La iniciativa de crear una Tertulia
Galdosiana en Marbella me permite la oportunidad de leer y reflexionar sobre distintas
obras del escritor de la Generación del 68 Benito Pérez Galdós, y de disfrutar sus
novelas naturalistas y realistas como “Tormento”, a la que dedicaré la entrada
de hoy.
La obra en cuestión tiene todas las
características de la llamada “Liturgia Galdosiana”, se aprecia un retrato de
una sociedad en cambio y decadente, anclada a tradiciones religiosas de orden
clerical que someten al ser humano, en especial a la mujer. El escritor crea
situaciones que, de alguna manera, ponen en conflicto las enseñanzas de Jesús
de Nazaret y el uso que en su nombre se hacen de ellas. Galdós propone situaciones que subvierten las
normas, los corsés, entrando en una estructura previsible, de liturgia galdosiana,
donde el lector se apuesta a sí mismo, ¿a que al final no casa a los
protagonistas? Y el lector acierta.
Galdós es un genio de la literatura, a la
altura de Cervantes o para nombrarlo justo después, su prosa es clara,
sencilla, rica y precisa, su lenguaje está lleno de ironía, de crítica, sus
personajes son humanos, complejos y sus escenarios, cotidianos, dolorosamente
cotidianos. Sus retratos sociales son producto de un gran talento para la
observación, un contacto continuo con la calle y unas capacidades para la
escritura cultivadas a base de lectura y mucho ensayo.
“Tormento” habla del desamparo de unas
muchachas a las que le han fallecido ambos progenitores y que caen en las
garras de un sacerdote sin vocación, uno de tantos que se hacían curas porque
no tenían otra manera de ascender económica y socialmente o acceder a los
estudios. Este sacerdote se obsesiona con una de las hermanas a la que inicia
en la sexualidad con el peligro de caer en desgracia, sobre todo ella, que
pierde su “honra”, lo más preciado que una mujer posee y lo único en caso de
ser pobre, una desgracia de mentalidad de la que además es guardiana la propia
Mujer. La novela cuenta con varias representantes de esta guardia pretoriana,
cainita y castradora.
Galdós, de la misma manera que Proust, muestra
una sociedad decadente, en un momento de evolución que trastorna los valores
humanos, de manera que, la burguesía, máximo exponente de la libertad, igualdad
y fraternidad, acaba haciendo el ridículo más espantoso para tener
comportamientos aristocráticos, poses sociales, hipocresías, apariencias,
cualquier cosa para parecer un aristócrata, tener hambre, requeterreciclar la
ropa, andar con subterfugios para colocar a los niños, los chicos a la política
o al sacerdocio y las chicas a casarse con una “fortuna con patas”, por no
hablar de tener explotado al servicio y andar a la caza y captura de la oportunidad
de conseguir beneficios por la puerta de atrás, dorando la píldora a los más
poderosos o acaudalados y haciendo de la actitud pedigüeña un arte.
En “Tormento”, Galdós confronta valores
humanos de generosidad, sinceridad, lealtad, naturalidad, perseverancia,
esfuerzo, con otros que tienen que ver con la “pureza de la mujer”, las
apariencias, el juzgar sin misericordia, la envidia, el beaterío más excluyente
y la avaricia. Rosalía, es un magnífico personaje, máximo exponente de la mujer
que vive de apariencias y mangonea a su alrededor para colocar a sus hijos o
conseguir prebendas, sin sentir remordimientos por su conducta explotadora y
aprovechada. Por el contrario, Agustín es un indiano que regresa a Madrid
buscando la realización de su vida tras años de tierras indómitas y trabajos
duros, él es rico, riquísimo, pero, además, no entiende bien de convenciones sociales
de la época, es por eso que le llaman bruto, sin embargo, es un ser generoso,
empático, que descubre el valor de las personas sin pararse en su posición o
apariencia, un ser valiente que se pone el mundo por montera y decide que no le
gustan las presiones de una sociedad patética y falsa.
La galería de personajes es muy variada,
ninguno es totalmente bueno o malo y todos, como dice Agustín “son producto de
su experiencia en la vida”, de los valores aprendidos, las enseñanzas recibidas
y las experiencias propias o vicarias. Incluso, la protagonista, Amparo, por
más que es una belleza, es un ser al que no se le puede tomar mucho afecto, es
pusilánime, sin carácter, se deja bambolear por las relaciones de su entorno,
opta por el suicidio como modo de escapar antes de vivir sin el apoyo social
como hace su hermana, pero ¿cómo va a ser la hija de un conserje que ha quedado
huérfana, que está en pecado mortal por haberse iniciado en el plano amoroso
con un sacerdote en un tiempo en que este hecho era más que una atrocidad,
tener relaciones y con un cura? Trabajar para los Bringas, le ofrece la
posibilidad de cierto amparo de exposición social, aun que no hubiese sueldo sino
migajas resecas y enmohecidas. Otra posibilidad es entrar en un convento, pero
hasta para eso necesitaría alguien que pague su dote, una dote para poder
servir a Dios, en fin, un despropósito de sociedad poco amable para el ser
humano, sobre todo la Mujer. Con estas bases se comprende que surja el
movimiento Naturalista al que Galdós pertenece, que critica los valores morales
burgueses para ser más objetivo y apreciar el instinto, la emoción o las
condiciones sociales u económicas como regidoras a tener en cuenta en la
conducta humana.
El autor es un rebelde, su obra pone en
entredicho el status quo y se niega a la RESIGNACIÓN, lo intenta, Agustín regresa
a Madrid con la intención de integrarse en la sociedad, seguir sus preceptos, sin
embargo, descubre la maldad, el papanatismo, la hipocresía, el aguantar lo que
toca, lo que Dios te ha mandado pero, su mentalidad racionalista le grita que
tiene derecho a buscar la felicidad, la resignación o mejor la adaptación debe
quedar para hechos absolutamente inmutables, y las convenciones sociales no lo
son.
Finalmente, he reflexionado sobre la época actual,
y no estamos libres de convenciones sociales que nos hagan desgraciada la vida,
las cuestiones sexuales ya no ponen etiquetas, pero tenemos otros demonios, el
consumismo, trabajar como brutos o desear hacerlo para tener un coche ostentoso,
una ropa ostentosa, multitud de aparatejos a los que entregamos nuestro tiempo.
La felicidad no existe porque siempre estamos en el camino de algo, estamos
insatisfechos, nos miramos continuamente el ombligo, somos débiles y nos rodean
las adicciones. ¿Por qué el ser humano se complica la vida para no tener
serenidad, paz, máximo sinónimo de la felicidad?
Hola Ana Eugenia,
ResponderEliminarsigo en Biarritz hasta finales de marzo, pero te sigo con mucho gusto. Tu comentario sobre Galdós y su obra me han encantado. Digno de lamejor crítica literaria.
Gracias María Luisa aprendo de todas y de todos.
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