martes, 12 de enero de 2016

“Las Correcciones” de Jonathan Franzen


En algún lugar he leído que Joanathan Franzen se ha descubierto como el uno de los mejores autores de la nueva novela americana. No sé, parece que este mensaje escrito en la solapilla de un libro aumenta sus ventas. Dicen que es una obra maestra. Lo asegura su editor. A mí me parece exagerado, teniendo en cuenta la historia de la literatura, este tipo de aseveraciones me producen un poco de pudor.

    Sin embargo, sí creo que es una novela interesante, que no deja títere con cabeza en la absurda organización de la sociedad occidental, de las otras no se habla, aunque también tienen sus propias incoherencias. Su tono ácido, irónico, corrosivo arremete contra la familia de clase media-alta americana, envuelta en eventos que tienen que ver con el dinero y donde la moral está muy establecida, aunque parece existir para que sea pervertida.

    La vejez y la enfermedad se presentan como un problema que desde luego tienen su solución menos emocional con el pago de las facturas correspondientes a los hospitales, médicos, residencias de ancianos, farmacéuticas y todos los cachivaches que puedan ser comprados para facilitar la vida diaria y hacernos esclavos del consumismo.

    Profundizando y realizando una reflexión sobre la lectura, no al margen, sino junto a la historia de tres hijos que tienen sus vidas y están convocados para pasar las últimas Navidades junto a sus padres, encontramos temas que preocupan al ser humano cuando la vida lo deja pararse o lo para en seco. La moral de los hijos está tan llena de claros y oscuros como la de cualquier ser humano, personas que son capaces de tener relaciones sexuales con una alumna o timar  con negocios sucios sufren y cuidan de sus padres en momentos de crisis familiar. Sin embargo, los hijos de los que sentirse orgullosos, con esposas, vástagos y trabajos modélicos tienen sus agujeros negros de carácter, sus universos son más esquemáticos y cualquier perturbación humana es vista como una contrariedad.


    La mujer, como tema problemático también tiene su parcela en la obra. Encontramos la idea subterránea de que son las hijas las que deben cuidar a sus padres, una reminiscencia de sociedad machista que aunque pretenda haber superado ciertos estereotipos, la verdad es que en cuanto escarbas un poco encuentras que está muy presente. Pero el hecho más escalofriante de la corrección vital lo ofrece la venganza patética y malvada que la esposa imprime al marido enfermo. Un marido que ha pasado toda su vida haciendo ver a la esposa lo equivocada, lo estúpida que era y lo mal que hacía todo, para tener que llegar a la corrección rastrera, al “bazinga”, o “zas, en toda la boca”, de una mujer que lo maltrata psicológicamente cuando está enfermo de demencia e incontinencia: “tú estás equivocado”, “lo has hecho mal”, “no vales para nada”. Las correcciones del equilibrio que a veces nos ofrece la vida para envilecernos más.

    Es una novela larga, sin embargo, en realidad encierra cuatro historias que dan para una novela corta, las vidas de cada uno de los hijos y la historia de los padres. Si alguien se pregunta si los hijos corrigen la vida de los padres, yo no lo he sentido así. Pienso y me ha quedado claro que es la vida la que nos corrige a todos, aunque muchas veces cuando lo hace, ya no sirve para nada.
   
    La historia es tan amplia y refleja tan bien la familia americana que va a ser llevada a la televisión mediante una serie de la HBO. Tendremos el placer de ver a Ewan McGregor en el papel de Chip, el profesor de vida disoluta.

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