Esta mañana he visitado el taller de Rosario
Olarte en Marbella. Con la excusa de hablar sobre la muestra expuesta en el
Cortijo Miraflores me he adentrado en el universo de pigmentos, barnices, maderas, metales
y cachivaches a la espera de un destino mítico, inmortalizados tras pasar los filtros físicos y psíquicos de
la artista.
Obras
suyas mezcladas con las esculturas e inventos imposibles de su hermano, el peculiar
personaje ya desaparecido Manuel Olarte.
Péndulos preciosos magnetizados que hacen mover otros mecanismos, “la
máquina de las bulerías” o la antena para ponerse en contacto con los
extraterrestres se asientan en espacios más que productivos, expositivos, de
manera que esta estética del todo vale produce un conjunto de realismo mágico
reforzado por el patio interior donde las plantas llegan y se desarrollan con
increíble exuberancia de tamaño y color.
Las arcadas acristaladas proporcionan un
luz natural envidiable para cualquier pintor y Charo lo aprovecha para sacar
los matices más dorados a sus últimos lienzos, ahí en semejante claridad, la
artista cubre de oro sus lienzos, tras escribir en ellos el título o efecto que
desea en ellos, luego da pigmentos, en el caso del que estaba en la mesa de
trabajo, al óleo, cuyo brillo a mí me sigue gustando más que el acrílico,
finalmente y creando con trozos de tela de algodón, consigue sacar las capas
más profundas en una suerte de escultura ya que no pone pigmentos en su fase
creativa sino que los quita produciendo escenas naturales, con ambientes
simbólicos y atmósferas modernistas cuya
fase negativa queda reflejada en los trapos blancos, estas telitas están
empezando a ser la obsesión de la Olarte. Estas manchas accidentales conforman una
gran parte de su obra ambientada en New York expuesta con el título de Hot
Chocolat”, sirviendo para simbolizar los distintos barrios de la gran urbe,
elegidos de manera intuitiva y emocional y montándolos en instalaciones con
diferentes arreglos y luces.
Como bien dice el Director del CAC Fernando
Francés, Rosario Olarte, su imagen, el color de su piel, el brillo aceitunado de sus grandes ojos, su envergadura y su melena blanca, ella, es su mejor obra y aunque él considera que
podría ser un monstruo de la performance en mi opinión su obra se hace
superlativa con su estética y su imagen cobra sentido junto a sus creaciones.
El día de la presentación Charo creó un
diálogo con sus instalaciones, formadas por lienzos más o menos figurativos,
simbólicos, con la belleza de sus manchas accidentales reconvertidas en Queens,
Brooklyn o la orientalista visión de China Town, su silla, su ropa propia de
cada trabajo, sus materiales y sus libros que le ayudan a mantener la mente en
constante movimiento, sin permitir que se obture con un pensamiento recurrente
que le impida crear libremente.
Charo es un ser de espiritualidad práctica,
su profundidad le da cimientos suficiente para tener protocolos de evasión
preparados, como la gran sala de experimentar a modo de diván y con paredes
desnudas, donde se somete al vacío físico para permitir el razonamiento
creativo. Consigue meterse dentro de las obras y el ejemplo más patente es el
gran formato que se exhibe en dos tablas de la ciudad de Nueva York, cualquiera
podría pensar que es un paisaje al aire libre y nada más lejos de la realidad,
la Olarte escribió en el lienzo en blanco que iba a pintar la ciudad que ella
deseaba y a partir de un fotograma de King Kong centró una primera línea de
edificios y el Empire State Building, de ahí y siguiendo la linealidad que
permite la cuadrícula de la ciudad, ha inventado una sucesión de edificios, de
colores amables, cálidos, de estética pop y un poco naïf, que limitan con el Hudson
y se difuminan allí en Jersey, perdiendo nitidez y distinguiendo una gran
profundidad. En una época dura de su vida y antes de haber visitado New York, Rosario
Olarte creó este paraíso urbano de colores y líneas, entre las que se escondía,
se instalaba y construía por horas edificios inventados a su gusto que
finalmente todos reconocemos como Manhattan Norte.
“Beauty” es la obra ante la que se sitúan
los objetos y herramientas con los que la pintora trabaja, su silla, sus
pinturas, bajo un lienzo simbolista, donde una escalera asciende a los
recuerdos, formados por sus ciudades preferidas y un ojo, el ojo todopoderoso
de la memoria.
“Sin ti se me Acumulan los Hierros” es un
guiño a la obra en metal de su desaparecido hermano y el sentimiento de
desorden ante su ausencia. Su imagen de “La
mujer que Extrae los Hilos”, perturba por su mirada altiva y aguda, no así la colección
de verdes de Central Park, pero así es Charo, profunda, aguda, sensible, divertida,
sabia, lo suficientemente libre y una anfitriona de matrícula de honor, gracias
por acogerme en tu Paraíso.
No se pierdan la exposición en la que la
Olarte traslada su estudio y su estética personal a la sala de arriba del
Cortijo Miraflores de Marbella, disfruten y sean conscientes de que están ante
la obra excepcional de un ser excepcional.
Ana E.Venegas
Querida Ana.
ResponderEliminarMe encanta la sensibildad artística con la que escribes, y si es de
nuestra Charo Olarte, ya ni te digo.
Un beso muy fuerte.
¿Nos vemos en lo de Francis? ...
Jajajja
C.
Como siempre, en Marbella no se entera uno de los acontecimientos que hacen referencia a las artes plásticas, pero gracias a tí Ana. he podido visitar la muestra de Charo. Enhorabuena a las dos. Un abrazo. Felipe.
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