“Lo Que No Quise Decir” de Sandor Marai ha
sido el objeto de estudio y discusión de la Asociación de Mujeres
Universitarias de Marbella en este mes de diciembre. El encuentro no pudo ser
más productivo porque nos obligó a profundizar en los factores que desembocaron
en la Segunda Guerra Mundial y en la Bolchevicación de Hungría, así como en el
sentimiento nacionalista y el de pertenencia a una tribu.
La mayoría de las asistentes confesaron
haberse decepcionado con el principio, entendiendo que esta no era una novela
propia de Marai, ni siquiera en cuestión de estilo. Claro que, estudiando la
obra en profundidad todas llegamos a la conclusión de que es un libro
imprescindible, no una novela, desde luego, sino un diario de reflexiones a
“toro pasado” que el autor nunca pensó en publicar por lo menos hasta haberle
hecho unas cuantas revisiones y no en otra lengua que no fuese la húngara.
El hecho es que las tertulianas encontramos
una prosa limpia, sencilla pero en ocasiones enredada, en un claro ejercicio
espontáneo de evocación de recuerdos y de análisis íntimo de su propio
pensamiento, una escritura de tipo terapéutico, de las que se realizan para
ponerle palabras a los pensamientos desordenados y concretar de esta forma lo
que de verdad se siente o se comprende.
Por otra parte, hubo diversidad de
opiniones en algunos aspectos como en la trasmisión de implicación emocional en
la obra: hubo quien creyó que Marai contaba cuestiones propias del tratado de
Trianon, de la escalada comunista o la nazi, de la actitud de la sociedad húngara
con mucha sinceridad, con honestidad intelectual. Sin embargo, otras creyeron
ver en esa elección de temas y la intensidad del análisis una implicación
emocional que también la vemos en sus expresiones de sentimiento nacionalista
húngaro y su pertenencia a la burguesía. A Marai le duele el alma húngara y burguesa,
se le nota mucho.
La obra es el tercer libro de “Memorias de
un Burgués” y ha sido editado post-mortem y probablemente lejos de la voluntad
del autor. Comentamos que el escritor de “El último Encuentro”, tenía tal
sentimiento de casa-nacional y casa-clase-social que no quería que estas
reflexiones las conocieran otros que no fueran húngaros, las “cosas de casa, se
quedan en casa”. Y aunque él mismo comprendía la injusticia, o la
irracionalidad, declaraba pertenecer a ambas tribus, de una manera antropológica,
para tener raíces y sentirse seguro.
Marai no era un iluso y en sus reflexiones
alguna socia encontró que criticaba la hipocresía burguesa porque animaba al
esfuerzo, asegurando que la educación estaba al alcance de todos, pero también admitía
que era para todos los que pudieran asistir y se la pudieran pagar, una
contradicción que él narra con ironía.
Algunas socias admitieron haber tenido que
documentarse históricamente pues Hungría nos queda lejos y más lejos si tenemos
en cuenta que los países de la antigua URSS eran poca materia de estudio hasta
hace unos años en nuestro país, y ahora, la Historia tampoco, es uno de los
platos fuertes en la programación escolar. No recordábamos bien el Tratado de
Trianón y suscitó una buena conversación la idea de que las grandes potencias
se reunieran en Versalles, a miles de kilómetros para dictar el futuro de
países como Hungría, al que desgarraron por arriba, dándole la Alta Hungría a Checoslovaquia y al Sur anexionandoTransilvania
a Rumanía. Así surgen muchos países artificiales que son en realidad un
polvorín de etnias o de anhelos de ser otra entidad.
Por estas circunstancias y porque el pueblo
natal de Marai estaba precisamente en la alta Hungría, entendimos que el
sentimiento nacionalista del autor quedó herido, magnificando una emoción que
nos puede resultar poco comprensible a bote pronto. Pero entendible al saber
que su padre se arruinó intentando conseguir derechos en Checoslovaquia para la
minoría húngara y él mismo tuvo que exiliarse a Pest porque fue llamado a filas
de un país que no sentía suyo, Checoslovaquia.
Discutimos sobre la pasividad o incluso la
adopción de los húngaros del nazismo,
incluso cierta euforia cuando Alemania se anexionó Austria, la Anschluss. Y es
que no hay verdades perfectas, ese pueblo que había estado bajo el yugo empobrecedor
turco por más de cien años y que tenía el orgullo de haber pertenecido al
Imperio Austrohúngaro, veía en el III Reich el muro de contención de las
huestes de Stalin y no querían ni ser invadidos de nuevo ni perder su modus
vivendi, sobre todo la burguesía a la que le iba fenomenal. Cuando la gente
tiene miedo, cuando pierden la fe en lo que lo sostiene, es capaz de agarrarse
al más desatinado populismo.
El camino de la tertulia nos llevó hacia la
maldad humana que también se cebó en Europa en esos, como en otros tiempos. El
autor fue crítico socialmente, en sus artículos, por lo menos ante el
bolchevismo. Los judíos fueron aceptados en Hungría más que en otros lugares de
Europa, hasta casi el final de la guerra, pero no podían tener los negocios a
su nombre, por lo que tenían hombres de paja que se enriquecían sin esfuerzo,
eso era mejor de lo que ocurría en otros lugares, como comentaron varias
socias, el colaboracionismo con los alemanes consistía muchas veces en delatar
a los judíos para fríamente quedarse con sus pertenencias, —“eso no es darles
un empujón para que crucen la puerta de la cámara de gas, pero se le parece
mucho”— se oyó en el Champagne Room del Marbella Club donde se celebró la
Tertulia, y un modisto, muy conocido, que estaba merendando allí no pudo dejar
de comentar a nuestra presidenta que era una alegría ver la conversación tan
interesante que tenía tantas mujeres reunidas.
Dos socias discutieron sobre el papel
cobarde de la Iglesia en ese momento como en otros de la historia. Con respecto
a estos vergonzosos momentos Juan Pablo II y el Papa Francisco han pedido
perdón en varias ocasiones en como representantes de la Iglesia.
Este libro que en principio parecía no dar
para una tertulia, resultó ser muy intenso y hubo quien habló del sentimientos
universales, como el del emigrante, del que siempre echa de menos el terruño
pero que cuando regresa encuentra que su tierra ha cambiado y que no la
reconoce, que no imperan los valores que recordaba y que no se encuentra
arraigado a ningún sitito. Lo mismo le ocurrió a Marai cuando por fin, por mor
de la Segunda Guerra Mundial, la alta Hungría le fue devuelta al gran país y
encontró que las gentes habían perdido la idiosincrasia húngara, el boato, la
gola, debido a los años de democracia checa, esa es la parte del Marai burgués
que resulta patética, sobre la que ironiza y a veces hace autocrítica, pero que
no puede evitar porque se siente burgués
y húngaro, un sentimiento que le produjo infelicidad porque en su pasaporte rezaba
“APÁTRIDA”.
El próximo 23 de Enero tendremos la
Tertulia en el San Cristóbal porque hay obras en la sede habitual, leeremos “Manual
para Mujeres de la Limpieza” de Lucía Berlín. También, deberemos aportar con
antelación propuestas de lectura para el próximo trimestre.
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