Después de conocer al autor, gracias a las
jornadas literarias que se han realizado en varias ocasiones en Marbella que
han contado con su presencia, y tras disfrutar de “El Museo de Cera” del mismo
Edwards, me picó la curiosidad de leer sobre el más inútil su la familia,
pensando que resultaría divertido o al menos me podría ver reflejada en esa
idiotez, esa majadería de escritora, que pensé, compartía con el propio Jorge. Impliqué
en la aventura a mis compañeros y compañeras de la tertulia o club de lectura
de la FNAC de Marbella, el resultado no ha podido ser más descorazonador, no le
ha gustado a nadie, a nadie más que a mí.
La verdad es que lo he tenido que leer dos
veces, la primera, sentí lo mismo que mis contertulianos, que el título es
magnífico e invita a tirarte de cabeza sobre sus palabras tal piscina, incluso
que el principio les atrajo, pero luego la historia se adentraba en una meseta
de nombres que desconocíamos en su mayoría, que terminaba el libro y no se
llegaban a conocer puesto que no se profundizaba en ellos. Un mar de citas y
citados que levantó las suspicacias por parecer un lucimiento personal,
elitista, clasista, dijo alguna compañera y que sólo reflejaba la buena
situación social entre la que se desenvuelve el inútil y el propio autor. La verdad es que de esta guisa también escribe Elena Poniatowska, su "Leonora" y más aún "el premio Alfaguara "La Piel del Cielo" es un ejercicio de este tipo de escritura anclada a personas y lugares reales en los que no se profundiza, ni falta que hace, en mi humilde opinión.
Por mucho que en la tertulia se clasificó
la obra como un huevo vacío, sin drama y sin “pensamiento”, la verdad es que a
mí todos estos personajes, reales sin duda, lugares y citas, me anclan a un espacio-tiempo,
un lugar, el de Joaquín Edwards Bello, el inútil tío protagonista, sin extenderse en descripciones ni fechas y
que parece contar con la inteligencia, el fondo de conocimiento y la capacidad
para buscar información del lector, es una obra performática, no es literatura para
evadirse, es más bien para esforzarse, quien quiera que la coja y quien no que
la deje.
Es verdad que yo llegué a Joaquín, el tío
escritor al que en la familia Edwards se le llamaba el inútil, con ansia de descubrir
a un ser creativo divergente, divertido, díscolo y encantador. Pero, al igual
que los demás miembros del club de lectura me encontré a un ser deleznable,
mucho más que inútil, pederasta, putero, ludópata, un golfo ilustrado,
irresponsable que hace lo que le place, decadente y un escritor mediocre.
La desilusión me
pudo durante un tiempo, sin embargo, es generoso por parte de Edwards querer
verse implicado con su tío, al que le unen leves lazos de sangre, una profesión
que Jorge sí se toma en serio y quizás la aversión de su propia familia cuando
dijo querer escribir, con el ejemplar de escritor, con el precedente
impresentable que habían tenido en la familia.
Todo lo que comentaron mis compañeros es
verdad, no engancha fácilmente, uno se tiene que esforzar y yo en mi esfuerzo,
me he maravillado con una narración donde a veces Edwards le habla a su tío,
otras en las que cuenta en primera persona como si su yo-escritor los
convirtiera en una sola persona, e incluso hay otras veces que Jorge le habla a
los personajes de las narraciones del “Inútil”. Porque, dada la diferencia de
edad, la poca relación que Jorge tuvo con el protagonista, el autor nos
presenta a Joaquín a través de sus obras, de sus personajes que tienen mucho de
autobiográfico y analiza en una suerte de asaltos que dejan mucha historia por
contar y la sensación de que realmente puede que no estemos viendo al verdadero
Joaquín, o sí.
Algunas compañeras de tertulia se
reconciliaron con la obra al final, cuando adquiere un poco de acción de novela
negra, pero aun así, ni la hubieran leído ni la volverían a leer. A mí, en
cambio me ha gustado y si bien no me he reído de lo que tenía previsto, sí lo he hecho cuando he
visto al autor y su retranca detrás de frases lapidarias. Esa cuestión, ver al
autor, no les gusta a muchos lectores, sin embargo, si se hace como un
ejercicio literario, como un trabajo de novelación con una estructura
ingeniosa, como es el caso, a mí me merece el viaje y bueno… ya estuve en Chile
sin pisarlo.
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