En esta ocasión os traigo una novela que por
la autora, por los bajos fondos que frecuenta y por la presencia de un
asesinato podría verse como una novela negra, sin embargo, no tenemos detective
y eso es condición sine qua non para considerarla tal. Como otras obras de
Alicia Giménez Bartlett, nos encontramos con estos factores y otros que tienen que ver con su
atención a los problemas sociales, en este caso, sobre todo, la diferencia de
clases y la crisis económica. Esta novela además es el flamante Premio Planeta 2015.
La autora ha demostrado con esta novela ser
una mujer leída, una escritora versada que se atreve con estructuras difíciles,
literatura experimental que tuvo grandes maestros en Virginia Woolf o el mismísimo
James Joyce. Llama la atención la descripción de los hechos seguidos por el
flujo de los pensamientos de todos los personajes de la novela. Y es un mérito
enorme porque no produce confusión, la historia se va conformando, confluyendo
de manera coherente para mostrarnos el irremediable final de los dos
protagonistas. Es por tanto una manera de contar la historia que tiene mucho
que ver en cómo discurre, ríos que se desarrollan, aguas que van creciendo en
la misma línea temporal y que llegan a confluir en el espacio.
Los personajes del libro están muy bien construidos,
es muy interesante comprobar que se
comportan como su educación y extracto social manda. Los diálogos, sus
acciones, e incluso lo que sienten es propio de sus orígenes. Creo que Alicia ha hecho un gran esfuerzo de
empatía. Aunque, claro, se puede
criticar el hecho de que estos estereotipos son obviedades, creados a base de
topicazos, pero en mi opinión funcionan para contarnos una historia donde
existen dos mujeres ricas, una de ellas la perfecta esposa abandonada, la otra,
la perfecta rica superficial; y dos chicos de clase media y baja, dos seres que
se ven abocados a vender su carne, el negocio más antiguo del mundo y que los
sitúa en el sótano de la base de la pirámide social independientemente de su
origen se ven igualados por esta profesión que todos los estratos usan y que
socialmente se denosta.
La historia está protagonizada por dos
actores principales: Irene y Javier, personajes con cierta complicación de anclaje
en su propio ambiente por sus caracteres y sentimientos que van desarrollando su peripecia hasta
encontrarse. Y por otros dos secundarios que aunque de diferente estratos son
supervivientes resilientes, disfrutones de la vida.
En la obra identificamos tres mundos en
uno: el mundo de los ricos que usan pagando o no a la clase media y a la baja;
la de la clase media, sensata y pasmada; y finalmente la clase baja, la de
personas con familias desetructuradas que aprenden a sobrevivir en “la jungla”
y no dejan de ser conscientes de “quienes son” y sobre todo de lo que pueden
esperar de la vida, dándose a la picaresca y asumiendo que esa es su salida. Es
muy gráfica la imagen y la vulnerabilidad de esa clase media que puede pasar de
un día para otro a formar parte de los intocables, sufriendo profundamente por
humillaciones a las que no están acostumbrados y costándoles un gran esfuerzo
comprender que sus expectativas no tienen fácil resolución. A Javier le cuesta
mucho comprender que es un “pringao”, cosa que Iván el personaje de bajo estrato
ha sabido siempre.
Es triste comprobar que la cultura no nos
hace mantener la dignidad y a veces, estos ratones de biblioteca en paro
descubren tristemente que quizás les pueda faltar un mucho de la universidad de
la calle, habilidades sociales para la supervivencia en la jungla de asfalto.
El final de la obra es sorprendente pero
irremediable, un evento provocado por la falta de coherencia del lugar que se
ocupa. Esta reflexión parece clasista pero es todo lo contrario es una crítica,
un reflejo amargo de cómo está constituida nuestra sociedad y la dificultad que
encontramos en la movilidad por mucho que tengamos una Constitución que nos
diga que todos los hombre son iguales ante la ley, porque, que un hombre sea
igual a otro ante la ley, cuestión muy discutible porque depende del abogado o
gestor que puedas pagar, no hace que a
un “pringao” lo dejen entrar en la Zagaleta, como no vaya a hacer servicios, de
todo tipo.
En fin, a mí me ha parecido una obra fácil
de leer, desenfadada pero con mucha enjundia y tremendamente actual. Aunque,
eso sí, en algunos momento me ha resultado inverosímil, pero claro esto es ficción
y la trama la decide su autora.
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