confunden con los revulsivos de la pasión en una demostración de la cercanía entre Eros y Tánatos. La hitos de la vida rondan alrededor de estos temas, adornados de un ambiente mágico de trascendentalidad.

    Esta historia de vida que Gabo escribió en tercera persona, con un narrador omnisciente y que está llena de intervenciones en primera persona de los personajes principales, nos hace gozar con una prosa accesible preñada de descripciones que componen imágenes fotográficas  y psicológicas de entornos y personajes. Su preciosismo adjetival no impide una lectura ávida, con un ritmo propio de la novela negra, plena de acontecimientos, que se suceden y se cuentan en una serie de flash backs completando apropiadamente la información al lector. En esta belleza plástica hay mucho lugar para la emoción y la curiosidad, en esta calma caribeña hay mucho espacio para la reflexión, para las frases magistrales, para la sabiduría popular de vida.

    La obra fue llevada al cine en 2007  por Mike Newell  y protagonizada por Javier Bardem, Giovanna Mezzogiorno y Unax Ugalte con brillantes interpretaciones aunque no fueron apreciadas por los Oscars. Se rodó principalmente en la ciudad de Cartagena  y la cantautora Shakira  compuso dos temas ganando un Globo de Oro a la mejor canción original.

Ana E.Venegas

    
   
   
   
    

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