Trailer
El pasado sábado tuvimos en Marbella el
honor de ser el fin de la gira de “La Velocidad de Otoño”, una comedia amarga
interpretada por Lola Herrera y Juanjo Artero con dirección de Magüi Mira y
texto del escocés Eric Coble. El teatro se llenó al completo para reír y
reflexionar sobre la vida, la belleza, la diferencia, los artistas, la vejez y
los derechos del ser humano independientemente de su edad o condición, todas
las condiciones.
Lola Herrera interpretaba una señora mayor
muy lúcida casi siempre, una artista que pretendía seguir viviendo en su propia
casa, con sus cosas y su árbol, por más que los olvidos, los achaques y las
tozudeces propias de la edad estuvieran recomendando a sus hijos que necesitaba
cuidados especiales. Y es que debe ser muy duro comprender que uno necesita ayuda,
más cuando se tiene un alma libre, cuando se respira artista.
La posición de los hijos también toma
tintes egoístas, si la madre se va a una residencia, sus conciencias y su cotidiano
serán más tranquilos, aparte de lo bien que les vendría disponer de las
propiedades de la madre. Pero este es otro conflicto, el que sienten los hijos
cuando los padres no quieren dejar de ser autónomos por más que el cuerpo y los
sentidos se van deteriorando sin remedio.
Con este trasfondo humano comienza una
escena larga en la que Lola Herrera (Alejandra) se ha atrincherado y amenaza con
quemar la casa con ella dentro ayudada por numerosos cócteles molotov que ha
hecho a base de revelador fotográfico. Los hermanos, recurren a otras armas,
las emocionales y la que más kilotones desarrolla, la aparición de su hijo Cris
(Juanjo Artero) después de veinte años de ausencia y de relación con la
familia.
A partir de que Cristóbal consigue entrar
en la casa trepando a través del árbol preferido de Alejandra se produce un
diálogo, primero histriónico, absurdo si cabe, con encuentros y desencuentros, más
si aún porque ambos son artistas y se comprenden, con recuerdos, con renuncias,
con empatía, con confesiones, este es un camino que siguen los personajes para
llegar a una entente cordiale de ambos y consigo mismos.
Finalmente, la protagonista se va, se la
lleva el hijo, ¿a dónde?, yo creo que muere, que se libera de sus dolores y sus
miedos, que se evita tener que pasar por una etapa de decadencia lejos de lo
que ha sido importante para ella, de lo que la ha constituido como ser especial.
Pero puede que no, que acepte ese momento y lo viva, apreciando la belleza de
la vejez, si tenemos que mirarnos en la cara de Lola Herrera o de mi propia madre,
la vejez contiene mucha belleza, serenidad, sabiduría y valor, muchos nos
pasamos la vida deseando tener estas virtudes, ah, y una cara suave, bondadosa,
comprensiva…
La escenografía es cortita pero efectista,
el vestuario de Lola es maravilloso, sus actuaciones bastante buenas, si
obviamos la pequeña sobreactuación del amaneramiento de un Cris gay pero
masculino, no mucho, poco, y puede ser que se lo haya permitido por ser la
última función, también se divirtió de lo lindo y todos nos reímos de sus
cantos indios que exageró a conciencia.
Fue una gran noche en el Teatro Ciudad de
Marbella y los actores festuvieron muy simpáticos con todos los que nos
acercamos a felicitarlos al final de la obra. Así comienza, una delicia:
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