domingo, 21 de septiembre de 2014

“Operación Dulce” de Ian McEwan

 es una excusa y sarcasmo, una tomadura de pelo al género de espías para hacer un homenaje a la literatura, la poesía y la narrativa, demostrando la obsesión que tenemos por ella los que quedamos atrapados en algún momento de nuestra vida para  permanecer junto a ella sin solución por muchos tratamientos de descodificación que hagamos.

    Serena tiene la misión de conseguir adeptos para un programa del MI15, una suerte de estrategia de control de la intelectualidad para asegurarse mediante subvención de los artistas que no se criticara al sistema capitalista, ya que por la práctica se comprende que en los países de la Alianza Atlántica, los conceptos de libertad e igualdad son más profundos que en los Comunistas. Y es que eran los tiempos de la Guerra Fría y los dos bandos se espiaban, se ponían zancadillas y estaban en una lucha que sobrepasaba el fortín armamentístico.

    Por razones más bien del azar amatorio que por la pura y profunda elección de una candidata, la protagonista, una mujer con un autor a la espalda, un ser masculino intentando interpretar y reflejar un personaje femenino, con sus dificultades, la protagonista, es propuesta para esta labor de prospección que provocará no pocos conflictos morales, por el intento de manipulación del pensamiento intelectual y por el secretismo dentro de la pareja ya que Serena se enamora de uno de los escritores fichados para la operación Dulce, debiendo ocultar el propósito de los emolumentos gratis total.

    La obra no tiene tiros ni intrigas a lo Graham Green, nada que ver con 007, las de Rudyard Kipling, Frederick Forsyth  Carré o Deighton, la trama de espionaje más bien es una burla, tan nimia, tan absurda, aunque posible, pero intrascendente que el grueso del valor de la obra está en el tratado sobre poesía y narrativa, autores contemporáneos y clásicos, particularidades de las obras, la estética del amontonamiento de libros y la deglución de ellos, las bibliotecas, las librerías como escenarios románticos, las cenas con caldos y manjares propios de sibaritas donde la protagonista es la letra con objetivos de ficción, de expresión de sentimientos, de la belleza. La belleza también está en su prosa sencilla pero profunda al igual que su estructura que requiere de atención ya que la curiosidad por saber quién es el asesino o el infiltrado no es un "leitmotiv".


    No se me puede pasar por alto la crítica al intento de manipulación del pensamiento del pueblo a través de la élite intelectual ni el uso y abuso que se hace de los fondos públicos mientras el pueblo, y esto puede parecer demagogia aunque realmente es cabreo, pasa necesidades.

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