
“Por el Camino de Swann” es el primer tomo
de “En Busca del Tiempo Perdido”, un obra de arte de la literatura cuyo
narrador, en el que no podemos dejar de ver al autor, nos hace revivir sus
momentos, involucrándonos en su manera de observar, de sentir, de reflexionar
con una medida de tiempo ajena a la propia, como si sus acordes estuviera
plagados de preciosas notas y los nuestros fuesen de lo mínimo, de tres.
Es cierto que para leer a Proust hace falta
tener cierta madurez, no es esnobismo, es una obra difícil, requiere mucha
concentración, predisposición a empatizar con la mentalidad de un artista, un
ser divergente, a hacer un viaje con él, sin que las decisiones se tomen democráticamente,
tenemos un Cicerone y lo mejor es dejarse guiar o no lo conseguiremos.
Además de la actitud necesaria ante “Por el
Camino de Swann” y el resto de la obra completa, si queremos disfrutar con todos
los efectivos, hay que tener ciertos conocimientos sobre Historia, sobre todo
de la sociedad del siglo XIX y principios del XX, de Filosofía, Música,
Botánica y los movimientos de esos siglos, sobre Literatura y Arte, no sólo
clásicos sino también las vanguardias.

Como ejemplo de ese tempo prousiano podemos
apreciar las veinte páginas que le lleva al autor contarnos lo que sintió de
niño al despertar inquieto porque se había dormido y aún no había venido su
madre a darle su beso de buenas noches.
El estilo de la obra es minucioso,
detallado hasta el infinito, los segundos del autor están llenos de impulsos de
los sentidos, al igual que los de todo el mundo, pero él es capaz de identificarlos,
apreciarlos, elaborarlos y contarnos todo, todo, con una belleza, una espiritualidad,
una lírica, llenas de adjetivos, personificación de objetos y edificios, y
comparaciones que se huelen, se oyen, se saborean, se palpan, por eso, sus
tremendas descripciones no nos ponen ante un recuerdo, lo que hace el autor es
revivir situaciones, la diferencia es sentirse un espectador o verse entre las
numerosas flores, de todos los colores y clases, o ante el pastel más bueno del
mundo, el que hubiera supuesto, si no lo hubieran comido por ya satisfechos “como
si nos levantáramos en pleno concierto mientras el director no ha dado por
terminada la sonata”, esta es una de sus exquisitas comparaciones con la que
nos bombardea para que vivamos con él su viaje personal por su “yo, aquí y
ahora”.
El episodio de la “magdalena” que es una
genialidad, no es una parte sobresaliente de la obra, toda es así, la
importancia radica en que puede que ahí, en ese momento empezara todo, la
gestación de “En Busca del Tiempo Perdido”. Y es que durante la obra monumental
de Proust hay varias ocasiones en que el autor nos da pistas de cómo conseguir
la creatividad, aquí nos propone dejarse llevar por un estímulo y ahondar en las
emociones que nos produce porque está cargado de recuerdos que podemos evocar y
revivir.

Y es que Proust necesita a los personajes,
sus historias, para mostrarnos una sociedad decadente, esnob, vanidosa,
inflexible, superficial, de cara a la galería, ridícula en muchos aspectos, una
estructura social que tiene los días contados por más que algunos burgueses se
quisieran mezclar o comportar como la aristocraci, una ambición por proteger un
tiempo que es ya tiempo perdido. El autor presenta, mediante la ironía, a personajes
y ocasiones, propias de aquel tiempo, que estaban obsoletos, lo hace por medio
de protagonistas que podrían ser nadie y todo el mundo al mismo tiempo, para
mostrar que así, no se podrían mantener por mucho tiempo más. Me refiero a
tradiciones, costumbres sociales rígidas, de protocolo, exclusiones hacia
ciertas personas por su comportamiento u origen, ideas preconcebidas que no
facilitan las situaciones, formas de vivir improductivas y ajenas a la
autorrealización, las barreras de clase, el papel de la mujer, la
homosexualidad y otros temas en los que Proust pone la pluma con una gran
valentía, propia del niño bien que se lo puede permitir.
Los temas que Proust consigue tocar son muchísimos,
desde el placer al sadismo, desde la estructura social de la época hasta la
exclusión, desde el puritanismo al atrevimiento de vivir la sexualidad pese a
las imposiciones, desde los apegos infantiles a los celos más irracionales,
desde la psicología humana a las imposiciones tradicionales, desde la
apariencia a la vida interna de las personas, y todos ello plagado de citas a
genios de la literatura, las artes y la música en un éxtasis de lo exquisito
que merece mucho la pena disfrutar.
Estoy totalmente de acuerdo con la definición de esta gran obra del siglo XX sobre la altaburguesía francesa las descirpciones la psicología de los caracteres la creación del espacio nuevo TODO TODO merece Proust y lo seguimos cogiéndole los puntos del idioma francés de la mano de las refinadas exquisitas manos.Patricia Rivera Armesto.
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